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Los Hispanos y su regla del bronce: derrotan a Eslovenia (23-22) y se cuelgan otra medalla

La selección masculina de balonmano, que nunca ha perdido en unos Juegos en la lucha por el tercer puesto, logra su quinto bronce olímpico

Los jugadores de España celebran la medalla de bronce.Foto: ALEX PLAVEVSKI (EFE) | Vídeo: EPV
Lorenzo Calonge

En el balonmano hay una cosa clara: si España se juega un bronce olímpico, no hay discusión, es suyo. La bendita regla de los Hispanos, que caen en las semifinales y se levantan para subirse al podio. Atlanta 96, Sídney 2000, Pekín 2008, Tokio 2020 y París es la secuencia del feliz bronce de la selección de balonmano, un equipo que se recicla como ninguno para continuar en la élite.

Se resolvió, como corresponde al grupo de Jordi Ribera, en el último metro del desfiladero. El lanzamiento final de Mackovskev murió en los pies de Gonzalo Pérez de Vargas y explotó la selección en la mañana de Lille, obligada en dos días a olvidar las penas de la derrota con Alemania.

La nueva obra de esta España reformulada desde Tokio la construyó Pérez de Vargas, la mayor certeza de España, Jorge Maqueda le metió la guindilla este domingo, Álex Dujshebaev dirigió el avión en la tormenta, Aleix Gómez voló en su esquina para frenar a Eslovenia, y como siempre es capaz de encontrar las soluciones en los callejones más estrechos, un extremo postizo como Miguel Sánchez-Migallón se inventó dos goles desde el rincón en la segunda mitad.

Del bronce de Japón al bronce de Francia, se tejió otra España que llegó al mismo destino. Más de la mitad del equipo cambió respecto a la cita nipona. Pero esta vez debió reconstruirse del golpe extra en las semifinales, porque Alemania sí era ganable, mucho más que Dinamarca en Tokio. El lamento de Pérez de Vargas de “era hoy” tras caer semifinales dejó en el ambiente la duda de si esta vez también encontraría el resorte anímico. Y lo tuvo, por supuesto. El oro se lo llevó Dinamarca, que barrió a Alemania 26-39.

La primera respuesta debía ser de carácter y nadie mejor para espantar flaquezas que Jorge Maqueda, un soldado que siempre va hacia adelante. Él agitó a un equipo al que le volvía a costar en ataque: cuatro goles en 16 minutos (4-6). Su aparición en lugar de un apagado Imanol Garciandia metió a la selección en otro carril. Dos goles seguidos suyos en penetración, una exclusión forzada, y una ración de arengas, más una mejora defensiva colectiva, espabilaron a los Hispanos en la primera parte.

Lesión de Aleix Gómez

Jugarse un bronce al alba, con café y cruasán en las gradas, no pareció la mejor estrategia en la última jornada olímpica. Aun así, la gente acudió en masa al campo de fútbol de Lille convertido en cancha de balonmano (y antes también de baloncesto). Los porteros marcaban el paso en el arranque y Blaz Janc era el elemento más indetectable para la defensa española (cuatro tantos al intermedio).

Al 12-12 de la pausa, los dos conjuntos llegaron con las legañas lavadas. España tomó el mando con ligeras ventajas, pero no rompió. Como mucho, dos tantos de margen. Encontraba, eso sí, dianas en caladeros menos habituales: dos de Abel Serdio en el pivote y, sobre todo, un par de Sánchez Migallón desde el extremo izquierdo en un momento de descanso de Dani Fernández. Con eso y las paladas de Agustín Casado, la selección mantenía el pulso frente a una Eslovenia en la que Aleks Vlah siguió el camino de Janc.

A España le quedaba todavía otra maniobra de escapatoria, cuando los balcánicos voltearon hasta el 19-20 a falta de ocho minutos. Y ahí el flotador fue el cirujano Aleix Gómez (21-20). Un gol del mayor de los Dujshebaev pareció evitar otros segundos finales angustiosos (23-21 a falta de dos minutos), pero tampoco. Eslovenia se puso a uno, se lesionó Aleix Gómez en la última posesión de los Hispanos y los balcánicos tuvieron 19 segundos para forzar la prórroga.

Otro thriller y este con final feliz. El de siempre, el del bronce olímpico. Cinco medallas en unos Juegos y todas del tercer escalón. Una hora después del choque, algunos jugadores todavía seguían dándole vueltas al “y si hubiéramos ganado la semifinal…”. Una espina que no impidió otra conquista.

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