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Contra el bajón británico, la luz de Jack Draper

Reino Unido asiste esperanzado al despertar del semifinalista inglés, azotado por las lesiones, tras el adiós de Andy Murray y la decepción de Emma Raducanu

Jack Draper
Draper, durante el partido contra De Miñaur en la pista Arthur Ashe de Nueva York.JUSTIN LANE (EFE)
Alejandro Ciriza

Perfilada ya la recta final de este US Open, el cartel de las semifinales masculinas del viernes revela lo siguiente: que a Jannik Sinner —triunfo contra Daniil Medvedev (6-2, 1-6, 6-1 y 6-4) y pleno de presencias en la penúltima ronda de los cuatro grandes— no le tiembla en absoluto el pulso, por mucha marejada que hubiera generado el doble positivo por clostebol que trascendió justo antes del torneo; también que los estadounidenses parecen decididos, esta vez sí, a dar un golpe sobre la mesa y a acabar con la interminable sequía que arrastran en los grandes escenarios desde 2003, con Taylor Fritz y Frances Tiafoe cara a cara y, por tanto, un representante asegurado en la final del domingo; y por último, que el nostálgico Reino Unido —por primera vez desde 2005 sin la presencia del símbolo, Andy Murray— encuentra una rendija de luz en la irrupción de Jack Draper, debutante en esta escala y sugerente proyecto de presente y de futuro.

“La generación de Draper (Draper’s generation) ha salvado mi amor por el tenis”, escribe un columnista en el diario The Times; cuanto menos osada la asociación, teniendo en cuenta que están de por medio un tal Sinner o un tal Carlos Alcaraz, y que el joven inglés apenas ha empezado a enseñar la cabeza en las cotas altas a sus 22 años. En cualquier caso, este tenista nacido en Lutton asoma como la gran esperanza, dado que Cameron Norrie (29 años y 47º del mundo) no ha terminado de cuajar y que Emma Raducanu (21 y 72ª), la chica que firmó una obra perfecta en Nueva York con solo 18 años, cuando hizo historia al conquistar el título procedente de la fase previa y sin ceder un solo set en diez partidos, se ha evaporado y no emite signos de regreso demasiado optimistas. Es él, pues, el mejor activo británico para el hoy y el mañana: tiene tiros, juventud y también escaparate.

Pese a su discreción en el día a día del circuito, ya ha hecho algunos pinitos en el modelaje; en concreto firmó por una agencia (IMG Models) y también ha desfilado para Vogue, entre otras experiencias. “Me gusta ponerme delante de la cámara”, afirma el británico, expuesto también a una delicada vivencia tras el deporte que mentalmente, dice, le ha hecho más fuerte. “Mi abuela siempre ha sido una de las personas que más me han apoyado, pero el alzhéimer es una enfermedad que te quita por completo a la persona que conocías”, lamenta; “mi padre sigue llevándola al National Tennis Centre de Roehampton para verme entrenar, pero no sabe quién soy. Y si dan mis partidos de tenis por la tele, le dice que soy yo, pero ella ya no se entera. Ojalá pudiera ver y apreciar todo lo que he conseguido hasta ahora, porque sé que estaría muy orgullosa de mí”, lamenta.

Draper, durante un partido.
Draper, durante un partido.Mike Segar (REUTERS)

Más allá del drama familiar, Draper se abre ahora paso en Flushing Meadows, donde en su trazado hacia las semifinales —esta noche contra el italiano Sinner; no antes de las 21.00, Movistar+— no ha concedido ningún set. Zurdo, sacador y especialista sobre pista rápida y césped, no ha terminado de tener fortuna con las lesiones, pero este curso ha ido dando otro estirón que se materializa ahora en el grande estadounidense. Antes, sobre el verde de Queen’s, en junio, ya apeó a Alcaraz y la temporada anterior le arañó un parcial e incomodó sobremanera a Rafael Nadal en Melbourne. Y en esa ruta hacia la planta noble, las eternas e inevitables comparaciones.

Múltiples abandonos

Le sucedía en su día al propio Murray, envuelto por el fantasma de Fred Perry, y ahora es él al que todos miran, deseando que pueda recoger de alguna forma el testigo del escocés —tres majors, número uno y un legado extraordinario después de haber tuteado a los tres gigantes— y evitar otro episodio como el de Raducanu: mucho dinero de por medio, y también demasiadas prisas. Gran decepción. En los tiempos modernos no llegaron a dar el gran salto Tim Henman ni Greg Rusedski —el cuarto puesto del listado, tope para ambos—, al pelirrojo Kyle Edmund —semifinalista en el Open de Australia de 2018— se lo comieron las lesiones y la opción de Johanna Konta en las féminas tampoco pudo seguir el rastro dejado en los setenta por Virginia Wade, dos del mundo y ganadora de tres grandes.

Raducanu, durante un partido en Flushing Meadows.
Raducanu, durante un partido en Flushing Meadows.SARAH YENESEL (EFE)

“Esto no es algo que se dé de la noche a la mañana para mí. Hace tiempo que creo que me he esforzado y he hecho las cosas bien. Sabía que llegaría mi momento”, transmite el 25º del mundo, que llegó a estar “mentalmente destruido” a consecuencia de su quebradizo físico. Un verdadero calvario: hombro, muñeca, abdominal, rodilla, cadera. De 2018 aquí, incluyendo su etapa júnior, se le contabilizan hasta 12 abandonos. “Tuve momentos en los que tal vez pensé en parar o en cosas como: ‘¿Estoy hecho para este deporte? ¿Soy realmente lo suficientemente bueno? Seguí creyendo en mí mismo, seguí trabajando. Y ahora, mi tenis está fluyendo aquí. Me siento muy fuerte. Espero poder lograr cosas increíbles a partir de ahora”, desea Draper, refrescante novedad en el cartel de las semifinales.

En 2023 disputó tan solo 31 partidos y recurrió a los challengers para recuperar el vuelo, y el anterior fueron 33. “Salí fuera del top-100 y tuve que esforzarme para volver. Aprendí mucho de mí mismo”, finaliza Draper, seguidor del Manchester United y del luchador Conor McGregor, y en cuyos auriculares suele sonar la música de Oasis y los Stone Roses. Los primeros han anunciado una gira de regreso y de retornos ya sabe, pese a su corta edad, el tenista inglés. Ahí está, y el Reino Unido le espera.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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