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Carlos Alcaraz, del éxtasis al diván

El murciano, saturado mentalmente, paga el precio emocional de cuatro meses a todo gas, con 28 encuentros a la espalda, mucha gloria y el añadido de los Juegos

Carlos Alcaraz golpea durante el partido contra Van De Zandschlup en la Arthur Ashe de Nueva York.
Carlos Alcaraz golpea durante el partido contra Van De Zandschlup en la Arthur Ashe de Nueva York.Geoff Burke (USA TODAY Sports via Reuters Con)
Alejandro Ciriza

El día después de la caída y del terremoto, manos a la cabeza todo el mundo la noche anterior, en Flushing Meadows se intenta dar con los porqués y se repite la pregunta en uno y otro rincón: ¿Qué demonios le pasó a Carlitos? ¿Qué pasa ahora mismo por esa mente saturada? ¿Por qué perdió así y ahora, firmando el que haya sido probablemente su partido más pobre en un grande y frente a un jugador, Botic van de Zandschulp, que previamente no había conseguido birlarle siquiera un set en los dos cruces previos?. Habla un tenista herido y anímicamente fundido y confundido, consumido a raíz del esprint emocional efectuado en los cuatro últimos meses y de otra temporada a todo gas, curvas y más curvas en las buenas y en las malas. Tiene 21 años y, por tanto, mucho que aprender.

“Siento que en vez de dar pasos hacia delante, he dado pasos hacia atrás en tema de cabeza”, explica tras ceder por 6-1, 7-5 y 6-4 (en 2h 19m) frente al neerlandés, de 28 años y 74º del mundo. “Y no entiendo por qué, porque venía de un verano espectacular, de Roland Garros [campeón por primera vez], de Wimbledon [segunda], saliendo de ahí diciendo que mentalmente había dado un paso hacia delante, como que me había dado cuenta de que para ganar grandes cosas o Grand Slams había que estar duro de cabeza”, continúa; “vengo a esta gira y es como que he dado pasos hacia atrás. Como que mentalmente no estoy bien, como que no estoy fuerte. Uno de los problemas que tengo es que no sé controlarme, no sé cómo gestionarlo y eso es un problema”.

Intenta razonar Alcaraz desde una circunstancia novedosa para él, la de un fuera de serie muy joven que no está acostumbrado a la derrota y que sigue descubriendo la sinuosa realidad de la élite, independientemente de la categoría; de arriba abajo en apenas mes y medio, la franja transcurrida entre el segundo entorchado en Londres y este varapalo neoyorquino. Entre medias, emociones a raudales, una sobredosis de adrenalina y lo que desde el interior del circuito tenístico se interpreta como una anomalía a la que no pocos prefieren renunciar: los Juegos. Tuvo la derrota contra Novak Djokovic en la final de París un calado superior al expresado y la experiencia olímpica contrajo un doble peaje.

Alcaraz se lamenta durante el encuentro.
Alcaraz se lamenta durante el encuentro.SARAH YENESEL (EFE)

De entrada, desapareció la fase de transición lógica entre Wimbledon y el US Open y, en consecuencia, la pausa, el descanso y el intervalo mental necesario para recargar las pilas; en total, 28 encuentros de Roland Garros aquí. A ello se le suma los abruptos cambios de superficie —cuatro en este último trimestre; tierra-hierba-tierra-cemento— y la elevada erosión física derivada del tándem formado con Rafael Nadal, de ese artificioso Nadalcaraz que exigía de un precio: doblar partidos en la cita y competir con otro extra de responsabilidad para estar a la altura de las circunstancias. No decepcionar, más presión. Quedó la foto, pero el cilindraje el murciano se resintió y el posterior desenlace contra Djokovic terminó haciendo mella en el subconsciente de un chico que, todavía, está aprendiendo a comprender y a procesar.

Pausa y reflexión

“Tengo que ver qué ha pasado o qué me pasa exactamente. Ha sido un verano con muchas emociones, muy exigente. El calendario del tenis es muy apretado. He tenido mis momentos de desconexión, pero bueno, pienso que todavía estoy conociéndome y que a lo mejor como persona necesito más tiempo. Tengo que ir conociéndome a mí mismo, saber qué necesito en cada momento”, alega contrariado después de un episodio que tendrá una severa repercusión en el ranking. La pérdida de puntos —670, puesto que defendía las semifinales alcanzadas el curso pasado en Nueva York— le expone a la posibilidad de caer del podio y complica sobremanera la opción de cerrar el año como número uno, objetivo pretendido y verbalizado por el tenista a su incorporación a esta gira norteamericana frustrada.

Alcaraz y Nadal, en un partido de los Juegos de París.
Alcaraz y Nadal, en un partido de los Juegos de París.Phil Noble (REUTERS)

Primero el capítulo vital de los raquetazos contra asfalto en el estreno de Cincinnati, fruto de la tensión acumulada, y luego la noche torcida ante Van de Zandschulp, cuando el compromiso anterior frente al desconocido Li Tu (186º) ya había insinuado que se avecinaba marejada. Sorprendente, en todo caso, el prematuro adiós a Nueva York. “La verdad que no he pensado en toda la exigencia tan seguida y en que eso [la carga física y mental] es lo que me podría haber afectado”, admite Alcaraz, protagonista de una sensacional temporada en la que ha alzado dos grandes —posee ya cuatro, la misma cifra que campeones como Manolo Santana, Ken Rosewall, Guillermo Vilas o Jim Courier— y en la que ahora se produce un viraje en falso, a raíz de la derrota más severa de su carrera en un grande.

Por delante, un trimestre que hasta ahora se le ha resistido (los dichosos otoños alcarazianos) y en el plazo inmediato, un análisis necesario. Parar, reflexionar y coger aire. Ahora mismo, el de El Palmar es un tenista sobre el diván. “Hay mucha presión sobre él. Ha hecho algo tan, tan bueno este verano, tan increíble, que al final la cabeza quizá le haya dicho: ‘ya’. Viene de ganar dos grandes, ha perdido en una segunda ronda; deberíamos hacerle la ola cada día”, se pronuncia Paula Badosa, la única superviviente —merced al triunfo sobre Elena Gabriela Ruse— junto con Jessica Bouzas. Las dos se sostienen en un escenario que ha ya borrado el nombre de Alcaraz del cartel y que ahora se abre: ¿Zverev? ¿Medvedev? ¿Acaso Djokovic otra vez? ¿Turno para la campanada? Enlazaba el español 15 victorias en los grandes y su repentina ausencia resuena.

Pero así es Carlitos, un rayo que de la misma forma que desaparece, acostumbra a volver. Y vaya si vuelve.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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