_
_
_
_
_

Cambio estratégico en Asia tras el golpe en Afganistán

La repentina aparición de un Gobierno comunista en el Estado centro-asiático de Afganistán, tradicionalmente islámico y neutral, un país de relleno entre grandes naciones y antiguas confederaciones, viene a dislocar el contexto político y estratégico existente hasta ahora en el sur de Asia.

El Partido Comunista afgano es radical y consistentemente prosoviético y está respaldado, en la actualidad, por un ejército y una fuerza aérea eficientes, cuya oficialidad ha sido instruida en gran proporción en academias y escuelas de la URSS y están bien equipados de armas y pertrechos rusos.Los diplomáticos occidentales y de estados del sur de Asia destacados en Kabul han quedado sorprendidos ante la rapidez y totalidad con que los comunistas se han hecho con el poder y con los resortes del mando.

El nuevo jefe del Estado y primer Ministro, Nur Mohammed Tarakki, veterano líder marxista de 65 años, y dos de sus camaradas -hoy ministros en el nuevo Gobierno- son también dirigentes máximos del partido democrático Khalk (Popular), rama del comunismo afgano.

Los tres miembros militares del Gabinete de Tarakki -incluyendo a comandantes en jefe de la aviación y del cuerpo de carros de combate, que encabezaran el pronunciamiento del jueves 27 de abril- están plenamente identificados como izquierdistas con estrechas vinculaciones con el Partido Comunista.

El Gabinete del presidente Tarakki ha estado casi continuamente reunido en consejo, con sus valedores castrenses, desde que fuera anunciada la constitución y composición del nuevo Gobierno, el lunes pasado. Entretanto, los diplomáticos -especialmente los occidentales- esperan impacientemente la primera declaración política del nuevo régimen marxista.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Expansión estratégica de la URSS

Un Estado comunista afgano, en la línea de las república populares de Checoslovaquia y Hungría, llevaría prácticamente la presencia soviética a las fronteras septentrionales de Pakistán. Tal presencia también pasaría para la India, por un parte, y para Irán, por la otra, cuyo régimen y establishment siempre se han sentido «sofocados» por la cercanía de su gigantesco vecino del norte, no sólo ahora, bajo el socialismo, sino también antes de 1917, bajo el imperio de los zares.

Afganistán, nación de casi veinte millones de habitantes, hasta hace poco uno de los países más extraños y atrasados de la tierra, ubicado en el Asia surcentral, muy alejado del mar, es un complejo conjunto de tribus y grupos étnicos, unidos solamente por la religión islámica y por la firme determinación de resistir al control extranjero.

El violento y expeditivo golpe de Estado de la semana pasada hizo emerger las duras y graves disensiones que existen en el seno de las fuerzas armadas -más acentuadas en el Ejército de Tierra que en la Fuerza Aérea-. El pronunciamiento de las fuerzas sediciosas tropezó con empecinada resistencia en Kabul, que se prolongó por más de veinticuatro horas, y sólo la decisiva intervención de los cazabombarderos de los sublevados inclinó la balanza a favor de los insurgentes.

Algunos observadores occidentales calculan que el número de, personas que perecieron durante los dos días de combate y las subsiguientes series de ejecuciones sumarias ascendería a 10.000 muertos.

Las batallas se han caracterizado por la rudeza, a veces llevada a extremos de heroísmo, por una parte, y de ensañamiento, por la otra. La antigua guardia de palacio del derrocado y ejecutado presidente Daoud, cuyos efectivos se estimaban entre 1.000 y 3.500 hombres, resistieron a los rebeldes con tal determinación, que cuando los insurgentes los superaron sólo quedaba doscientos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_