La triste estampa de la muerte de un piloto de fórmula 1
Es evidente que de los acontecimientos deportivos en Suráfrica, la fórmula 1 ocupa cada año lugar preferente a nivel informativo. Pero esta vez la noticia de la trágica desaparición del piloto galés Tom Pryce ha traspasado lo. meramente deportivo, y ocupaba las primeras páginas de la prensa surafricana.Cincuenta y cinco son los pilotos desaparecidos en los últimos trece años de fórmula 1, y Pryce el cuarto que encuentra la muerte en este rápido circuito de Kyalami. Peter Reyson, que paradójicamente también conducía un Shadow, fue víctima en el año 74 de la lentitud operativa de las asistencias en pista. Los bomberos no llegaron a tiempo y pereció carbonizado en los entrenamientos previos al Gran Premio de Suráfrica.
La gran victoria del austríaco Niki Lauda se ha visto ensombrecida por el doble accidente; alguien le dio la noticia mientras le colocaban el laurel de la victoria y somos testigos de que el bravo piloto a duras penas podía contener las lágrimas.Los brindis de champán quedaron suspendidos y tanto él como Scheckter, segundo clasificado de esta carrera, abandonaron el podium visiblemente emocionados.
Hasta aquí lo que podríamos considerar natural como reacción de unos hombres que se juegan la vida juntos y algunos de ellos, a veces, pierde. Pero lo realmente sorprendente y que quizás interese al lector han sido las horas siguientes a la carrera
. Durante diez largos meses del año, pilotos,constructores, mecánicos y periodistas conviven hasta el extremo de dar la imagen de una gran familia entrañablemente unida, la misma mañana de la carrera este mismo grupo de siempre desayunaban juntos, se gastaban bromas, y el propio Tom Pryce hacía sonríentes vaticinios sobre la posibilidad, de que lloviera. Pasan sólo unas horas, se inicia la carrera; a sólo veinte minutos de su comienzo el británico protagoniza uno de los accidentes más graves que se recuerdan en la historia de la fórmula 1, y cuatro horas,más tarde en el mismo hotel este sorprendente grupo humano celebra una ruidosa fiesta de cumpleaños mientras el resto baila, silba y aplaude jubilosamente.
He preguntado a algunos de ellos; lo he hecho con cuidado, pero para mi sorpresa no solamente no rehúyen el tema, sino que se enfrentan a él de modo analítico y frío, sacando solamente aquellas conclusiones que puedan servirles para evitar casos parecidos. ¿Crueldad, frialdad, falta de sentimientos? No lo creo en absoluto; diría que se trata simplemente de la necesidad ineludible de olvidar lo antes posible aquello, que pensado con detenimiento haria que se acabasen las carreras de automóviles. Otro corredor lleno de ilusiones, que no pensará en el peligro que va a correr, ocupará el lugar dentro de quince días del Shadow reparado, en el que encontró la muerte Tom Pryce. Otra carrera más tendrá lugar y todo lo ocurrido aquí pasará a ser historia y parte de este increíble juego. Locura, inconsciencia o ¿se trata simplemente de ese indomable afán del hombre por conquistar lo imposible?
Tom pryce, inglés de veintisiete años, llevaba corriendo en fórmula 1 desde el año 74. En su palmarés contaba con un total de 42 carreras pilotando siempre para el equipo Shadow a cuyos coIores fue leal. Nunca había ganado un gran premio, pero era en este momento una de las grandes promesas de la fórmula 1. Ingeniero agrónomo de profesión, comenzó su carrera deportiva en el año 1970.
Analizando las causas que causaron su muerte y la del joven comisario de diecinueve años, Van Vuuren, se llega a la conclusión de que en materias de seguridad en los circuitos sigue habiendo mucha improvisación irresponsable. Clay. Ragazzoni y Mario Andretti los dos pilotos más veteranos en la actualidad en fórmula 1, comentaban después de la carrera lo inaudito que resulta la voluntariedad de algunas asistencias a las que se asigna cometidos tan responsables y en los que a veces el nombramiento depende exclusivamente del deseo de éstos de presenciar la carrera desde un puesto de privilegiado. Particularmente estoy de acuerdo con su opinión, ya que en el momento en el que el cuerpo sin vida de Tom Pryce era extraído de entre los restos de su coche, muchos de estos jóvenes espontáneos cruzaban la pista mientras la carrera seguía, y en el lugar del accidente los coches llegaban a 270 kilómetros por hora.
Añado este comentario con la preocupación de que en nuestro próximo Gran Premio del Jarama, la organización tome buena nota de esta triste experiencia,
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