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En defensa del programa económico Fuentes Quintana

Equipo de Coyuntura Económica

En las páginas de economía de EL PAÍS correspondientes al pasado martes, día 24, se publicaba un artículo de Julio Rodríguez, el miembro del equipo de economistas del PSOE, bajo el título de «Algunas observaciones al documento económico de Fuentes Quintana». En este artículo se analizaban críticamente algunos aspectos de los trabajos -«densos y documentados», en opinión inicial del articulista-, que ha venido publicando, también en estas páginas, el Equipo de Coyuntura.Económica.

Crecimiento y nivel de empleo

Una estimación tendencial del crecimiento del nivel de empleo, en relación con las variaciones en el PIB y en los salarios reales, nos indica claramente que basta un crecimiento próximo al 4% del PIB,siempre que, los salarios reales se mantengan constantes, para que el crecimiento del empleo se sitúe en torno al 1,6%. Si esa tendencia histórica se mantiene, una tasa en torno al 4,5% de crecimiento del PIB con salarios reales constantes garantiza un empleo adicional superior al 1,6% de la población ocupada y no tan sólo del 1,07%, como manifiesta el señor Rodríguez. Importa advertir que, para el último año de que se disponen datos (1977), los valores esfimados de empleo por nuestro modelo quedaron, incluso, por debajo de los Valores reales alcanzados por la economía española. Nada hay, pues, que impida un aumento del nivel de empleo en 200.000 puestos de trabajo si el crecimiento del.PIB es del 4,5 % y se mantiene constante el poder adquisitivo de los salarios.

En segundo lugar resulta obligado subrayar que la evaluación de los puestos de trabajo necesarios para no embolsar más paro, no es un acto voluntarista del Equipo de Coyuntura Económica. Es un dato que viene dado del propio dinamismo de la población española. El cálculo de Julio Rodríguez contempla igual tasa de actividad para 1979, sin tener en cuenta que el mayor dinamismo de la población joven, en edad de acceso al trabajo, fuerza a un crecimiento mayor de la población activa.

Los datos básicos de la demografía española con los que hemos operado son los que se recogen en el cuadro adjunto. Estos datos sitúan a la tasa de actividad global para 1978 en el 35,41%, y para 1979, en el 35,55%. Si la tasa de actividad global se mantuviese en el 35,41%, la población activa en 1979 sería de 13.296,7 miles de personas, lo que supondría un crecimiento de tan sólo el 1,19%, y un aumento de 156,8 miles de activos. Pero como el crecimiento de la población en edad de trabajar es más intenso (en ello incide también la población que se incorpora por el saldo emigratorio a favor de los retornos de emigrantes europeos), resulta que la población activa aumentará durante 1979 en 210,2 miles de personas, puesto que su evolución no depende de los niños que nazcan ahora, sino de los que nacieron hace quince o veinticinco años y del movimiento migratorio con eI exterior. Pretender un aumento del empleo en 200.000 puestos de trabajo constituye una exigencia acuciante si no se desea que crezcan significativamente los actuales niveles de paro. Y ello se puede conseguir si los salarios mantienen estrictamente su poder adquisitivo y el PIB crece continuadamente el 4,5

El crecimiento de la productividad en tasa del 2,9% es la consecuencia derivada del aumento del PIB al 4,5% y del empleo al 1,6%. Es evidente que si la productividad crece a mayor ritmo será porque el aumento del PIB sea mayor, para igual crecimiento del empleo. pues lo que suele conocerse con el nombre técnico de «productividad aparente del factor trabajo» no es más que un simple cociente entre la producción total y el empleo total de un país. Evidentemente, todo crecimiento del empleo influirá de un modo negativo en el valor de ese cociente. Por eso no se puede deducir de ese simple cociente una ley de comportamiento económico, pues ello resultaría, cuando menos, aventurado.

Los precios en 1979

Por lo que respecta a la afirmación de que los precios van a crecer en 1978 en un 18% los datos disponibles hasta el momento más bien parecen apuntar a un crecimiento en 1977 del 16,5% ó 17% en el presente año.

En tales condiciones, es perfectamente posible -si se sigue la política económica propugnada en nuestros trabajos- alcanzar en 1979 un crecimiento de los precios respecto a diciembre de este año del 9%. con un crecimiento de la media de precios de 1979 respecto a la de 1978 de un 12%. El cálculo de estos valores puede efectuarlo sin dificultad siauiendo nuestra estimación de los objetivos respecto a tasas mensuales de crecimiento de los precios para 1979 contenidas en el cuadro que publicábamos en la página 41 de EL PAÍS del domingo 24 de septiembre pasado. Para tranquilidad del señor Rodríguez -y de otros comentaristas preocupados por similares problemas- la tasa de crecimiento de los precios en términos anuales en el segundo semestre de 1979 se situaría en el 7.7%. Y queremos recordar que también en septiembre de 1977 se expresaban serias dudas acerca de la posibilidad de reducir la inflación en 1978 al 22% de media. Para alegría de todos -esperamos- la inflación en 1978 no llegará siquiera al 20% de media respecto al año anterior.

La política de salarios

En cuanto a los cálculos que respecto a la masa salarial efectúa el señor Rodríguez en su artículo, en nuestra opinion existe un error en su planteamiento. Considera -y con razón- que una masa salarial ncrementada en un 13,5% y distribuida entre una población empleada que haya aumentado el 1,6% sólo permite un crecimiento del salario por persona del 11,8 % (del 11,7%, para ser exactos). Pero el error de planteamiento estriba en suponer que todos los 200.000 nuevos empleos se crean en la mañana del 1 de enero de 1979 y que, en consecuencia, todos los nuevos empleados se distribuyen la masa salarial en igual proporción durante todo el año 1979. La hipótesis nuestra, por el contrario, nos parece más ajustada a la realidad: los nuevos 200.000 empleos se van creando -para simplificar- de modo uniforme a lo largo de los doce meses del año 1979. Al 31de diciembre de 1979 se habrán creado 200.000 nuevos empleos, y la población ocupada habrá crecido un 1,6%. Pero a la hora de calcular el crecimiento del salario medio por persona sólo podrá computarse la mitad de ese 1,6%.

Por ello, dividiendo en tales condiciones la masa salarial por el empleo resulta un crecimiento del salario por persona no del 12%, sino del 12,6%, reservándose el 0,6% adicional para satisfacer los posibles aumentos en la jornada de trabajo. No hemos propugnado una pérdida del poder adquisitivo de los salarios como solución a nuestros problemas económicos

Pero el aspecto posiblemente más discutible, en nuestra opinión, de las observaciones de Julio Rodríguez, es el que dirige a la tasa de crecimiento que propugnamos para la inversión privada. Afirmar que un crecimiento de la inversión privada en 1979 del 8,4% (incluidas las variaciones. en las existencias) constituye un objetivo cargado de voluntarismo, quizá resulte excesivo, pues no en vano el Equipo de Coyuntura Económica expone en sus trabajos la aplicación de una serie de medidas que se concretan, entre otras, en los siguientes aspectos esenciales:

El plazo de aplicación del programa, que no se reduce al año 1979, sino que se considera indispensable que, como mínimo, se extienda a tres años, manteniéndose, durante este horizonte temporal. el crecimiento previsto de la producción nacional.

La necesidad de un acuerdo entre fuerzas sociales y políticas que garanticen la estabilidad y el cumplimiento del programa a lo largo de su plazo de aplicación.

La necesidad de ampliar el marco actual de libertades empresariales en materia de precios y de utilización de factores productivos.

La existencia de una política monetaria que garantice la financiación del sector privado y reforme los mecanismos financieros, propiciando el desarrollo de los mercados de dinero a medio y largo plazo.

La aplicación de una política fiscal que reduzca el crecimiento de los cosies sociales de la mano de obra e incentive a la inversión privada. Importa resaltar que si se aplicasen las medidas fiscales que hemos propugnado, el crecimiento de la inversión privada financiable por los empresarios resultaría tan sólo del 5%, en términos reales, pues el 3.4%, restante sería financiado por el apoyo fiscal a la inversión privada (2,4%) y por la reducción de cuotas de la Seguridad Social

Considerar como «voluntarista» y falto de posibilidades un crecimiento «neto» de la inversión privada para 1979 del 5% en términos reales, con un programa a tres años como mínimo y aceptado abiertamente y sin reticencias por todas las fuerzas políticas y sociales, no parece, en nuestra opinión, muy acertado, sobre todo si se considera que ese crecimiento «neto» de la inversión bruta -incluidas las variaciones en existencias- no supone más que unos 285.000 millones de pesetas para el próximo año y que sólo el crecimiento de las amortizaciones privadas será de unos 100.000. Todo el esfuerzo neto adicional que se pide al empresario español en 1979 no alcanza ni los 185.000 millones de pesetas, una vez cubiertas sus amortizaciones y, si se le concede el marco de libertades económicas que propugnamos y el respaldo de un pacto social avalado por las fuerzas políticas, es indudable que reaccionará positivamente.

El crecimiento de las exportaciones

La última de las observaciones críticas a nuestros trabajos se dirigen a la tasa de crecimiento que propugnamos para las exportaciones ( 12.3%), Evidentemente, la continuada caída del dólar puede dificultar en parte su consecución. Sin embargo, no debe olvidarse la existencia de otros tres argumentos que conceden su oportunidad al crecimiento de nuestra exporta ción:

Primero, que una parte sustancial de nuestro comercio se dirige hacia países (la CEE) cuyas monedas no están depreciándose,

Segundo, que la exportación española ha mostrado a lo largo del tiempo su crecimiento permanente muy por encima de las tasas de aumento del comercio mundial, cuyo aumento previsto para 1979 será del 6%.

Tercero, que las reformas que nuestro programa propone para aumentar la competitividad de la economía española beneficiarán claramente los envíos españoles al resto del mundo.

En cualquier caso, tampoco aquí puede perderse de vista que cada punto de porcentaje en exportaciones sólo representa algo más de 0.15 puntos en el crecimiento del PIB. En definitiva, pues, si nuestros pronósticos y objetivos fuesen algo excesivos en este ámbito -que, sinceramente. creemos que no lo son- tampoco ello afectaría en esencia a la homogeneidad y coherencia de nuestro programa.

Todos los argumentos anteriores nos reafirman en la opinión de que nuestro programa de política económica es un programa viable si las fuerzas sociales y políticas le conceden los medios que precisa: la definición de una política de rentasque haga posible el empleo y disminuya la tasa de inflación, el establecimiento de un marco de libertades empresariales y una política monetaria y fiscal en las que pueda apoyarse una recuperación de la inversión privada y una inversión pública que acompane -pero que no sustituya- la acción de las inversiones privadas.

Contando con esos medios. opinamos que nuestro prograrna es coherente aunque resulte ambicioso, como lo fueron los acuerdos de la Moncloa que, hace ahora un año, la mavoría de los que hoy contabilizan sus efectos positivos consideraban también como voluntarista y utópico.

De cara a ese necesario programa para el futuro, esperamos que Julio Rodríguez nos ofrezca una alternativa claramente diseñada para juzgar por nuestra parte la coherencia de sus objetivos y la adecuación de sus políticas.

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