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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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Las Fuerzas Armadas: algunos tópicos por superar

Una consecuencia inesperada surgida de la tristeza y estupor de los asesinatos de enero fue una mayor comprensión entre el pueblo español y sus Fuerzas Armadas. El dolor y condena que de forma unánime, e indistintamente para guardias y abogados laboralistas, han manifestado todos los partidos que desde la derecha al comunismo aspiran a la convivencia democrática, es una reacción civilizada a la que, desenfocados por la óptica maniquea de los últimos cuarenta años, los españoles estamos poco acostumbrados.La versión oficial y monolítica que el franquismo vino imponiendo de todo el acontecer nacional y la imposibilidad de toda exégesis, han permitido la repetición monótona de una serie de tópicos que, profundizados, resultan falsos. Tal sucede con el militarismo franquista.

El general Franco cultivó con extraordinaria habilidad la confusión del régimen con el Ejército, y en general con cualquier ideología o grupo, con exclusión de sus fobias: la masonería, los partidos y el comunismo. Con ello, creaba múltiples estamentos y en amplias esferas del país un sentimiento de complicidad y compromiso que fueron su mejor soporte y cimiento. Esto fue posible porque realmente el franquismo carecía de ideología; porque, como dice en una de sus pocas observaciones acertadas Franco Salgado-Araujo, Franco sólo era franquista. En una concepción simple y pragmática del mando, que era personal y total, como pocas veces se ha visto en la historia, Franco desconfiaba plenamente de cualquier organización o estructura,, por cuanto cualquiera, sin excepción, era un principio de limitación y contención a su poder omnímodo. La distinción empezaba al clasificar a una estructuras como inasimilables las fobias que mencioné y a otras como absorbibles por el sistema. Es evidente que a la postre, las grandes.perjudicadas han sido estas últimas. Y entre ellas está el Ejército.

Empecemos por analizar qué entendemos por régimen militarista. Hay en primer lugar el poder. En un régimen militarista, éste está en el Ejército, lo cual no debe confundirse con la presencia de un militar en la Jefatura del Estado. Y el poder está en él Ejército cuando éste, constituido en grupo de presión, es definitivo en la elaboración de las opción es de Gobierno, pudiendo, un Gobierno ser militarista, sin necesidad de ostentar un militar su jefatura. A lo largo del siglo XIX y hasta la guerra civil española, el Ejército había detentado una parcela amplísima de poder, mientras durante los cuarenta años de franquismo el Ejército, por primera vez en la edad contemporánea, deja de tener voz y voto en la política española. Para comprenderlo, basta con fijarse en Marruecos. Marruecos fue la eterna pesadilla de los políticos españoles, que no podían insinuar la más pequeña concesión, pues era inmediato el cierre de filas en el Ejército. Pues bien, Franco se permitió el abandono de Marruecos con absoluto olvido del país, que ni siquiera fue informado, y también del Ejército. Se me dirá que la solución era inevitable, y personalmente, la comparto, pero también era inexorable el resultado de la guerra de Cuba que el Gobierno Sagasta conocía de antemano y sin embargo no pudo, por la presión militar, evitarla. ¿Dónde está, pues, en la esfera del poder el carácter militarista del franquismo? No, durante el franquismo los españoles olvidamos que existía Ejército y sólo en las postrimerías, cuando Franco se acababa, apareció de nuevo en escena. Es sintomático que ocasionó mucho más revuelo militar, a pesar del largo Camino recorrido por el anticolonialismo, el abandono del Sahara que el de Marruecos.

Cabe, materializando y olvidando el aspecto esencial del poder, juzgar militarista un régimen por las ventajas aportadas a la clase militar. Hablemos de ello, porque la visceral envidia española se ha cebado en cuatro signos externos para, con evidente superficialidad, generalizar. Consciente de la situación explosiva que se estaba creando en las Fuerzas Armadas, Franco, con una ley que nada tenía que envidiar a la de Azaña, aligeró los escalafones y con la escala B buscó una transición que hiciera menos brusca a los jefes y oficiales el abandono del servicio activo. Solución humana, premio de consolación, pero en ningún caso virreinato. He conocido suficientes militares de la más alta jerarquía para poder afirmar que, salvo en los casos de fortuna personal totalmente al margen de su carrera, han acabado sus días viviendo humildemente. No, el franquismo no ha sido el Eldorado para los militares; bajo Franco se. han levantado fortunas en las finanzas, en la industria, muchas en la especulación, no fue obstáculo ser izquierdista o regionalista significado, pero militar .... no se puede señalar una sola gran fortuna basada en tal origen. La realidad es que la oficialidad en activo, único criterio válido para juzgar la situación económica de la clase militar, ha tenido que recurrir en múltiples casos a la plaga nacional del pluriempleo para poder subsistir con dignidad.

Quedaba una última posibilidad. Excluida la actuación como grupo de presión o la compensación material, cabía que bajo el franquismo el Ejército se hubiera beneficiado de un apoyo presupuestario y moral que le hubieran dado esplendor y amplio desarrollo profesional. No fue tampoco el caso. A pesar de su formación y origen, Franco se distanció afectiva y profesionalmente del Ejército. Le apasionaban el Poder en mayúscula, la caza, la pesca, su finca.... pero los problemas profesionales del Ejército le interesaban poco. Para, él, era un capítulo ya sobrepasado de su historia. Y ese desinterés, en una estructura dictatorial trascendía en los presupuestos del Estado. Los años de apogeo franquista no fueron particularmente brillantes, desde un punto de vista técnico -profesional, para el Ejército. Y esto ocurría, en un momento en que el estamento militar, sediento de conocimientos y ante una diversidad de técnicas que nunca pudo antes imaginar, estaba individualmente excepcionalmente preparado. Desengañados, muchos abandonaron el Ejército que les había, formado para pasar, con resultados brillantes, a la iniciativa privada. Los trasvases son siempre un síntoma elocuente para saber de dónde sopla el viento.

No, el Ejército no ha sido especialmente beneficiario del gobierno del general Franco; ha sido, como todas las instituciones, un instrumento en sus manos. Es una rectificación que la Oposición democrática tendrá que introducir en sus planteamientos, y la reacción a los últimos acontecimientos va en este sentido. En él Gobierno ha sido clara. Las declaraciones del teniente general Gutiérrez-Mellado y los decretos del Consejo de Ministros señalan el camino de un Ejército por encima de los partidismos. Indica en unos y otros madurez, visión y responsabilidad;. y debemos alegrarnos, pues es básico para nuestra paz futura. Para ésta es indispensable que los pilares del edificio estatal no sean monopolio de ningún grupo, tendencia o partido; es necesario que todos los españoles se sientan identificados en ellos. Y eso es válido para la Jefatura del Estado, para el Ejército o para la Justicia,. En la medida en que estos cimientos sean sólidos, nos podremos permitir las mayores audacias en la renovación de la fachada y distribución del edificio. Y esta es la revolución moderna. La otra, la clásica, optaba por el derribo. Para ésta hay que estar dispuesto a pasar muchas noches a la intemperie. ¿Lo queremos los españoles

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