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"La Constitucion tiene valores evangélicos muy serios"

Juan Cruz

Pregunta. Su nombramiento es el primero que, referido a España, hace el nuevo Papa. En algunos medios se ha identificado a Juan Pablo II con determinadas conductas recientes de jerarcas españoles de la Iglesia católica. Su nombramiento puede interpretarse como otra opción del pontificado actual. Desde su punto de vista, ¿cuál es la lectura que debe hacer hoy un católico de la actitud del nuevo Papa?Respuesta. Pienso que una de las muchas cosas buenas que pueden decirse de Juan Pablo II es que no es fácilmente «encasillable», según la lógica normal en que nos movemos habitualmente. Mi opinión es que es un hombre libre en el sentido evangélico de la palabra. Libre y muy profundo. No es un improvisador. Por ello opino que la única manera de «leer» correctamente las actitudes del Papa es hacerlo desde la libertad y la hondura del Evangelio mismo. De no hacerlo así, cualquiera, de cualquier tendencia, puede verse seriamente desconcertado.

P. En concreto, un grupo de obispos ha salido a la palestra política española para definirse en contra del texto constitucional que se propone a los españoles. ¿Cómo juzga usted actitudes como estas, que, según algunos medios, devuelven a sectores del episcopado a una militancia política que ya tuvieron?

R. No soy amigo de juzgar a nadie. Y no soy quién para juzgar a unos obispos. Personalmente, me siento identificado con la nota de la Permanente, a la que nos hemos adherido la inmensa mayoría de los obispos españoles. Por supuesto que la Constitución tiene ambigüedades. Es lógico que las tenga. Sólo así, tal vez, puede ser la Constitución de la mayoría de los españoles. Pero en ella no encuentro nada directamente condenable como intrínsecamente malo desde el punto de vista de una moral evangélica. Sacar, a partir de su letra, determinadas consecuencias negativas, como algunos lo hacen, me parece que es hacer un juicio de intenciones referido al futuro, que no es correcto hacer moralmente hablando. Yo veo la Constitución como un paso adelante muy serio en la búsqueda de valores que para mí son muy evangélicos: paz, reconciliación y respeto mutuo dentro de un pluralismo; diálogo institucionalizado; un pueblo que puede protagonizar su destino; la garantía al respeto de los derechos humanos fundamentales; un coto para las posibles arbitrariedades de los que detenten el poder; el control institucional de los tres poderes y su clara diversificación; una garantía contra cualquier dictadura, sea del signo que sea. Y, en sintonía con la nota de la Permanente del Episcopado, pienso que no es legítimo el condenar cualquier forma de voto en el referéndum o el exigir determinada forma de voto como necesarias a partir de la fe: desde el punto de vista de la fe y de la moral evangélica, el cristiano es libre de votar lo que en conciencia piense que es lo mejor para España.

P. Usted siempre fue contrario a la dependencia de la Iglesia de un, poder político concreto. ¿Piensa que en la nueva situación que vive España se están arbitrando los medios necesarios para alcanzar por completo la independencia que usted ha propugnado?

R. Estamos en pleno aprendizaje, tanto por parte de la Iglesia como por parte de los diferentes poderes políticos. Es lógico que en España ocurra este fenómeno. Pienso que los cristianos estamos empezando a arbitrar esos medios.... pero sólo empezando. Hay que dar tiempo al tiempo.

P. A raíz de sucesos recientes protagonizados por compañeros suyos del episcopado se ha hablado de una división tajante en el seno de la Iglesia católica española. ¿Usted, cree que ese dato es suficiente como para determinar la existencia de una división?

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R. El episcopado es reflejo directo del mismo Pueblo de Dios. En él hay un gran pluralismo. Y ese mismo pluralismo existe en el episcopado. Es normal que así sea. Pero no me atrevería a hablar de división tajante. Hay diferentes posiciones que ni siquiera están demasiado cristalizadas: según los temas, se dibujan posturas y grupos diferentes. Ello no obsta para que predominen unas actitudes de diálogo y de comprensión mutua que hacen que la convivencia y el trabajo en equipo alcancen habitualmente un buen nivel. En todo caso, las diferencias, en muchos puntos no rompen la comunión en lo esencial de la fe. A todo esto añadiría que a mí personalmente me asustaría un episcopado demasiado monolítico: significaría, en el mejor de los casos, una gran lejanía de la realidad demuestra sociedad y de nuestra Iglesia.

P. En cualquier caso, como sacerdote y como ciudadano de este país, ¿cuál cree es la reivindicación principal que la Iglesia debe plantearse en este momento?

R. Como sacerdote y como ciudadano, yo pediría a gritos una solución inmediata para el paro. Soy consciente de la dificultad que entraña dar una solución al problema y de todas las dimensiones del mismo: sociales, políticas y económicas, estructurales y funcionales... Pero el problema es angustioso y los que no lo padecemos deberíamos de aplicar todas nuestras energías por lo menos para paliarlo. Y no digamos la obligación grave que tienen todos aquellos que o tienen medios económicos en abundancia o tienen poder respecto a los resortes de la economía... Por supuesto que esto no significa que no haya otras reivindicaciones.

P. Usted llega al episcopado de Las Palmas en un momento difícil, porque acude a una región donde el desempleo es alto y las tensiones sociales resultan graves. ¿Cómo se va a plantear usted su inserción en aquel mundo insular?

R. Psicológicamente ya he comenzado a sentirme inserto en el mundo insular. Procuraré unirme a la marcha del Pueblo de Dios de Canarias y ayudarle a ser signo de la liberación integral que nos ha traído Cristo, sirviendo a toda aquella comunidad social, y en especial a los más débiles y marginados. Y con los cristianos de aquella diócesis intentaré construir, pacientemente, con la sola fuerza de la Palabra y del testimonio, la paz y el amor, la verdad y la justicia,

P. Le plantearán cuestiones relativas al papel que un obispo vasco tiene que hacer en Canarias. ¿Cree usted que responden a un criterio realista las reivindicaciones que se hacen en algunas diócesis sobre la necesidad de tener obispos y sacerdotes naturales de la región de que se trate?

R. Mi opinión de siempre es que lo importante es que el obispo sea, ante todo, un verdadero cristiano en el sentido más hondo del término. Ello no es obstáculo para que en determinados momentos, situaciones y diócesis, sea conveniente que el obispo y los sacerdotes sean de la región. Pero nunca elevaría esta exigencia a tesis general. Hay muchos ejemplos históricos en contra de esa tesis: obispos autóctonos que han vivido su servicio muy lejanos de sus diocesanos y otros que se han insertado plenamente, y lo contrario: obispos nacidos lejos que se han insertado plenamente en la diócesis y otros que no han comprendido a sus diocesanos.

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