Una mirada, dos oros y un 3x3
Las baloncestistas han ido sumando partidos angustiosos y victorias, elevando el objetivo hasta el infinito y más allá
Una mirada. Probablemente, no hay en España actualmente una persona más querida y apreciada que Carolina Marín. Falta le va a hacer todo ese cariño ante lo que le viene por delante. Superar el trauma, recuperarse de su lesión y decidir su futuro profesional. Conocí personalmente a Carolina en 2014, cuando aceptó la invitación para venir a Colgados del Aro (canal de Youtube y Twitch que os recomiendo) a pasar la tarde y ver un partido del Mundial de baloncesto que se jugaba en España. Acababa de proclamarse por primera vez campeona mundial, lo que nos tenía a todos algo descolocados. ¿Una española? ¿En bádminton? ¿No es un deporte donde siempre ganan los asiáticos?
Además de ser lo suficientemente educada para contestar con toda la paciencia del mundo nuestras preguntas de desconocedores absolutos de su deporte, me pareció una flipada. Pero una flipada en el buen sentido. Cuando hablaba de su presente y futuro mostraba una mirada de determinación tremenda y una sorprendente seguridad en sí misma para sus 21 años. A pesar de cierta timidez, sus ojos gritaban nada es imposible, esto del Mundial es solo el principio y ya veréis lo que voy a ser capaz de hacer. Un brillo que ahora, lógicamente, ha desaparecido y que espero que recupere a tiempo para este nuevo y delicado proceso al que se enfrenta.
Dos oros. Simone Biles no suele fallar. Domina de tal forma esta disciplina, tanto en lo deportivo como en lo mediático, que me entró una duda. ¿Qué piensan sus rivales como la brasileña Rebeca Andrade o la italiana Alice D’Amato del hecho de haber coincidido temporalmente con una extraterrestre? ¿Motivación extra para alcanzar sus límites? ¿Bendición para su deporte? ¿Maldición para ellas, que tendrían unas cuantas medallas más a repartir si no existiese Biles? La respuesta la he encontrado rápidamente. Aprovechando los pocos errores que comete la norteamericana, D’Amato y Andrade se han llevado para casa un oro inesperado que les habrá sentado a gloria. Está claro que Simone es una bendición para la gimnasia, competir con ella, una de las mejores de la historia, es todo un reto que les debe servir a sus rivales de motivación para ser cada día mejores y multiplica por diez el valor y la satisfacción de un triunfo sobre ella, aunque lleguen con cuentagotas.
3x3. No me digáis que no es bonito que justo la novena medalla llegue en 3x3. Pero aquí acaban las casualidades. Este inesperado éxito tiene de todo menos casualidad. Es el triunfo de la perseverancia de unas cuantas jugadoras y una federación (Ana Junyer decisiva) que apostó por esta novedosa modalidad para atraer a un público joven al que dicen que se les hace bola un partido de dos horas en versión clásica. El compromiso de las jugadoras, que sacrificaban vacaciones, hizo crecer al grupo en la pista y en sus complicidades. Llegaron los juegos de Tokio y el 3x3 se convirtió en deporte olímpico. España tuvo en su mano el deseado billete, pero un inesperado cortocircuito ante Japón les retiro el pasaporte en la prórroga. Tres años después, la historia estuvo a punto de repetirse. Pero el deporte a veces te quita y otras te da. La tiró de espaldas Gracia Alonso de Armiño, acontecimiento viral, y se hizo justicia.
No contentas con estar en unos Juegos, desde el primer día se pusieron a hacer lo que mejor saben: competir. Cada partido en París ha sido angustioso, resolviéndose en los últimos instantes. Lideradas por la sabiduría de Vega Gimeno y Sandra Ygueravide, y soportadas físicamente en la frescura de Juana Camilión y Alonso de Armiño, los partidos han ido pasando, las victorias cayendo y los objetivos elevándose hasta el infinito y más allá, donde están ahora.
Llegar desde la irrelevancia hasta una final olímpica ha sido un largo proceso que obliga al recuerdo y reconocimiento de jugadoras como Aitana Cuevas, Marta Cañellas, Paula Palomares y otras que pusieron su esfuerzo y dedicación para ayudar a recorrer un camino que hoy ha alcanzado gloria. A todas, pasadas y presentes, mi más sentida enhorabuena.
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