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GENTE CON LUZ

Dani Molina: “No soy un campeón de la vida, soy el mejor deportista del mundo en mi categoría”

El triatleta, de 50 años, oro en los Juegos Paralímpicos de París, se reivindica como deportista excepcional más allá de su discapacidad: “Mi hijo me pinta con la prótesis y me ve como un superhéroe”

Dani Molina, en Guadalajara, con su medalla de oro de triatlón en los Juegos Paralímpicos de París 2024.
Dani Molina, en Guadalajara, con su medalla de oro de triatlón en los Juegos Paralímpicos de París 2024.Bernardo Pérez
Luz Sánchez-Mellado

Llega a lomos de la ultraligera Orbea gris y rosa con el dorsal 323 con la que recorrió los 20 kilómetros de la prueba ciclista del triatlón de los Juegos Paralímpicos de París, después de la de natación y antes de la carrera, y con la medalla de oro que ganó ese día metida en la riñonera. Con esos detalles, Dani Molina, que se revelará como un hombre hipersensible que se emociona varias veces durante la entrevista, hace las delicias del fotógrafo ya que, además, ha propuesto quedar en la “rotonda de la bici”, una enorme glorieta presidida por una gigantesca bicicleta de hierro, muy cerca de su casa en Guadalajara. Al bajarse a saludar, impresiona oír chocar contra el asfalto la prótesis de su pierna derecha, que le amputaron desde la rodilla tras un accidente de moto cuanto tenía 22 años, una pieza especialmente diseñada para anclarse directamente al pedal. Cuando, tras posar para las fotos, Molina se sienta a charlar en el bar de una gasolinera cercana, se quita el casco y las gafas de competición y mira a los ojos, me quedo tan perpleja que se lo suelto a bocajarro:

Le habrán dicho mil veces que es clavado al rey Felipe.

Sí, hasta la reina Letizia, cuando me felicitó en París, me dijo: “Eres igual que mi marido”. No me disgusta la comparación [ríe].

¿Lleva la medalla encima para que no se la quiten?

La llevo conmigo porque aún no me lo creo. Una medalla como esta se tarda mucho en asimilar, aún no soy consciente de lo que hemos hecho. Un oro olímpico es muy especial. Como deportista no puedo conseguir nada más.

Entonces, ahora, ¿qué? ¿Existe la depresión posmedalla?

Sí, algo de eso hay, y lo normal es que te pase. Cuando uno llega a lo que ha soñado toda la vida, puede haber cierta desmotivación, pero lo bueno es que tengo el campeonato de Europa en dos semanas y el del mundo dentro de seis, y ahora solo pienso en entrenar porque quiero volver a ser campeón de Europa y del mundo. Tengo un objetivo a corto plazo.

Estudió arquitectura técnica, pero vive del deporte. ¿Se considera bien pagado?

Considero que gano lo suficiente para haber podido ganar esta medalla, para mantener mi familia y vivir muy bien. Pero he pasado épocas en las que no tenía ni para ir al cine o tomar algo y en casa vivíamos gracias al sueldo de mi mujer [se emociona]. Dani Molina iba a ser campeón en 2016, pero de repente mi categoría salió de los Juegos Paralímpicos y nos retiraron la beca ADO. Fue como quedarme en el paro. Tuve que atravesar el desierto sin dejar de entrenar para no perder la forma hasta que la disciplina volvió a entrar y volví a cobrar.

Habla en tercera persona y en plural mayestático, como el Papa. ¿Por qué?

Es que hemos creado una marca. Dani Molina es un triatleta que vive por y para el deporte. Yo soy el que corre, nada y pedalea. Pero tengo a todo un equipo detrás. A Dani Rodríguez, el mejor entrenador del mundo, que es como mi hermano. A una familia, a una mujer y a unos hijos detrás. A unos patrocinadores que me han apoyado cuando no era nadie y otros que se han ido sumando. No podría ir solo por el mundo.

Le confieso que no sabía quién era usted hasta que ganó el oro. ¿Los periodistas ignoramos a los paratletas?

Bueno, al final te hacen caso según lo que generas. A Cristiano Ronaldo lo conoce todo el mundo, y a otros futbolistas, no. Pero es verdad que los paralímpicos parece que salimos de la nada cuando ganamos una medalla. Y no. Llevamos años luchando, compitiendo, viajando, entrenando durísimo, dejándonos la vida. Existimos encima y debajo del podio.

¿Cree que los Paralímpicos de París han contribuido a visibilizarlos?

Totalmente, Francia ha hecho un trabajo magnífico, llamando a llenar las calles y los estadios. He alucinado viendo las gradas de la piscina llenas con 20.000 personas. Normalmente, a los campeonatos paralímpicos van los padres, los hermanos y los primos de los atletas, si van. Y esto es deporte en su estado más inmenso. Hemos pasado de ser vistos como esos cojitos, mancos o ciegos campeones de la vida a serlo como deportistas de élite. Alguien de quien dices: hostias, ese tío, o tía, cómo nada, cómo corre, cómo salta, cómo lo que sea, sin más etiquetas.

¿Le molesta que le llamen campeón?

No, porque lo soy. Soy campeón olímpico, he ganado cinco mundiales, seis europeos, he ganado 37 oros de 57 carreras. Entonces, cuando te llaman campeón, sí, pero paralímpico, parece como si lo tuyo fuera menos deportivo y más una historia de superación y tal. Y, mira, no: lo de la superación fue hace 27 años, cuando tuve el accidente. Si lo que he hecho yo lo hubiera hecho un atleta con las dos piernas sería Dios. Entonces, yo no soy un campeón de la vida, soy el mejor en lo mío, el mejor para triatleta español de la historia. Nadie ha hecho lo que yo, y, joder, cuesta mucho que los medios te lo reconozcan.

¿Cómo fue esa superación hace 27 años?

Soy un milagro andante, con y sin prótesis. Yo tenía que estar muerto. Eso me dijeron los médicos. Vivo gracias a un chaval de la Cruz Roja que me taponó la femoral en la carretera con la pierna que luego me tuvieron que amputar. Entonces, yo era un niñato de 22 años con un bar de copas y una moto, más o menos guapete, que tenía éxito con las chicas, bastante gilipollas y que se llevaba mal con sus padres. Me creía Dios, era inmortal, lo tenía todo de cara. Y entonces, un día que iba con la moto a 80, por el carril de la derecha y tranquilo, la vida me dio una hostia y me puso en mi sitio.

Dani Molina posa, en Guadalajara, con la bicicleta con la que ganó el triatlón en los Juegos Paralímpicos de París 2024
Dani Molina posa, en Guadalajara, con la bicicleta con la que ganó el triatlón en los Juegos Paralímpicos de París 2024Bernardo Pérez

El fotoperiodista Emilio Morenatti, al que una bomba le voló una pierna en Afganistán, me dijo que daría su premio Pulitzer y quemaría su archivo por volver a ser bípedo. ¿Daría usted su medalla por lo mismo?

Para nada. No cambiaría mi vida de ahora por la de antes. Claro que hay días malos. Claro que tengo dolores y sufrimiento. Tuve una infección, se me puso la rodilla como una bota, y volví a entrenar. Pero, si fuera una persona normal, entre comillas, no hubiera llegado a ser campeón olímpico ni tendría la vida que tengo. Pero me gusta la mía. El deporte me lo ha dado todo. Hay gente mucho peor que yo. Hay cosas peores que estar muerto.

¿Le ha impresionado algo o alguien que haya visto en los Paralímpicos?

Mira, el otro día, cenando yo solo en la villa olímpica, vi entrar a un matrimonio mayor con su hijo: un chico en una silla de ruedas, entubado, que lo único que movía era la cabeza, y poco. Yo le miraba y decía: eso no es vida, eso no es vivir. Yo lo tengo todo, hago mi vida al 99% no tengo derecho a quejarme.

Defina el dolor de sus entrenamientos para quien no lo conoce.

El peor dolor de mi vida no es ese, sino en los 20 días posteriores al accidente. Los recuerdo como una tortura. Se equivocaron al ponerme un catéter para anestesiarme y no me hacían efecto ni los calmantes de rescate justo cuando me acababan de amputar la pierna. Yo lloraba, lloraba y lloraba y mi madre, al lado, ya no sabía qué hacer. No se me olvidará jamás. Ese sentimiento lo comprendes cuando eres padre [se emociona]. Mira, no daría nada por recuperarla, pero daría la otra pierna por mis hijos.

Tiene 50 años. ¿Tiene un plan B para cuando se retire de la competición?

Siempre hay un plan B. El mío es retirarme a mi casa del pueblo, aquí cerca del pantano de Sacedón. He invertido mi dinero en esa felicidad, pero creo que para las personas avispadas e inquietas siempre hay un futuro. Si quiero tener un trabajo. estoy convencido de que no me faltará. Gracias al deporte he hecho muchos contactos, muchos amigos, conozco a muchísima gente...

Ahora es cuando me dice que le tienta la política. No sería el primer atleta en meterse en ella.

Bueno, ya fui en las listas del PP a la Junta en Castilla La Mancha y no salí de puro milagro. Iba para apoyar la candidatura, pero no quería salir porque no se puede ser deportista de élite y político: tienes una disciplina de comidas, de viajes, de todo.

¿Cuál sería su medida estrella?

Deporte, deporte y deporte. El deporte es salud, bienestar, vida, valores, un motor económico excelente para las ciudades y algo importantísimo para los niños. Y, en eso, los paratletas somos un ejemplo. Yo voy al colegio de mi hijo a recogerlo, y a darles charlas, y los niños alucinan. No dicen: “pobrecito, el papá de Gonzalo, le falta una pierna”, sino que dicen: “jo, mira lo que hace”.

Para sus hijos será Superman, claro.

Bueno, al mayor, que tiene ocho años, ya le cuesta darme un beso cuando lo dejo en el cole. Pero, sí. Me pintan con la prótesis. Yo me pongo bermudas en abril y me las quito en noviembre. Una vez una niña le pregunto que le pasa a tu papá, y él le contestó: “Nada, mi papá es así”. Esa sería la normalidad absoluta, que nos vean normales como somos.

Entre usted y yo, ¿le dio mucha grima nadar en el Sena?

En peores ríos he nadado. Se le ha dado mucha importancia a eso. Al final es un río urbano por el que pasa de todo, incluida un montón de mierda. Lo han hecho más épico de lo que es. Estoy acostumbrado a nadar contracorriente en pantanos y en mar abierto. Nado bien en cualquier sitio. Para ganar en París la estrategia fue sencilla: cuanto mejor nades en sitios duros, más fácil es agotar a los rivales y que sufran para que lleguen a la bici cansados. Entonces, fui machacándolos a todos, aunque luego perdiera más tiempo en la bici. En triatlón no importa el tiempo, la marca es secundaria, lo que importa es ganar.

Eso de machacar a los rivales no suena muy deportivo que digamos.

[ríe] Bueno, es una forma de hablar. No soy una máquina, aunque mi entrenador me dijo una vez que yo era la mejor máquina que entrenaba. Soy muy competitivo. No me gusta perder ni al ajedrez. Me enseñó mi hijo Gonzalo, y el tío me tumba, y me jode que no veas.

NADAR, PEDALEAR, CORRER

Daniel Molina Martínez (Madrid, 50 años) nació por segunda vez a los 22 años, el día en el que un accidente a lomos de su moto le seccionó la femoral y cuya recuperación exigió la amputación de su pierna derecha desde la rodilla. Hasta entonces, nadaba como deportista aficionado pero, al salir del hospital, la natación, primero, y el triatlón, después, fue el asidero al que el entonces estudiante de Arquitectura Técnica se agarró para superar el trauma. Como paratleta, Molina ha sido cinco veces campeón del mundo y seis de Europa, antes de ganar el oro en los Juegos Paralímpicos de París 2024. Para él, la prótesis es, más que un cacharro, una extensión de su cuerpo. Tiene por lo menos siete: “Dos de correr, dos de caminar, una para la bici, una para practicar esquí y otra para esquí acuático”. No descarta añadir alguna a su colección. “Siempre se puede mejorar la técnica, pero la verdadera máquina soy yo”, bromea.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.
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