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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La nueva imagen del Ejército

El Día de las Fuerzas Armadas, instituido hace un año y ahora elevado a su rango definitivo, y que hoy se celebra, es un acontecimiento importante: es el primer cumpleaños desde que, a nivel de jerarquía, empezaron a tomarse importantes medidas para desligar el Ejército defensor de la Patria, defensor también del ordenamiento constitucional, como va a rezar el texto de la Constitución, de aquel otro Ejército atento, sobre todo, al «orden dentro de ella».En otro lugar he hecho resumen de la serie de disposiciones tomadas en el año transcurrido, a manera de «espiral del cambio». Todas ellas están otorgando a las Fuerzas Armadas una nueva imagen. Esta es absolutamente necesaria; porque los Ejércitos necesitan ganarse el corazoncito de todos los españoles. Sólo así seremos -Pueblo-Ejército o Ejército-Pueblo. Las public relations pueden enmascarar una farsa en los tiempos que vivimos. El Ejército necesita ir más allá.

Comandante del Ejército

Guión de Marco Ferreri y Rafael Azcona. Dirección: Marco Ferreri. Intérpretes: Gerard Depardieu, Ornella Mutti, Michel Piccolí, Renato Salvatori, Giuliana Calandra, Zou Zou. Música: Phillipe Sarde Francia-Italia. Dramático. Local de estreno: cine Alexandra.

Es por ello que me atrevo a arriesgar unas ideas para el nuevo Ejército. Ideas que nadie ha pedido, cierto. Pero ideas que pudieran aumentar la eficacia del servicio.

Ideas, sobre todo, que pudieran humanizar la milicia. Ideas expuestas atropelladamente; sin método, como participación en una especie de brain storming sobre las Fuerzas Armadas que incluyera a todos los implicados, a todos los interesados. Esto es: a todos los españoles.

Ni torpes ni pobres

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Yo sugeriría, en primer lugar generosidad en la legal exigencia del servicio militar. Generosidad como la mostrada con los soldados y marineros casados y con hijos. Generosidad que comprenda a los torpes y a los necesitados también.

Para ello las juntas de clasificación y tribunales médicos deberían ser más flexibles. Lo monstruoso del célebre, y ya desaparecido, «pelotón de los torpes» era la presencia de éstos en filas, no que los oficiales de entonces los segregaran vergonzantemente. En los países más avanzados se hila más fino en este campo. Dos de cada tres aspirantes a soldados en el Ejército británico son rechazados por no alcanzar las debidas cotas de calificación. ¡Y son deficitarios en personal!

Todos los oficiales con mando directo han sido testigos de situaciones económicas angustiosas en soldados a su mando. Es fácil verificar, en la reducida sociedad de la compañía (escuadrón o batería) la realidad de lo que expresa el soldado afectado, no forzosamente casado y con hijos. Los asistentes sociales serían el valioso auxiliar para impedir fraude alguno.

Las dos medidas anteriores son puro deber de humanidad. No exigen sino ampliación de las normas ya existentes, y flexibilidad en su aplicación. Otras medidas podrían completarlas conjugando liberalidad y eficacia. Por ejemplo, haciendo opcional la edad de ingreso en filas: los «mozos» (y espero que esta voz haya desaparecido del texto de las nuevas Ordenanzas) podrían cumplir el servicio militar, según su conveniencia, entre los dieciocho y los veinticinco años. Algo parecido se ha establecido en la vecina Francia.

Deberían gozar de ventajas económicas en sus viajes de fin de semana, como ya es así en los permisos oficiales. Aún mejor sería que no tuvieran que realizar esta clase de largos viajes. Pero esto es tropezar con el tema semi-tabú del «servicio nacional» vs «servicio regional». El retorno a éste causaría algún trastorno a Iberia, Renfe y cierto número de propietarios de autobuses. Pero beneficiaría a 250.000 familias españolas, ahorraría considerable combustible (de importación)... Y, frivolidades aparte, ahorraría vidas humanas: los accidentes de carretera de las noches de los domingos son la principal causa actual de las bajas absolutas en las Fuerzas Armadas.

Voluntarios y féminas

Un paso del mayor interés, dentro del campo de la mayor eficacia, sería llevar adelante el proyectado voluntariado de larga duración. Y no exclusivamente masculino. Eludiendo cualquier frivolidad, la incorporación de mujeres a las Fuerzas Armadas se .ha revelado como imprescindible en los países más desarrollados. En España, con un pie en el tercermundismo demográfico, se está aún lejos de esa situación. Pero la incorporación de muchachas, en otros papeles que el convencional de enfermeras (excepcionalmente condujeron alguna ambulancia en desfiles), como, por ejemplo, las transmisiones, burocracia de cuarteles generales, mantenimiento de depósitos de Intendencia, etcétera, mejoraría más que la sola imagen de un nuevo Ejército.

Ejército profesional

Es dentro de este contexto que podrían darse los primeros pasos para el paso verdaderamente fundamental: la creación de un Ejército profesional. De efectivos reducidos, pero altamente calificados (en relación con la media del país). Y, desde luego, con una imagen diferente de la de los cuerpos profesionales actuales. Las experiencias de Dinamarca y Bélgica podrían servir de modelo. Con unos quince a 20.000 voluntarios se podrían organizar cinco o seis brigadas, full time, para intervención inmediata en cualquier lugar: Canarias, por ejemplo, con notable economía respecto a los 20.000 millones de pesetas que se proyecta invertir en una base aeronaval, que más parece electoralista que estratégica. En otra ocasión trataré de desarrollar este tema, del que la revista Ejército, en su número de abril, publica un interesante artículo debido al comandante Martínez Inglés.

Y, subsidiariamente, la «mili», el llamado dramáticamente «impuesto de sangre» el pasado siglo, quedaría reducida a meses, si no semanas, como sostiene el citado comandante.

Permeabilidad informativa

Finalmente, me atrevo a pedir a mis compañeros de armas permeabilidad informativa. No temer la opinión pública. Sobradamente sabemos que ésta ha deformado, a menudo, nuestras realidades. A veces con ingenuidad manifiesta, como en el famoso caso de las «cruces negras», tan arraigado en las clases populares. La idea de que la ropa sucia debe lavarse en casa sólo es aceptable cuando la ropa está muy sucia o cuando no hay intención de hacer colada. Con limpieza de ánimo y conducta intachable podemos afrontar la opinión del pueblo. Podemos hacernos querer y desear de él.

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