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Dos debates: Manila y San Francisco

James Reston es hoy la primera firma del New York Times. Nacido en Escocia hace sesenta y seis años, doble ganador del premio Pulitzer, crítico experto de la política internacional, el gran columnista norteamericano comienza hoy a publicar sus análisis en EL PAIS.

El debate sobre política exterior no es el problema mayor que se plantea Washington. La formación de un Gobierno, no sólo competente, sino también capaz de dialogar con el Congreso y pactar con él, es mucho más importante.Este planteamiento es más arduo que la elección entre Carter o Ford, ninguno de los cuales es experto en política exterior, ya que, según Harland Cleveland, «el mundo será en la última parte de los setenta un lugar tremendamente complejo, sin un líder universal. Un mundo saturado de armas apocalípticas, donde se gastan casi 300.000 millones de dólares al año en armamento, donde hay seis naciones con potencia nuclear y 20 con posibilidad de tenerla en el futuro, donde el comercio de armas alcanza la cifra de 200 millones de dinares anuales, la mayoría vendidas por los Estados Unidos; un mundo donde las naciones están divididas por diferencias entre sí o por falta de comunicación». El verdadero debate no es el de Ford y Carter en San Francisco, sino el que está llevando a cabo en Filipinas, donde los expertos en finanzas de todo el mundo se reúnen para analizar las causar del posible caos, de las guerras futuras, y acuden a las grandes potencias industriales para que sean conscientes de la realidad de la miseria humana, de la lucha de clases entre naciones ricas y pobres.

Robert McNamara, presidente del Banco Mundial, ha dicho en Manila: «Parece que somos incapaces de comunicamos cuando se habla de pobreza. Si comparamos aquellos paises más afortunados por su nivel de desarrollo con los países más pobres, resulta que los subdesarrollados tienen un índice de mortalidad infantil ocho veces mayor, un índice de analfabetismo superior en un 60 por 100, un nivel de nutrición infantil insuficiente en proteínas. Esto es lo que significa la pobreza de 750 millones de seres, con un término medio de menos de 100 dólares anuales per capita». El futuro nos planteará problemas hoy latentes (China, Unión Soviética, la OTAN), pero basta con resaltar que estamos en un período histórico que requiere de los políticos no sólo agudeza mental, sino también gran flexibilidad y energía.

Afortunadamente, los dos candidatos, a pesar de ser rivales, no difieren, fundamentalmente, en su política exterior, aunque sí en edad y experiencia. Ford, mejor dicho, su Administración, padece un notorio desgaste a pesar de que el presidente heredó uno de los servicios exteriores más competentes. Ford tiene el apoyo de su Gabinete, aunque existan graves desacuerdos en el interior del Gobierno; Kissinger no comparte con el secretario de Defensa, Rumsfeld, ni la política a seguir con la Unión Soviética ni el presupuesto de Defensa.

Kissinger ha conseguido cierto orden, pero tropieza con una mentalidad, por parte del presidente y del Gabinete, anquilosada, sin visión para el futuro.

La Administración de Ford puede compararse a un equipo de fútbol con prestigio y con triunfos, enfrentado a un equipo rival, con imaginación, flexibilidad y juventud.

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