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Fernando Carro, del cielo al infierno, y regreso

Después de nueve meses lesionado y con dos huesos menos, el atleta madrileño gana el campeonato nacional de media maratón

Carlos Arribas
Fernando Carro
Carro, en los 3000m obstáculos de los Juegos Olímpicos de Tokio.DIEGO AZUBEL (EFE)

Son las palabras de Fernando Carro: “Al llegar a [los JJ OO de] Tokio me lesioné en el isquio. Al regreso, aguanté un mes la forma que tenía, que era una forma excepcional”, dice el plusmarquista español de 3.000m obstáculos, uno de los mejores especialistas europeos. “Llegaba a los Juegos para tocar el cielo, y, de repente, vi el infierno. Mierda. Se ha acabado todo…”. Solo pasados nueve meses, y después de operarse en ambos pies en enero, pudo Carro, de 30 años, volver a sentirse en su gloria, aunque no en su prueba adorada, y tan maltratadora de sus tendones, siempre en el punto de rotura, siempre chillando de dolor. Era la media maratón (21.097,5 metros), competición en la que debutaba —”Ni siquiera sabía la distancia exacta, y se reía de mí mi entrenador”, dice, ya todo buen humor y optimismo—, y en la que se proclamó el domingo 19 campeón de España.

Viajó Carro del cielo al infierno y de regreso al cielo, pero, entre medias, el purgatorio.

La desesperación, y el grito de “¡mierda!”, le llegó un mes después de Tokio. En Madrid forzó la recuperación del isquio con largas sesiones en la Alter G (el rodillo que simula falta de gravedad para no dañar las articulaciones), que le permitieron mantener la forma pero le dejaron sin fuerza en los pies. “En el mitin de Budapest me hice daño, y en París, una caída en la ría me provocó una rotura en el tendón izquierdo, el otro, porque el derecho me lo operé hace cinco años”, dice Carro, que en Berlín, hace cuatro años, logró la plata en los Campeonatos de Europa. “Sufro la deformación de Haglund, en el calcáneo, el hueso del talón. En la zona en la que se inserta el tendón de Aquiles tengo unas protuberancias sobrecrecidas, una deformación congénita. Esa protuberancia presiona los tendones y provoca las microrroturas. ¿La solución? Quitarme las protuberancias. En los dos huesos. Eso hizo en enero el doctor David López Capapé”.

Peaje emocional

El atleta se mira las dos cicatrices en los talones y se siente nuevo. Las cicatrices le hablan también de la crisis emocional y de relaciones sentimentales por la que atravesó, e hizo más duro el camino. “Cuando tenía que rehabilitar los pies volqué todo a nivel emocional. Me centré en las amistades, en el periodo emocional de cambio convulso en el que estaba...”, cuenta. “Y, ahora, ya recuperado a nivel físico, el lado emocional está tan desequilibrado, que lo centro todo en el físico, a entrenar como un cabrón. Seis meses que para el mundo han pasado muy rápidos y para mí un poco lentos”.

Tan sentimental como es él, un atleta de corazón, lo es el equipo que le ha guiado en la recuperación. Los fisioterapeutas Bodoque y Sergio, el entrenador, Arturo Martín. “Y luego, la materia prima fundamental, que es Fernando Carro”, dice Bodoque, el padre del bodoquismo, la filosofía del atletismo y la generosidad que aplica desde la camilla en el CAR de Madrid. La materia prima ha respondido. “He ido a la Blume desde el quinto día de la operación. Bici, primero; luego elíptica, luego Alter G, luego Alter G y carrera en la calle, luego calle, luego doblando...”, enumera Carro. “Seis meses de incertidumbre entrenando todos los días que te dan para pensar mucho. Nunca en dejar el deporte: mi profesión, y también un faro a nivel personal que siempre me ha guiado”.

La última traba que le queda por superar es lograr romper con los obstáculos, la materia vital de la que está hecha su carrera, para dar el salto a las pruebas de ruta antes de acabar en el maratón, el destino lógico. “Arturo Casado ya me dijo: ‘Fernando, desde el primer día que te vi en el grupo, vi que podías ser mucho mejor en la ruta que en la pista’. Lo decía por mi zancada y mi pisada. Por su efectividad”, dice Carro. “Una parte de mí quiere volver al obstáculo; la otra me dice que si me puedo defender tan bien en la ruta, y aprovechar el tirón mediático que tengo con los runners, que son los que mueven los patrocinios... No saben la barbaridad que es correr a 2.41m el kilómetro saltando rías y vallas, una animalada. Pero les dices que corres la media maratón a 3m o 3.01, y fácil, enseguida ven que es una locura. Es que ha sido fácil para mí…”.

La otra parte de Carro, la romántica, le dice que nunca olvide el obstáculo. “Mi entrenador me dice: ‘No me gustaría que la prueba te eche, sino que tú le digas adiós…’. Este año, no, pero el año que viene, pensando en los Juegos de París, o en la Copa de Europa en Vallehermoso, son cosas que puede tener cierta magia pelear por ellas, porque en forma estoy. En dos meses, ya estoy para reventarlos a todos en cualquier prueba. Menos huesos, como los coches de carrera, más ligero, sin asientos… Y más rápido…”. Y hasta feliz, en el cielo de nuevo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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