El plusmarquista mundial Joshua Cheptegei se corona en el 5.000m de la decepción y la esperanza de Mo Katir
El atleta murciano termina octavo de una final en la que no pudo entrar en acción en los momentos decisivos, mientras Marta Pérez (4m 0,12s) vuelve a mejorar su marca (en la final de 1.500m
Hay dos carreras, dos miradas.
Una es la del aficionado llevado por el torbellino de emociones, por el deseo, desatadas por un atleta que deslumbra batiendo récords con la facilidad de quien hace churros, con unas piernas mágicas que todo lo pueden. Para él, el 5.000m del adorado Mo Katir es la carrera de la decepción.
La otra mirada, la otra carrera, es la del propio atleta llevado por el torbellino de una carrera en la que siente que todos los rivales van contra él, porque le temen, porque no le quieren, porque le consideran un intruso en su territorio, porque aunque Katir haya nacido cerca del Atlas y tenga sangre tan africana como la suya --su padre, marroquí, su madre, egipcia--, el atleta ha vivido desde que andaba a gatas en Mula, y allí ha crecido y se ha criado, y se ha hecho atleta. Y es español. La suya, la que él vive, es la carrera de la esperanza. Y el día más señalado se ve mal desde el principio. No fluido. Aguanta forzado los ritmos que le marcan. Sin las frescura de sus récords. Corre por la calle dos. El día importante no ha estado bien. En los últimos 400m tendría que haber estado peleando, y no llega. Cada día es una carrera. Cada carrera es un mundo.
Este es el 5.000m de la decepción: 4.400 metros al tren del ugandés Jakob Kiplimo, que prepara el terreno para su jefe, el plusmarquista mundial Joshua Cheptegei; 100 metros de tormenta y caos; 300 de huracán, y ciclón los 200 metros finales, los que coronan campeón olímpico a Cheptegei, el mejor fondista de la generación post Mo Farah. Es el heredero de la gran tradición africana del fondo. Gebrselassie, Bekele, Farah, Cheptegei, la cadena.
¿Mo Katir? Desaparecido.
En la fase del tren, regular como el Talgo, 2m 36s el kilómetro, ritmo sostenido, al alcance de todos, el atleta de Mula --el gran favorito de los especialistas y las casas de apuestas, el deseado de la afición española encandilada por su verano de fuego-- viajó incómodo, en vagón trasero, abierto casi a la calle dos, mientras todos los demás, en fila india, contaban los metros, controlaban el ritmo, se preparaban.
En los metros de la tormenta, cuando Cheptegei empezó a agitar las aguas y hubo lucha y codos y ansia por colocarse bien, por estar en el sitio necesario, Katir empezó a retroceder. Se desvaneció en el aire caliente de la noche de Tokio, una gota más en la atmósfera. Terminó octavo. 13m 6s, un magnífico tiempo si no fuera porque su mejor marca, hace un mes, es de 12m 50s, si no fuera porque Cheptegei ganó con 12m 58,15s. Y el segundo, el canadiense Mo Ahmed (12m 58,61s) y el tercero, el estadounidense Paul Chelimo (12m 59,05s) y hasta el cuarto, el keniano Nicholas Kimeli, terminaron por debajo de los 13 minutos.
Por primera vez desde Los Ángeles 84, año de boicot africano, no llegó al podio ningún atleta con la bandera keniana o etíope, el valle del Rift, la patria del fondo, aunque Chelimo, quien como estadounidense ya fue plata en los Juegos de Río, los de la despedida de Farah, nació en Iten, la capital del fondo en Kenia.
Este es el 5.000m de la esperanza. Lo relata Mo Katir, de 23 años, debutante en unos Juegos tan solo unos meses apenas de aparecer en el firmamento del fondo mundial. “Esto no es fácil”, dice. “Aquí hay muchísimo nivel. Los que saben de atletismo saben quién es Cheptegei, quién es Kiplimo, quién es Chelimo... Esa gente tiene muchísima experiencia en campeonatos. Y yo soy un novato en unas olimpiadas. Para mí, venir aquí ya es un gran logro, y, so solo eso. Soy finalista olímpico en un 5.000m, y hace muchos años que un español no lo era [hace 25 años, Enrique Molina terminó séptimo en la final de Atlanta]. Es un diploma. Es un gran logro y una gran motivación para el futuro”.
“Tengo 12.50m, una gran marca, pero Cheptegei tiene el récord del mundo, 12.35m”, advierte. “No hay punto de comparación. Aún me falta muchísimo por aprender. Tengo 23 años. Estoy muy orgulloso de mí y de lo que he conseguido. Lo he dado todo, pero mis rivales han sido superiores, y ya está. No hay ninguna queja. No siempre se gana. La gente se cree que esto es fácil. Detrás de una pantalla quizás parezca fácil, pero que vengan aquí y demuestren lo contrario. Es una locura. No sé cómo explicarlo. Me voy feliz a mi casa y quiero descansar. Y seguir mejorando, creo que puedo dar un cambio más. Ojalá algún día pueda conseguir una medalla, pero hay que tener paciencia. Solo hay que creer en mí ya está. El año que viene hay Mundial...”
Marta Pérez llega a los cuatro minutos
La friolera Marta Pérez llegó de Soria a Tokio, vía Madrid, con una mejor marca de 4m 4,88s y, tres carreras después, una serie, una semifinal y una final, se va novena del mundo y rozando los cuatro minutos, 4m 0,12s, la segunda española de la historia detrás de Natalia Rodríguez, de cuyo récord español (3m 59,51s) se quedó 61 centésimas, lo que no le pesa. La final fue la de la derrota de la holandesa Sifan Hassan, que llevó el ritmo de la carrera aceleradísimo y fue superada al final por la keniana Faith Kipyegon, que repite el triunfo de los Juegos de Río 2016, y con una marca, 3m 53,11s, que es nuevo récord olímpico, y por la escocesa Laura Muir, que batió el récord británico (3m 54,50s), una plusmarca más en la vorágine de Tokio. A Hassan, ya campeona olímpica de 5.000m, deberá aún disputar la final de los 10.000m, su último objetivo.
Con 18 centésimas menos, Marta Pérez, habría logrado el pleno casi, bajar de los cuatro minutos, una barrera que toda atleta de mediofondo desea superar, y terminar octava, como Katir, con un diploma olímpico. Ella, prudente, habría preferido la gloria olímpica. “Me quedo con las ganas del diploma”, dice. “El récord de España, no digo que lo vaya a hacer, pero en un carrerón es posible, pero un diploma en los Juegos... ‘Soy parte de esto. Sé que no soy la novena mejor del mundo...”
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