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La posición de Carter aviva en Italia el debate sobre el "compromiso histórico"

La declaración del Departamento de Estado norteamericano -un position paper de quince líneas, destinado a los embajadores norteamericanos en Occidente- ha vuelto a reactivar en Italia el debate sobre el «compromiso histórico» o la participación de los comunistas en el Gobierno.Hay quien, dándole una interpretación filocomunista, la considera una luz verde para que los comunistas italianos pasen gradualmente, ante el Gobierno Andreotti, de la abstención a la participación en una mayoría «programática» y, por fin, en el Gobierno. Los medios políticos más responsables se limitan por el contrario, a constatar «una hábil ambigüedad» en un cambio más de forma que de fondo, respecto de la anterior Administración Ford-Kissinger.

Para los primeros, el reciente discurso de Moro en Florencia sobre «posibles convergencias en proyectos políticos, en condiciones de recíproco respeto y plena autonomía», no supondría más que una alineación con lo que los entusiastas de la nueva política americana califican ya de «doctrina Brzezinski», es decir un intento de aprovechar el eurocomunismo y el disenso del Este como factores principales de desestabilización del imperio político e ideocrático de la Unión Soviética.

La interpretación filocomunista llega más lejos en algunos órganos de prensa italianos: en el frío clima que se ha instaurado en las relaciones entre Estados Unidos y la URSS, Berlinguer jugaría el papel de peón anti-Brejnev.

Berlinguer, sin embargo, mientras -a distancia- recogió con complaciencia, en su reciente discurso de Castellammare di Stabia, los signos de apertura de Moro, ve con preocupación el deterioro de las relaciones USA-URSS. El órgano de prensa comunista L'Unitá llega incluso, aunque a regañadientes, a reconocerle a Carter el derecho a ocuparse de los derechos humanos.

Por ahora, la tesis oficial comunista italiana es que es necesario estar atentos a no provocar, con las mejores intenciones, una nueva guerra fría, cuyas consecuencias pagarían en primer lugar los disidentes a quienes se quiere ayudar. Contra esta tesis se rebelan, sin embargo, los elementos más rusófilos del partido, como el senador Armando Cossutta, considerado el «hombre de Moscú», quien en un reciente congreso provincial comunista dijo, que «alguna fuerza política no ha entendido bien las consecuencias de una insistencia excesiva en los problemas de los disidentes».

Aunque Cossutta no sea Berlinguer, es siempre un miembro autorizado del partido y refleja, además, la opinión de la base.

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Quienes no creen en el pluralismo democrático del comunismo interpretan el «eurocomunismo» italiano como un sistema para amortiguar las resistencias encontradas en el camino de la conquista democrática del poder.

La declaración del Departamento de Estado defiende el principio de la «no injerencia», pero a la vez llama la atención sobre la "no indiferencia" en caso de que un partido comunista adquiera una posición «dominante» en el Gobierno. Quienes creen que, hasta que no se demuestre lo contrario, los comunistas pasan de la posición dominante a la de dictadura, observan que la declaración de Washington, más que en una enunciación.de los términos de un problema en abstracto, se inspira y se inspirará en la práctica de los hechos.

En esta línea de praxis se observa también que Ia declaración de Washington se refiere por ahora más a Francia que a Italia, porque en Francia los comunistas están mucho más cerca de una participación efectiva en el Gobierno que en Italia. La diferencia es que mientras Giscard d'Estaing se irrita si los diplomáticos norteamericanos conversan con Jean Kanapa, el «ministro de Exteriores» comunista francés, a Andreotti le tuvo sin cuidado el hecho de que emisarios norteamericanos se entrevistaran mucho antes con el homólogo italiano de Kanapa, Sergio Segre.

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