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Kämna gana la etapa de la Vuelta a España al final de una subida recortada dos kilómetros

El ciclista alemán del Bora se impone en Caravaca de la Cruz, donde Roglic acelera y saca 2s a todos los favoritos

Vuelta a España
Kämna levanta el puño al cruzar ganador la línea de meta en Caravaca de la Cruz.Manuel Bruque (EFE)
Carlos Arribas

Siempre pasa algo al llegar a Caravaca. Hace casi 20 años, Valverde, una figura con futuro por entonces, se cayó, el pelotón se paró para no aprovecharse, pero no se paró el fugado solitario, el norteamericano David Zabriskie, el amigo psicodélico de Floyd Landis -aquel ciclista que escuchaba a Pink Floyd y comenzó a producir cannabis médico después de perder un Tour por dopaje-, que ganó la etapa de la estepa murciana con 20 minutos de ventaja. El primer domingo de septiembre de 2023, pasó la dana en forma de viento y miedo.

Una etapa cardiaca; un final chapucero, indigno. Después de la dana, los abanicos, el frenesí y la escapada, gana un clásico de las grandes fugas, el alemán de 26 años Lennard Kämna, ciclista sensible y fuerte, que suma en el cuadro de su bicicleta la muesca del alto silvestre de Caravaca de la Cruz a las de sus victorias en Villard de Lans en los Alpes del Tour y a la del Etna en el Giro.

Fue Kämna, y tras él, su perseguidor, el italiano también fugado Matteo Sobrero, cuñado de Filippo Ganna, el único que ascendió a full los ocho kilómetros del carrusel, suerte de montaña rusa sobre asfalto nuevo y estrecho, y barro. Escalones y vaguadas. Los demás, los grandes, que llegaban a más de tres minutos, tuvieron derecho a un recorte de dos kilómetros: debido a la peligrosidad apreciada por quienes pasaron en coche, al barro, a la gravilla, al miedo a la lluvia en las partes más empinadas de la subida, las rampas del 20% que todos temían y algunos deseaban, la organización decidió que se tomarían los tiempos 2.050 metros antes de la pancarta de meta, y allí, sobre una valla se encaramó Fernando Escartín, director técnico de la carrera, agitando un banderín amarillo para anunciar el final del sufrimiento. Completaban la escena, casi de sainete, dos conos de obra en el suelo marcaban la línea de meta y la comisaria cronometradora, que, armada de lápiz y papel, tomaba tiempos, apuntaba los números de los corredores y coleccionaba sus dorsales.

Ante ellos pasó como una exhalación Primoz Roglic, que probó de nuevo a Remco Evenepoel lanzando un sprint largo, de más de 200m. Es su terreno, es la especialidad del esloveno juguetón, que en nada sacó 2s a Mas, Evenepoel y Vingegaard, y 9s a Kuss, Soler y Landa. Después, todos se pararon y amiguetes en grupeta, charlando y contándose historias divertidas, subieron tranquilos los dos últimos kilómetros, los más duros, ante la incomprensión de los aficionados poco avisados. “Está muy bien que la organización haya tenido este detalle con nosotros”, dijo, sin ironía, Enric Mas, a 11s en la general de Evenepoel, la referencia de los favoritos. “Está bien que tengan cada vez más en cuenta la seguridad de los corredores. Somos ciclistas, pero también personas, padres de familia…” También Sepp Kuss, que mantiene el liderato con 2m 24s de ventaja sobre el belga, apoyó el recorte. “Ha sido una decisión correcta”, dijo. “El asfalto no estaba muy bien y se patinaba en las curvas…”

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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