Djokovic denuncia una confabulación contra él en Australia: “En 2022 me envenenaron”
El serbio recuerda el episodio de su deportación en una entrevista concedida a la revista ‘GQ’ y que le gustaría reunirse con Nadal y Federer para decírselo “todo”
Nada más poner el primer pie en la sala de conferencias de Melbourne, a Novak Djokovic se le recuerda que se cumplen 20 años desde su primera aparición en el Open de Australia. Y él, 37 primaveras en la cartilla, un curso más a la carga, precisa: “El lugar donde más éxito he tenido”. Son 10 títulos, que serían 11 en el caso de que el serbio, citado en la primera ronda del torneo con el anónimo Nishesh Basavareddy (133º del mundo), lograse triunfar el próximo día 26, fecha del siguiente desenlace. Hay interés desde el exterior por comprobar qué tal funciona ese atractivo nexo con Andy Murray, su nuevo tutor, o por descifrar si llegará esta vez el dorado 25º, con el que desharía el empate técnico con la australiana Margaret Court en la cima histórica de su deporte. El presente, sin embargo, ofrece un inesperado giro: Australia y él, cielo e infierno. Un vínculo extremo.
No hay tenista masculino más laureado que él en el major de las antípodas, del mismo modo que ninguno ha protagonizado un episodio más sonado que el sucedido en 2022, cuando quiso disputar el torneo y terminó detenido, primero, y a continuación deportado. En una jugosa entrevista concedida a la revista GQ, que ha ofrecido unas pinceladas del contenido en su edición digital, Djokovic revive esos días difíciles para él y desliza que fue una víctima “política” al no haber querido vacunarse contra el covid, como lo exigían las autoridades locales a la hora de acceder al estado de Victoria. “Por ser una amenaza pública”. “Por ser un héroe”. El deportista recuerda algunos detalles del arresto y cómo le seguía la policía en helicóptero cuando le devolvieron temporalmente el visado, antes de ser expulsado del país: “Era como un fugitivo”.
Nole expresa que mantiene la misma postura de entonces —”no soy provacunas. No soy antivacunas. Estoy a favor de la libertad de elegir lo que es correcto para ti y para tu cuerpo”— y lamenta que tras ese capítulo, le proclamaron “villano número uno del mundo”. Asimismo, el tenista cuenta que de regreso a Europa para reunirse con su familia, instalada en Marbella, tuvo que rectificar el rumbo de su avión “porque en España probablemente” iba a pasarle “lo mismo que en Australia”, y que al aterrizar en su tierra natal empezó a encontrarse mal. “Tuve algunos problemas de salud. Y me di cuenta de que en aquel hotel de Melbourne [donde permaneció arrestado a la espera de que se resolviera el caso] me dieron una comida que me había envenenado”. “Descubrí ciertas cosas cuando volví a Serbia. Nunca se lo dije a nadie públicamente, pero descubrimientos que fui… Que tenía un nivel altísimo de metal. De metal pesado. De plomo y de mercurio”.
En el texto, trufado de titulares y anécdotas reveladoras, el campeón de 24 grandes profundiza en sus orígenes y la complejidad de su región, así como en el devenir de su deporte como en la relación que mantuvo con Roger Federer y Rafael Nadal, los dos hombres contra los que batalló hasta límites insospechables por ocupar el trono histórico del tenis. Es sabido que el vínculo entre él y los otros dos gigantes ha estado salpicado de asperezas y no pocas desavenencias.
Cómo retirarse
“La rivalidad con ellos me ha dado fuerza como nada lo ha hecho a lo largo de mi carrera. Eso en lo que toca al tenis”, señala en la entrevista. “Y en privado, si te soy sincero, hay altibajos. Intento ser siempre respetuoso y amable con ellos fuera de la cancha. Pero al principio no tuve esa aceptación, porque salía a la pista diciendo y demostrando que tenía confianza en mí mismo y que quería ganar. Y no creo que eso les gustara a ninguno de los dos al principio. Sobre todo porque la mayoría de los jugadores salían a jugar contra ellos, no a ganar. Y a lo mejor se distanciaron un poco más de mi debido a esa postura tan confiada. Y eso está bien. Lo acepté tal cual. Entendí el mensaje, que era: somos rivales y nada más”, agrega Nole, quien oficialmente reside en Montecarlo y alterna las estancias en el Principado con estadías temporales en la Costa del Sol y Belgrado.
De momento, Djokovic sigue confiando en lograr más éxitos sobre la pista —”si todavía soy físicamente capaz y siento que puedo vencer a los mejores jugadores del mundo en Grand Slams, ¿por qué habría de dejarlo?”—, pero al mismo tiempo admite que ya va pensando cómo retirarse. “Sí el cómo, no el cuándo”, matiza. En cualquier caso, le gustaría disponer de un hueco para sentarse a hablar con Nadal y Federer, y resolver así algunos flecos. “Me gustaría tomarme una copa o dos con ellos y hablar abiertamente de las cosas que les molestan de mí”, transmite; “o viceversa, lo que sea. Digámoslo todo. Y creo que me encantaría aprender de ellos y entender en qué pensaban, cómo manejaban ciertas situaciones en la cancha, cómo llevaban la presión del mundo cuando estaban en la cima. Y yo también tengo mis observaciones, porque los observé de la misma manera que ellos me observaron a mí a lo largo de los años”.
Concentrado ahora en la competición y en la intensidad de las dos próximas semanas, que podrían deparar un cruce volcánico entre él y Carlos Alcaraz en los cuartos de final, solicita a los reporteros que no incidan en lo del presunto envenenamiento: “Hice esa entrevista [con GQ] hace muchos meses. Agradecería no entrar en más detalles, ya que me gustaría centrarme en el tenis y en por qué estoy aquí. Si quieres ver lo que he dicho y obtener más información, creo que se podrá leer el artículo impreso en febrero”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.