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La comitiva fúnebre se convirtió en una manifestación de extrema derecha

El entierro del general Ortin se convirtió en una manifestación de la extrema derecha, al obligar miembros de las Fuerzas Armadas -contra las previsiones establecidas- a que el féretro fuera conducido a hombros desde el Cuartel General del Ejército hasta el cementerio de la Almudena, a través de la calle de Alcalá. Varios oficiales de uniforme llamaron a la agresiva multitud, que se hallaba frente al edificio, para que se unieran a la comitiva, que llegó a estar compuesta por millares de civiles y unos cien oficiales. Elementos ultraderechistas quemaron ikurriñas y no cesaron de gritar contra el Gobierno, el presidente Suárez y el ministro de Defensa, teniente general Gutiérrez Mellado.

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Desde antes del comienzo del funeral se habían concentrado en la calle de Alcalá, frente a los jardines del Cuartel General del Ejercito, varios miles de personas que no cesaron de lanzar gritos contra la democracia, el Gobierno y, especialmente, contra el presidente del ejecutivo, Adolfo Suárez, y el ministro de Defensa, teniente general Gutiérrez Mellado. También se cantó repetidamente el Cara al Sol e himnos militares.Entre otros, pudieron oírse gritos de «Suárez, cabrón, cantaste el Cara al Sol», «Suárez, traidor, irás al paredón», «Gutiérrez Mellado, estás acojonado», «Gobierno, atiende, España no se vende» y «ETA asesina». En todo momento, los manifestantes mantuvieron una actitud agresiva e insultante contra los periodistas que estaban junto a los jardines, protegidos tras la Policía Armada, y llegaron a arrojar barro del seto intermedio entre calzadas.

La Policía Armada tuvo que poner vallas protectoras en la calzada, para contener a la masa, que se iba calentando progresivamente. Mientras se esperaba la salida del féretro, los manifestantes quemaron dos ikurriñas, entre gritos de satisfacción. Ante la tensión reinante, las fuerzas del orden hubieron de ser reforzadas por miembros de las compañías de reserva general -antidisturbios-, que fueron recibidos a los gritos de «queremos más».

Al salir el féretro a la calle'de Alcalá arreciaron los gritos antes reseñados y de «Gobierno, dimisión», «Alzamiento nacional», «Ejército al poder» y otros de este tipo. En el momento de producirse la salida del féretro, a hombros de oficiales y jefes, un oficial de alta graduación se encaró con los fotógrafos de prensa, ordenándoles que se apartaran, mientras profería una blasfemia.

Mientras tanto, otros oficiales saludaban el féretro al modo fascista, brazo en alto, e invitaban a la multitud a sumarse a la comitiva que se empezaba a formar, con gritos de «Vamos, adentro».

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Ante esta actitud de los mandos militares, las fuerzas de orden Público no impidieron que la multitud rebasase las vallas y llegase hasta la acera del Cuartel General, donde dieron vivas a los militares y a algunos les abrazaron.

Los portadores de la caja mortuoria rebasaron el furgón y siguieron adelante hacia el otro lado de la Cíbeles y la calle de Alcalá, mientras los manifestantes se les unían en comitiva. En el momento de arrancar ésta, la formaban varios cientos de militares y un par de miles de civiles.

Finalmente se colocaron en cábeza de la marcha cuatro furgonetas de fuerzas antidisturbios, que iban seguidas de varios coches oficiales, donde se encontraban la familia del fallecido general Ortín y jefes y oficiales militares. También marchaban en este tramo coches de la Policía Municipal, furgonetas con coronas de floresy un coche oficial de general, con el banderín tapado y sólo con el conductor, lo que invita a pensar que el general iba a pie en la comitiva.

Detrás, iba el féretro, a hombros de militares, y seguido de aproximadamente un centenar de miembros de las Fuerzas Armadas y varios miles de personas, que portaban banderas nacionales e insignias ultraderechistas y cantaban el Cara al Sol e himnos militares, alternados con gritos contra el Gobierno, el presidente Suárez y el ministro de Defensa.

Durante la marcha se produjeron varios incidentes. Por dos veces fuerowquernadas ikurriñas, y fueron arrojadas naranjas contra carteles del PSOE y huevos podridos contra unas oficinas de la UGT situadas en la plaza de Manuel Becerra. También se produjeron incidentes con varios transeúntes, que presuntamente habían levantado el puño al paso de la comitiva.

La comitiva llegó sobre las seis y cuarto de la tarde al cementerio de La Almudena, donde esperaban varias decenas de militares y otros tantos civiles. El féretro llegó flanqueado por dos banderas nacionales con crespones negros, que portaban jóvenes de ultraderecha, y seguido del furgón fúnebre, que hizo vacío todo el recorrido.

Orden en el cementerio

Al entrar en el cementerio se rezó un Padrenuestro ante los restos mortales del general Ortín, y la comitiva reemprendió la marcha hacía la tumba, en la zona nueva del camposanto, donde se hallaban concentrados varios miles de personas, entre ellas la familia del finado y cientos de militares.

Un capellán militar rezó un responso, mientras se colocaba la caja sobre la tumba, siempre flanqueada por las dos banderas. Mientras el féretro era enterrado, la viuda lloraba desconsoladamente y pedía que «sea el último». Después se cantó el himno de Infantería y se dieron vivas a España y al Ejército. También se cantó el Cara al Sol y se gritó «General Ortín, ¡presente!». Un grito de «Ejército al poder» fue rápidamente acallado por los presentes.

A las ocho, unos veinte jóvenes de entre quince y veinte años cortaron el tráfico entre la plaza de Callao y la Red de San Luis dando gritos extremistas.

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