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Donde eran dos, ya son tres: Djokovic, Alcaraz... y ahora Sinner

El italiano tumba a Djokovic en su reino australiano y, con tres triunfos ante Nole en tres meses y el previo de Alcaraz en Wimbledon, refuerza el nuevo escenario

Sinner y Djokovic se saludan en la red al finalizar la semifinal.Foto: CIRO DE LUCA (REUTERS) | Vídeo: EPV
Alejandro Ciriza

Golpeó primero en Turín, donde tumbó a Nole en la liguilla de la Copa de Maestros y luego, a la hora de la verdad, en la final, se inclinó ante el serbio. Ocurre que solo una semana después, en Málaga, fase final de la Copa Davis, volvió a embestir al de Belgrado cuando este había ido con todo para saldar una cuenta pendiente consigo mismo en la competición por equipos. Segundo aviso. Y ahora, menos de tres meses después, se repite la escena en Melbourne, territorio sacro para el balcánico, que hasta ahora nunca había caído en una semifinal en su pista fetiche, diez de diez a su favor. No cedía el número uno en el grande australiano desde 2018 —cuando le batió Yeong Chung, hoy desaparecido— y encadenaba 33 victorias desde que le atravesara el fugaz rayo surcoreano aquella tarde. Sin embargo, aquí está Jannik Sinner, con el mazo dando: 6-1, 6-2, 6-7(6) y 6-3, en 3h 22m. El nuevo orden del tenis se presenta en sociedad en Australia. Donde eran dos, ya son tres.

“Sin duda, lo de hoy es el mayor logro de mi carrera”, dice el italiano, un tallo longilíneo que a sus 22 años se consolida no ya solo en las alturas, sino como firme candidato a todo a partir de ahora. “Cuando juegas contra Novak sabes que va a ser un partido muy complicado, sobre todo en un Grand Slam, así que cuando ves que eres capaz de ganarle, la sensación es muy buena. Fue un privilegio poder jugar contra él tantas veces en noviembre; cada partido es diferente, pero en todos aprendes. He intentado estar lo más tranquilo posible y tener en la cabeza mi plan todo el rato”, prosigue el finalista, convertido ya en el primer jugador de su nacionalidad, hombre o mujer, presente en la final del Open de Australia, donde la grada de la central asiste a un antes y un después. Se frotan los ojos. Vencer a Djokovic en su reino oceánico son palabras mayores.

“Este torneo no ha estado a la altura de mi nivel, pero eso no significa necesariamente que sea el principio del fin, como a algunas personas les gusta llamarlo”, dice el campeón de 24 grandes, tocado que no hundido. “La racha iba a terminar algún día”, expone, “pero solo es el principio de la temporada”. Confía Nole en responder ante lo que está por venir, París, Wimbledon, los Juegos, Nueva York, cinco balas en la recámara, pero nada más abrir el nuevo curso encaja un severo mandoble que borra, al menos momentáneamente, el sueño de los sueños: desmarcarse de la australiana Margaret Court, otros 24 majors. No podrá tampoco ampliar su récord en Australia, diez trofeos, y por encima de todo adivina que la amenaza crece y ya no viene de una sola parte. Se le subió a la chepa Alcaraz en Wimbledon, en julio, y ahora es Sinner el que le mira y le dice, eh, querido Novak, aquí estoy yo también, grandullón.

“Significa mucho para mí haberle ganado aquí, pero el torneo no ha terminado. No lo he ganado. El domingo [9.30, Eurosport] es una final, y las emociones serán diferentes. Todo será distinto”, contesta el tirolés de San Candido, Trentino Alto Adigio, rozando Austria; un competidor que jamás pierde el temple ni el norte, elogiado en el vestuario por su dedicación, su humildad y su compromiso. El secreto está en casa.

Respetar los tiempos

“Creo que esto se lo debo a mis padres, que tienen unos trabajos muy sencillos; mi padre es cocinero y mi madre sirve los platos en el mismo restaurante. Tienen mucho respeto por su trabajo y creo que me han transmitido esa mentalidad: respeto por el trabajo, respetar a todo el mundo, aprender a aceptar que en la pista puede ocurrir cualquier cosa. Ahí en el restaurante sucede lo mismo: puede pasar cualquier cosa y hay que mantener la calma. Creo que eso me ha venido bien. No quiero meterme prisa”, contaba a este periódico hace tres años, cuando ya se decía que detrás de esa cabellera pelirroja y ese porte de fideo había un competidor de muchos quilates. Todo era cierto. Sinner, un tenista con mayúsculas, depredador silencioso.

Djokovic, cubierto por una toalla durante un descanso.
Djokovic, cubierto por una toalla durante un descanso.MAST IRHAM (EFE)

Comentaba en ese encuentro que se trata de respetar los tiempos, que no se puede tener todo ya, y que la carrera de un tenista es larga y las prisas no son buenas consejeras, sino todo lo contrario. Esperaba pacientemente su momento, respetando la pauta de la cocción, y se abre paso ahora con los cimientos sólidos que le han aportado Ricardo Piatti, primero, y Darren Cahill en la actualidad. El salto real viene de la mano de este último. Si el 2023 se tradujo en un incesante mano a mano entre Djokovic y Alcaraz, único respondón, los cuatro últimos meses describen el ascenso definitivo del italiano, que hasta ahora no había logrado progresar más allá de unas semifinales en un gran escenario. Lo evitó en julio el serbio, en Wimbledon. “Y aquello me sirvió de mucho”, dice, mientras los hechos dicen que hoy por hoy no hay jugador más en forma ni que haya ganado tantos partidos (26, por los 17 del balcánico y Medvedev, y los 11 de Alcaraz) ni títulos (3) de octubre a aquí.

En un discreto plano, pero evolucionando constantemente, Sinner no ha desfallecido pese a que los grandes premios se le resistan. Lejos de desanimarse por la tiranía del Djokovic o el auge de Alcaraz, se ha fortalecido desde todos los ángulos: físico, técnico y táctico. Saca mejor, se mueve con más soltura, va quitándose el vértigo de encima y empieza a enseñar los colmillos. Puede por ahora con el español (4-3) y tutea al número uno (3-4). “Los partidos no se ganan solamente el día del encuentro. Se ganan porque te sientes preparado para una dura pelea física y mentalmente. Creo que después del año pasado, especialmente el final de año, cogí la confianza que necesitaba”, indica; “estoy muy feliz por Carlos, por lo que ha hecho y lo que está haciendo. Él ha llegado más lejos que yo. Ha ganado varios Masters 1000 y dos Grand Slams. Le respeto mucho y le deseo todo lo mejor”.

MEDVEDEV, ¿A LA TERCERA LA VENCIDA?

A. C. | Melbourne

Abonado a la larga distancia, Daniil Medvedev remontó el duelo con Alexander Zverev y se medirá en la final de mañana (9.30, Eurosport) con Sinner. El gigantón ruso, de 27 años y tercero en el ranking mundial, empleó 4h 18m para voltear un partido que se le había puesto muy adverso. Su mayor consistencia —41 errores no forzados por los 70 del rival— decantaron el duelo, resuelto a cinco mangas: 5-7, 3-6, 7-6(4), 7-6(5) y 6-3.

De los seis encuentros que ha jugado el de Moscú en esta edición, tres los ha dilucidado al límite: Ruusuvuori en la segunda ronda, Hurkacz en los cuartos y el alemán en la penúltima escala. “Mentalmente soy más fuerte que antes”, expresó, confiando en que a la tercera vaya la vencida, puesto que cedió las dos finales previas que jugó en Melbourne contra Djokovic (2021) y Nadal (2022).

“Espero que la experiencia me ayude, ya que probablemente no tenga ventaja en lo físico. Ha sido un torneo muy difícil para mí, pero estoy deseando que llegue el domingo”, cerró el tenista ruso, ganador de un grande (US Open 2021) y que en el cara a cara con Sinner domina por 6-3. 

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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