Ivan Rakitic: “Nosotros lo queríamos mucho más que ellos”
Al Sevilla se le han escapado seis Supercopas continentales, las últimas cuatro las tuvo cerca. En 2023 la dejó pasar ante el mejor equipo de la actualidad, el City
Siete veces campeón de la Europa League para engrosar un palmarés de quince títulos, al Sevilla se le han escapado seis Supercopas continentales, las últimas cuatro las tuvo cerca. En 2015, 2016 y 2020 cayó en las prórrogas ante Barça, Madrid y Bayern, casi nada. En 2023 la dejó pasar ante el mejor equipo de la actualidad, el City. Esta vez la UEFA se compadeció de los actores, aún en rodaje, y suprimió el alargue. Todo se definió en una tanda de penaltis que pendió de un hilo. El quinto lanzamiento del City lo tocó Bono y se coló a la red, la réplica de Gudelj se estrelló en el larguero. Más que nunca fue una cuestión de centímetros para el Sevilla que disparó las lágrimas del marroquí, al que el mercado puede llevarlo lejos del Pizjuán. “No hay nadie que le quiera más que nosotros. Decida lo que decida siempre tendrá a la familia sevillista con él”, resumió Rakitic.
“Hicimos muchas cosas bien. Es una pena no llevar la Copa a casa. Ellos lo celebran con normalidad y nosotros hubiéramos quemado el estadio. Nosotros lo queríamos mucho más que ellos”, concluyó el croata. “Tuvimos nuestras opciones ante el mejor equipo del mundo. Merecimos ganar”, resumió Jordán. “Teníamos que dar el máximo y luego ya se vería el resultado. Si el equipo cree y pelea es muy buen equipo y tenemos que cultivarlo”, apuntó el centrocampista catalán.
El Sevilla recuperó su mejor versión, la que Mendilibar le dio tras un tiempo oscuro con Sampaoli. Entre pizarras que buscan espacios y superioridades, el técnico de Zaldibar escribe un guion que de tan sencillo parece sofisticado. Quizás para entenderlo haya que remontarse al origen de un técnico que como futbolista jugó ocho temporadas en el Sestao. A finales de los ochenta aquel combo estuvo cerca de dar el salto a Primera con un ideario que fomentaba la presión sobre el poseedor del balón, algo que entonces apenas se estilaba. Mendilibar no estaba, ni de lejos, entre los más esforzados. Era titular porque le sobraba clase y abrazó un estilo que ha sabido ir poniendo al día: desde que en 2001 se sentó el banquillo del Aurrerá nunca se ha pasado una temporada entera sin entrenar. Y ahora se exhibe en los grandes escenarios.
Mendilibar no engaña a nadie. Sus equipos remiten en muchos aspectos a aquel Sestao: recuperación, balón a los costados y búsqueda de rematadores. “Se infravaloran los centros”, explica el técnico, que el sábado pasado tras caer en el estreno liguero contra el Valencia volvió a las fuentes: “Hemos jugado poco sacando centros y no nos podemos confundir: somos un equipo que juega sacando centros”. En Atenas, justo después de la primera pausa de hidratación, Acuña se sacó uno monumental que En-Nesyri cabeceó con estrépito a la red.
A En-Nesyri se le midió en el último Mundial un testarazo conectado a 2,78 metros de altura. O lo que es igual, si se lo propusiese podría golpear el larguero con la mandíbula. Ante el caramelito que le envió Acuña se colgó de Aké y de Gvardiol, que tampoco es cuestión menor. A Mendilibar le gustan los delanteros como En-Nesyri, seguramente porque es tan sencillo y directo como él: remata centros y va de lujo al espacio. Y además aprieta la salida de balón del rival. Que se lo digan a Guardiola que se llevó un par de sustos en el inicio del partido cuando los sevillistas se lanzaron como tigres a por Akanji, que ejercía el rol de reforzar la medular cuando el City movía la pelota. El entrenador de los 36 títulos en la élite tuvo que ajustar sobre la marcha la salida de la pelota.
En-Nesyri pudo salir del examen con matrícula de honor, pero la nota se le rebajó porque no redondeó la labor de desmarque y galope con la que se generó hasta cuatro mano a mano con el meta Ederson. Quizás ahí echó de menos que le nutriesen desde un lateral. Lo advirtió Mendilibar y se ve que tomaron nota en el City más ecléctico. El empate llegó con un centro de Rodri que cabeceó Palmer en el segundo palo. Y las opciones más claras en el asedio final llegaron a partir de balones al área. Hasta que los penaltis, más azarosos que nunca, decidieron y En-Nesyri se marchó cabizbajo a rumiar su desdicha sentado en el banquillo.
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