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PAISAJES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Dejarse entrenar

Este concepto, con el que Scariolo se ha referido a la selección española en el Eurobasket parece simple, pero está fuera de las tendencias, fuera de todo aquello que no es el espectáculo

Sergio Scariolo
Sergio Scariolo da instrucciones durante el España-Finlandia de cuartos de final del Eurobasket 2022ALBERTO NEVADO/FEB (ALBERTO NEVADO/FEB)
Andoni Zubizarreta

Se lo he leído a Sergio Scariolo referido a su grupo para el Eurobasket: “A partir del tercer o cuarto día siempre tuve la sensación de confianza, de disciplina y de respeto. Y de dejarse entrenar por todos los jugadores”.

La primera parte de la declaración es importante, porque desvela un grupo de jugadores que valoran y entienden su llamada para este evento deportivo de máxima exigencia y la responsabilidad que ello exige, además liderados por un seleccionador de elevado prestigio, de una selección española asociada al éxito y en plena transición. El ying y el yang. Riesgo y oportunidad. Pero es la segunda parte la que me ha llamado mas la atención: “Dejarse entrenar”.

Ya, ya sé que usted considerará que esa es una condición necesaria, aunque no suficiente, en cualquier deportista de élite que quiere alcanzar sus máximos logros, en cualquiera que se pone en manos de una persona que va a marcar sus designios, sus logros y los pasos para alcanzarlos. Pero, amigos futboleros, he de decirles, que este concepto que parece simple y, casi banal, está muy demodé, fuera de las tendencias, fuera de todo aquello que no es el espectáculo. Vamos que el entrenamiento solo es interesante si genera y produce contenidos audiovisuales que puedan ser puestos en las redes, puedan ser producidos como contenidos exclusivos que podamos luego vender o paquetizar para, de esa manera, generar contenidos exclusivos, únicos y, de tan únicos, absolutamente controlados.

Claro, que esto puede generar un grave problema ya que de tanto llenar los 365 días del año con partidos del siglo, de derbis increíbles, de giras imprescindibles, de torneos de selecciones ineludibles, hemos dejado, para eso que Sergio Scariolo, y con él la mayoría de entrenadores, consideran un valor diferencial, un tiempo mínimo, escueto, reducido, un tiempo que en el fútbol se dedica más a la recuperación que al puro entrenamiento, haciendo que el entrenamiento invisible del que hablaba el mítico Luis Aragonés sea hoy en día más importante que el trabajo en el campo. Y que todo el acompañamiento en lo audiovisual permita al jugador entrenarse sentado en la silla de la sala de vídeo.

Pero la declaración de Scariolo me habla de otra cara de este asunto. Esa que detecta a los jugadores que quieren ser entrenados, aquellos que saben, detectan, conocen, sienten que no tienen todas las respuestas porque las preguntas son infinitas y que necesitan a alguien que les guíe en ese laberinto. Sí, claro que tienen, los que ganan sueldos importantes, un equipo de profesionales que trabajan para ellos, de forma individual, de forma personal, pero todos esos profesionales saben que su salario depende de que su jefe, el jugador, esté contento con ellos. Y eso, claro, condiciona, aunque no debería, los debates y discusiones.

Pero yo les hablo de ese tiempo que el jugador pasa junto a sus compañeros, ese tiempo en el que lo colectivo es más importante que lo individual, ese tiempo en el que el entrenador debe poner el nosotros por delante del yo y que debe demandarme para mejorar aquello de lo que todavía carezco o desarrollar aquello que tengo, pero que todavía puede crecer. Aquello que se puede entrenar y que, mejorando lo mío, mejora lo colectivo. O que mejorando lo colectivo, mejora lo mío.

Claro que este showbusiness en el que se ha metido el fútbol tiene otra solución (también la describe Scariolo en su entrevista), de que si el jugador no evoluciona por sí mismo se va al mercado, a ese inmenso mundo de las expectativas, y se ficha, cambia, transfiere, cede o lo que haga falta para tener una cara nueva, un nuevo talento, un nuevo producto para que la rueda siga funcionando.

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