Rodrygo está iluminado: doblete y asistencia en la victoria del Madrid en Cádiz
El brasileño, que suma cinco goles en sus últimos tres partidos con el Real, dirige el triunfo de un equipo diezmado que mantiene el pulso por el liderato
Cuando arrecia la carestía, este Real Madrid diezmado de Carlo Ancelotti siempre encuentra un filón donde antes no aparentaba que hubiera premio. Empezó siendo Bellingham, inesperado pichichi de la Liga con 11 goles, uno más que como todo el Cádiz, y ahora ha emergido Rodrygo, hasta hace nada el futbolista con peor puntería de Europa, de repente otra vez iluminado. Con el doblete en el Nuevo Mirandilla acumula cinco goles en sus últimos tres partidos con el Madrid. El Real regresó a casa líder a la espera de lo que haga este lunes el Girona contra el Athletic (21.00, Dazn).
En realidad, la exhibición de Rodrygo no debía haber sucedido. El Madrid llegó a Cádiz bajo la sombra de la desdicha después de las lesiones de Vinicius y Camavinga en el parón. También con los rescates de Bellingham y Ceballos. Pero ya cerca de alcanzar el estadio para el partido, perdió a Brahim, cuya presencia se había anunciado en el once. Se mareaba, vomitaba.
Su lugar lo ocupó Rodrygo, que llegó de su estancia con Brasil casi tocando el timbre del médico también. Además de la kilometrada, de las derrotas contra Colombia y Argentina y de sufrir un intenso episodio de ataques racistas, el brasileño aterrizó con molestias en una rodilla. En la primera alineación enviada a los árbitros, Ancelotti le había situado en el banquillo, pero el desarreglo de Brahim lo envió al campo.
Cuando agarró la pelota en el costado izquierdo del área de Ledesma y empezó con un caño su insólita expedición hacia el primer tanto, estaba donde no se había planificado que estuviera. Empezó entonces a circular entre una aglomeración. Parecía alejarse del gol, aparecía aún más gente, hasta ocho contrarios además del portero, pero el brasileño encontró una rendija desde la que acertar en la escuadra.
Hasta entonces, el Madrid no había conseguido controlar el encuentro. El Cádiz de Sergio González salió bravo a un partido que hacía 32 años que no ganaba, en medio además de una racha desalentadora: llevaban ocho jornadas sin vencer, que terminaron siendo nueve, algo que no les pasaba desde 2005. Pero se lanzaron a buscar al Madrid al área de Lunin, al que amenazaban cabeceando centros de cerca y con tiros lejanos. A los cabezazos les faltaba puntería, o fuerza, pero los disparos desde fuera de Roger exigieron al ucranio al límite. El guardameta se ha encontrado con una segunda oportunidad inesperada, después de las lesiones del titular, Courtois, y del contratado para sustituir al titular, Kepa. Lunin pareció flotar cuando espantó a mano cambiada un tiro del delantero del Cádiz dirigido a la escuadra.
El arrojo del cuadro de Sergio, además de la incomodidad del Madrid, le liberaba espacios a su espalda. Cuando escapaba, la cuadrilla de Ancelotti buscaba explotar a la carrera aquella invitación, con envíos largos a Joselu y Rodrygo, siempre oliendo a peligro.
Aunque el Real transmitió aún más sensación de amenaza en una situación de la que podría haberse anticipado lo contrario. Sergio aumentó su habitual línea de cuatro defensas a cinco, y el Madrid se manejó con soltura frente a ese pelotón en el que se apretaban nueve futbolistas. Sin Tchouameni ni Camavinga, Ancelotti dispuso un cuadrado con Valverde y Kroos en la base y Bellingham y Modric por delante. El alemán y el croata, que terminó lesionado, no coincidían en el once desde el fiasco del Metropolitano, pero Modric ligó bien con el inglés y eso dio luz al Madrid en una zona que anunciaba atasco.
Aunque el iluminado es Rodrygo, que vio cómo Joselu no empujaba una pelota que le había dejado a puerta vacía y que enseguida surcó de nuevo el área de izquierda a derecha, esta vez solo entre cuatro, y volvió a marcar. Antes de retirarse a descansar y dejar su sitio al debutante Gonzalo, delantero aún en el Castilla, el brasileño tuvo tiempo para asistir a Bellingham, que sigue sumando a ritmo de matador profesional. Una función brillante después de una época oscura con la que el Madrid mantiene el pulso en cabeza pese a la acumulación de desgracias.
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