Gigi Dall’Igna, el genio tranquilo detrás del éxito de Ducati en MotoGP
El ingeniero mecánico italiano de 57 años, director general de Ducati Corse, es el cerebro detrás de la máquina perfecta que ha arrasado en la categoría reina los dos últimos años
El título de campeón del mundo de MotoGP es cosa de dos pilotos, Pecco Bagnaia y Jorge Martín. Ambos a lomos de una Ducati. Por eso hay una persona que se erigirá como ganadora pase lo que pase en el último gran premio del año este próximo fin de semana en Valencia. Luigi Dall’Igna (Thiene, Italia; 57 años), Gigi para todo el mundo, es el gurú que está detrás del rotundo éxito de Ducati. Tan buena es la máquina que ha construido la fábrica de Bolonia que hasta Marco Bezzecchi, con la moto del año pasado, ha certificado su tercer puesto en la clasificación general en la penúltima carrera del curso en Qatar. Las Desmosedici lo han ganado casi todo en este Mundial, y la noche del domingo, en el circuito de Losail, cazaron la decimosexta victoria de la temporada, nuevo récord absoluto en la categoría reina para un constructor.
Ahora mismo nadie le tose a Ducati y gran parte de este éxito es obra del brillante trabajo en el garaje y las oficinas de Dall’Igna, ingeniero mecánico que lleva más de 30 años metido en el mundo de la competición. “Gigi es, sobre todo, un ganador, alguien muy competitivo. Aunque no lo parezca, se desvive por ganar”, apunta Paolo Ciabbatti, director deportivo de la marca de Borgo Panigale, en conversación con EL PAÍS. El ejecutivo italiano conoce muy bien al hombre que en 2013 cambió una década de éxitos en Aprilia por el ambicioso encargo de convertir a Ducati en la referencia del motociclismo mundial. Ahora director general de Ducati Corse, el departamento de carreras de la marca, Dall’Igna puede presumir de múltiples récords y dos años con pleno de títulos tanto en MotoGP como en el World Superbike.
“Gigi es un genio, un ingeniero brutal y, además, un gran tipo muy apreciado dentro del paddock”, dice Jorge Martínez Aspar, que conoció a Dall’Igna cuando este empezaba con Aprilia. “Allí hizo un motor con un tipo de cambio especifico que marcó la diferencia, pero en aquel momento nadie imaginaba que podía llegar tan lejos”, reconoce. De puertas afuera, Gigi es un tipo muy normal. Destaca por su calma imperturbable en un mundo acostumbrado a las emociones más extremas. “La tensión la lleva por dentro y seguro que siente mariposas en el estómago como todos los demás”, matiza Ciabbatti. Su tranquilidad, dicen, es lo que le permite pensar más y mejor en situaciones de máximo estrés.
Aficionado al buen vino, tanto como para haber instalado su propia bodega en casa, quienes conocen bien a Dall’Igna le describen como un tipo familiar. Cuando puede escapar de los circuitos, le encanta irse con su furgoneta camper a parajes naturales con su mujer Lucia y sus dos hijos, Anna y Andrea. También es un deportista asiduo, y le chiflan las bicis y el esquí. Aunque ahora le cuelgan el cartel de gurú en la disciplina, su llegada al motociclismo de competición fue pura casualidad. Quiso ser físico o astrónomo, pero finalmente optó por la ingeniería y se especializó en motores. Sin más. Cuando terminó la licenciatura se puso a trabajar para una compañía de prototipos deportivos vinculada a Ferrari. Allí escribió su tesis, pero el proyecto cerró y se tuvo que buscar la vida. Su oportunidad la encontró en Aprilia. Hasta entonces, las motos le habían interesado meramente como medio de transporte tras haber recorrido de joven buena parte de Turquía y Grecia a dos ruedas.
Dall’Igna tiene aires de profesor de meditación. Ayuda su blanco cabello mullido y barba frondosa de sabio recién brotado de las páginas de J.R.R. Tolkien. Siempre escucha con máxima atención y sus diálogos son claros, concisos y reposados, nunca producto de un discurso predeterminado o del marketing que rodea habitualmente la alta competición. “Este reto final entre Ducatis es cada vez más apasionante y fascinante para nosotros”, dice sobre el apretado duelo por el título entre Bagnaia, piloto oficial de la marca, y Martín, piloto del equipo satélite Pramac, que llegan al GP de la Comunitat Valenciana separados por 21 puntos y 37 en juego. Su imparcialidad puede resultar extraña, pero es sincera y transparente. Él no se deja llevar por los colores y solo ve a dos productos suyos peleando en igualdad de condiciones por la corona mundial. “Una cosa es lo que piense otra gente de la marca, pero para él, que gane Jorge o Pecco es lo mismo. Gana Ducati y gana él”, certifica Aspar.
El método que todos quieren replicar
El éxito del ingeniero italiano se explica desde el atrevimiento y la dedicación. La clave está en su método de trabajo revolucionario dentro de la categoría. “Gigi une la parte técnica con las sensaciones del piloto, no solo se fía de los datos”, destaca Álvaro Bautista, doble campeón con Ducati en el Mundial de Superbike, un proyecto que también supervisa Dall’Igna. “Con él, no todo lo que funciona sobre el papel es validado, ya que el piloto tiene mucho poder de decisión”, añade. Ciabbati resume su fórmula en dos elementos esenciales. “Primero, aceptamos cierto riesgo en el desarrollo de piezas para estar siempre por delante de los demás. Esto cambia mucho la convención establecida por las fábricas japonesas hasta ahora. En segundo lugar, compartimos toda la información entre ingenieros y pilotos, y eso ha acelerado también la capacidad de responder en pista”, explica. Hay que añadir un tercer elemento que la fábrica de Bolonia nunca ha escondido: Ducati cuenta con ocho motos punteras y ocho pilotos con estilos muy distintos que les permiten desentrañar más rápido que nadie los secretos de cada trazado.
El incontestable dominio actual, sin embargo, llega tras un largo y arduo camino. “Ahora que sabemos lo bonito que es ganar, queremos seguir haciéndolo”, ambiciona el propio Dall’Igna. Gigi levantó poco a poco, con mucha paciencia y las ideas muy claras, el proyecto de Ducati. En su día, la Desmosedici fue una moto indomable y temida como lo es hoy en día la Honda de la que ha huido Marc Márquez para recalar, precisamente, en la moto italiana. La máquina que domina actualmente MotoGP nació de las cenizas del proyecto fallido junto a Valentino Rossi, que dejó Yamaha para intentar un éxito todavía sin precedentes: que ganaran una moto y un piloto italiano el título de MotoGP.
Cuando accedió al cargo, Dall’Igna apostó por un grupo de ingenieros jóvenes muy capaces y lideró a la tropa boloñesa saliéndose de los esquemas tradicionales. “Gigi desarrolló áreas a las que nadie prestaba atención”, destaca Ciabatti. En 2015, apostaron por una moto completamente nueva que por primera vez introdujo elementos aerodinámicos y conceptos más propios de la Fórmula 1 al mundo de las dos ruedas. Hoy son el resto de fábricas las que intentar replicar el método Dall’Igna, que siempre parece tener guardado un as bajo la manga cuando las demás marcas se acercan. Gane Bagnaia o gane Martín en el Ricardo Tormo de Cheste este domingo, ganará seguro una Ducati y el genio tranquilo que lleva una década detrás del proyecto que ha transformado por completo el universo de MotoGP.
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