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Reportaje:TRIBUNA LIBRESobre la crisis económica / y 3

Criterios para un programa

En esta hora conflictiva, cuando le llega forzosamente el turno al análisis riguroso de la situación económica, es difícil despejar el riesgo de precipitarse en los lugares comunes en que suelen perderse vagamente las posiciones de técnicos y políticos. Los primeros, precisamente porque hacen abstracción de circunstancias sociales que pueden condicionar a buen seguro el desarrollo de cualquier programa, lo reducen todo a la dialéctica de los medios y piensan que, a efectos de instrumentación, bastaría con una primera fase, de gestión económica a su cargo seguida de otra en la que la dirección competería a los políticos. Los segundos, a su vez, se Iimitan en sus declaraciones a un óptimo planteamiento de los fines, pero propenden a ignorar el punto de partida, la capacidad- de los medios y el hecho de que la política económica no acaba en la expresión de unos buenos deseos sobre los que, más o menos, todos estaríamos de acuerdo.La crisis económica ofrece unos riesgos de complejidad en sus orígenes y de gravedad en sus consecuencias que la sitúan por encima de las ópticas partidistas. La situación no puede contemplarse desde las posiciones implicadas en el debate entre socialismo económico y economía de mercado libre, ni tampoco desde la confortable perspectiva de homologar herramientas y sistemas con los que han manifestado su eficacia en otros países o en momentos distintos. Reducir el problema económico a fronteras tan elementales y quebradizas equivale a simplificar el esfuerzo por analizar los antecedentes y encauzar en el futuro las soluciones adecuadas.

Al perfilar la actitud desde la que cabe aproximarse a la crisis económica conviene, en mí modesta opinión, precisar algunos puntos básicos:

- Afirmar sin más que la crisis económica queda definida por el aumento del paro, el ritmo de aumento de los precios y el déficit del sector extranjero equivale a enjuiciarla superficialmente por una simple referencia a sus efectos pero no a sus causas.

- La crisis no resulta de la yuxtaposición de situaciones parciales que admiten disección, pronóstico y terapéutica independientes al margen de las conexiones entre las partes y el todo, al margen de las implicaciones entre la situación económica y la situación social. La crisis es consecuencia de un modelo de crecimiento sui generis, más adaptado a los especiales requerimientos del régimen político precedente que a las peculiaridades de nuestra realidad.

- La carencia desde antiguo de un auténtico programa economico del Gobierno y la aceptación sin debate de los errores del pasado, lo que de por sí supone muy graves limitaciones, ha propiciado un clima de abandono y conformismo ante lo económico que exige devolver a esta materia tan ardua su valor e implicaciones propios. El esfuerzo económico es un esfuerzo colectivo, y para que la sociedad lo asimile es preciso convencerla de su urgencia e importancia.

- Lo urgente es resolver la crisis; Io importante es llevar a término la reforma del sistema económico. Ambas tareas exigirán la convocatoria conjunta a políticos y expertos mediante una labor de equipo que algunos hemos defendido y apoyado en muy diversas ocasiones.

- La moderación de los partidos políticos en sus programas de soluciones. económicas a corto plazo no debe ocultar el proyecto de modelo que verdaderamente defienden. En todos los casos y hasta donde sea posible sus propósitos objetivos deben quedar claros. Si se respalda un modelo de socialismo económico no debe ocultarse por razones electorales. Igualmente, el acuerdo entre trabajadores y empresarios ha de operar dentro de los nuevos marcos sindical y patronal, por supuesto al margen del chantaje, la utilización de resortes que impliquen decisiones precipitadas de efectos imprevisibles y los cambios de actitud a tenor del resultado electoral.

- La respuesta a la situación crítica exige un planteamiento por encima de las opciones de partido, por encima incluso de los plácidos enfoques de sumar virtudes y despejar defectos. Esta réplica a la crisis ha de actuar inmediatamente sobre sus consecuencias y a medio plazo sobre las causas que han conducido al actual estado de cosas.

- Las soluciones válidas en otros momentos de nuestra historia económica o que se han mostrado eficaces en otras ocasiones, aun de corte similar a la española, no tienen por qué traducirse necesariamente en efectos positivos sobre la situación que ahora casi nos asfixia.

- Ante el planteamiento del programa económico y, más aún, en trance de su ejecución, pensar en algo así como en una carrera de relevos entre políticos y técnicos supone sufrir el riesgo de aislar la gestión económica de la realidad social y política del país.

- El equipo que se encare con la gestión económica ha de subrogarse en responsabilidades que no le son imputables directamente, pero que deberá asumir con la modestia y también con el genio propios de los hombres capaces de pensar en términos de futuro sin haber elegido el punto de partida.

-En la configuración de ese equipo, volver la mirada a los hombres que, por razón de compromisos y de lealtades personales carezcan de la libertad necesaria para afrontar con honradez, valentía y rigor los ingentes problemas actuales, puede implicar el peligroso aplazamiento ad calendas graecas de las soluciones, muchas de ellas impopulares y dificiles, que exige la gravedad de la situación.

-O ese equipo toma sin pausa la iniciativa de sacar a España de la crisis o nos sacarán a empellones de la crisis nuestros acreedores, y ello sin concesiones a la capacidad decisoria de gobernantes y demás órganos de representación democrática.

- La gravedad de la situación económica obligará a distinguir entre requisitos y objetivos, entre soluciones a corto y soluciones a medio plazo. Hoy por hoy son requisitos imprescindibles, moderar la tasa del incremento del índice de precios y sanear el sector exterior de la economía española. Para ello habrá que replantear la política de empleo y subsidios e introducir reformas básicas en el sistema financiero y en el cambiario. La reconsideración de los tipos de interés, la puesta en práctica de una política de cambios realista, la revisión del sistema arancelario y su incardinación en la política comercial exterior son pasos inevitables a corto plazo.

- Para evitar que se repitan en el futuro problemas como los actuales es preciso plantear objetivos a medio plazo en la transformación de los esquemas económicos y el aumento de la productividad del sistema.

- Los objetivos solo serán realizables si la inversión se ajusta al ritmo adecuado. Será menester para ello la recuperación de las expectativas empresariales, la asignación de recursos hacia la corrección de las limitaciones de estructura a través de un mecanismo de precios que refleje el origen real de los desequilibrios y el progreso técnico y organizativo. Precisamente habrán de superarse las tensiones inflacionistas y el mercado tendrá que recuperar su auténtica función, al propio tiempo que se aborda la paulatina desaparición del paterpalismo económico y la red de interferencias institucionales que bloquean al sistema y reducen el nivel de competencia.

- En este proceso de transformación estructural. la intervención directa del sector público sólo debe producirse cuando se verifique la incapacidad de la iniciativa privada. La experiencia ha delatado, sin resquicios a la duda, que las nacionalizaciones no alteran un ápice las relaciones de producción -en el sentido marxista-, ni tampoco la estructura o la eficacia del sistema económico.

- En el orden de las reformas -concretas del sistema -reforma fiscal, financiera, del sector exterior, de la seguridad social, etcétera-, cualquier desarrollo que no se asiente en las limitaciones propias de la perspectiva actual equivale a caer en tediosos lugares comunes, en abstracciones al margen de los hechos, en imperdonables vaguedades sobre la futura capacidad de gestión económica. Hace ya más de un año que expusimos nuestra opinión al respecto. Como en tantas otras ocasiones nuestra postura reformista se hace valer por otros muchos que ahora reproducen ideas, conceptos, criterios y lenguaje acuñados previamente. Alegrémonos de ello muy sinceramente si es para bien de España.

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