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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Los suizos dijeron no a la semana de cuarenta horas

Hoy quizá excusados por el agobio de inmensos problemas, pero respondiendo a nuestro temperamento poco atento a cuanto no sean cuestiones domésticas, pasó desapercibido un hecho capital designo positivo, en este panorama triste y decadente de la Europa de fines del 76. El día 5 de diciembre, sometida a referéndum popular, el pueblo suizo en una de las votaciones de mayor unanimidad (78 % contra 22%, y la totalidad de los cantones) ha rechazado la reducción de la semana laboral a cuarenta horas.Los sindicatos dijeron no

El proceso es una de las mayores lecciones de seriedad, responsabilidad y eficacia de un sistema político. Cuando las organizaciones progresistas (POCH.) lanzaron la iniciativa acostumbrado a la demagogla de nuestros planteamientos, imaginé la votación ganada para los autores de la propuesta que beneficiaban, además, del hábil sofisma de plantear la semana de cuarenta horas no sólo como conquista social, sino también como panacea contra el paro obrero. Posteriormente, al adherirse por amplia mayoría el congreso del Partido Socialista a la iniciativa, el resultado final parecía claro. Y de repente, sorpresa general. Los sindicatos, tradicionalmente compenetrados con el Partido Socialista, anunciaban su posición frente al referéndum: rechazo de la semana de cuarenta horas. Frente a los teorizantes del Partido Socialista, los hombres de los sindicatos comprendieron la inmensa responsabilidad en que incurrían de apoyar un planteamiento incompatible con la realidad económica.

JUAN DE XEUS

Abogado y economista de Barcelona. Vinculado a los grupos de centro de Cataluña. Forma parte de un bufete colectivo esperializado en reinas empresariales.

La lección para nosotros es evidente y múltiple. En primer lugar debemos reflexionar sobre la idea tan extendida de países privilegiados y países sancionados. Nuestra vanidad nacional nos obceca, y en lugar de reconocer en las situaciones ajenas el fruto de un esfuerzo, montamos una complicada argumentación mezcl a de conspiraciones, enerrústades ancestrales y manejos de logias, que justifican nuestra situación inferior. Suiza tiene el más alto nivel del mundo, Kuwait caso aparte, por mérito propio.

Debiera hacernos reflexionar sobre nuestro planteamiento ideológico de la política. A diferencia de los países nórdicos y anglosajones, España, y los países latinos en general, confundimos política con retórica. Los nórdicos, los anglosajones, los paises en que la democracia ha calado profundamente. tienden a huir ,de las grandes disquisiciones sobre principios teóricos. procurando en carribio reflejar las consecuencias prácticas de los mismos. Con ello el profundo sentido común de los pueblos entra en juego, éste participa conscientemente en las votaciones y la democracia es auténtica.

La posición del pueblo suizo contrasta violentamente con la reacción insustancial en nuestras latitudes. En España seguimos creyendo, o queremos creer, que las dificultades económicas son circunstanciales y de próxima solución, sin profundizar en quién o cómo se van a solucionar. Seguimos creyendo en soluciones y hombres milagro. Huimos de la respuesta evidente: esfuerzo y sacrificio. En Suiza, los primeros han dado la advertencia que yo, desgraciadamente comparto: la crisis que padece Europa no es coyuntural. es estructural. El pa sado, económicamente, es irreversible.

Realismo frente a demagogia

Si esto pasa a nivel ciudadano, la traducción a clases dirigentes, a clases políticas, se llama demagogia. A la demagogia del Partido Socialista, el pueblo suizo ha contestado con dureza. En nuestro país la demagogia no es monopolio de partido. Temo que todos, sin excepción, llevarán la campaña electoral en tonos triunfalistas. Nadie le dirá al pueblo español que resultado de cuarenta años de mentiras, incluiso estadísticas, España está viviendo por encima de sus medios. Que en un sector tan poco sofisticado cual el textil, un obrero en Alemania produce un 40 % más que en España. Que siempre en los mismos países y sector industrial, el absentismo es de 5 % frente al 20% español y que los salarios son un 30% más elevados en Alemania que en España. Tampoco nadie nos dirá que el obrero en Alemania es, en la mayoría de los casos, un español.

Una reflexión final: Me llamó la atención el silencio de la prensa española sobre el referéndum helvético. ¿Es justo?

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