Caeleb Dressel vuelve tras la depresión
El velocista estadounidense, la gran estrella de la natación mundial, aspira a ganar siete oros en Budapest tras confesar que sufrió problemas psíquicos al acabar los Juegos de Tokio
El viejo Gregg Troy lo describió con su proverbial laconismo puritano: “Lo presionaban tanto y se presionaba tanto a sí mismo que se rompió”.
Este sábado por la mañana, Caeleb Dressel, el nadador más rápido de la historia a pecho descubierto, el hombre que ha salvado las distancias de 50 y 100 metros a mayor velocidad sin enfundarse un bañador de poliuretano, se lanzará a la piscina del Duna Arena de Budapest tras superar la peor de sus depresiones.
Víctima de una mente perfeccionista y cruel, se hostigó a sí mismo incluso después de conquistar cinco oros olímpicos en los Juegos de Tokio, algo que solo habían conseguido Michael Phelps y Mark Spitz, los mitos más inaccesibles de su deporte. “El momento monumental en la vida de un nadador son los Juegos Olímpicos, un acontecimiento que se produce cada cuatro años y en el que mi prueba más larga dura 49 segundos”, dijo Dressel, para explicar la clase de vacío en el que se zambulló tras su apoteosis en Tokio, hace un año. “¡Me sentí tan perdido! Quería dejar el agua para siempre pero sabía que el agua era uno de mis lugares de seguridad. Estaba entre la espada y la pared. Me sentí miserablemente mal durante un par de meses”.
El muchacho de Florida, de 25 años, confesó al periodista Graham Bensinger que aquello que más le atormentaba era no haber podido batir sus mejores marcas en 50 y 100 metros de nado libre, a pesar de haber ganado las pruebas. “No era justo conmigo mismo”, dijo. “En absoluto. Acababa de ganar cinco medallas de oro en el escenario más grande y solo pensaba en que debería haber nadado más rápido”.
Ataques de pánico
Hasta las Navidades de 2021, el deportista más laureado del equipo de Estados Unidos se postró en su habitación sin ganas de nada. Un pozo que conocía desde que en el último año del instituto secundario comenzó a sufrir ataques de pánico y melancolía. Christina, su madre, lo confesó en la televisión americana como quien practica una catarsis: “Se encerraba en su cuarto con las persianas bajadas y se negaba a comer. No quería rodearse de gente. Estaba hundido en una profunda depresión”.
Esta vez no fue diferente. Lo superó lentamente a base de psicólogos, gimnasios y piscinas. “A finales de enero me vi levantando unas pesas que en mi vida había levantado”, dijo; “y ya me sentí en forma de nuevo”.
En busca de sensaciones renovadoras, Dressel dejó a Gregg Troy para sumarse al grupo de Anthony Nesty, exmariposista olímpico y entrenador jefe de la Universidad de Florida, en Jacksonville. De la mano de Nesty, responsable de la preparación de Bobby Finke y Kieran Smith, la natación estadounidense recuperó en Tokio el terreno perdido durante años en las pruebas de resistencia y formó un polo de atracción en la costa caliente del Atlántico. No solo Dressel sintió la llamada del cardumen. Katie Ledecky, que acabó su ciclo universitario en Stanford, cruzó el continente para domiciliarse en Jacksonville como nadadora profesional y ayudante de Nesty, en la nómina de entrenadores de la universidad.
En Budapest no estarán Emma McKeon, ganadora de siete medallas en Tokio, ni Ariarne Titmus, récord mundial de 400 libre, las mejores nadadoras de los últimos Juegos. Ambas han preferido acomodar su preparación a los Juegos de la Commonwealth que se celebran en Birmingham en julio. Esto despeja el camino de Ledecky, que a sus 25 años acumula tanta experiencia que se le ha puesto cara de secretaria de Estado. Su reto tiene mucho de campaña propagandística en estos tiempos belicosos. Si logra el quinto título mundial consecutivo de 800 metros libre, las notas de The Star-Spangled Banner se cargarán de una resonancia particular cuando suenen junto al Danubio de Orbán, en el espectro de influencia de Putin.
Kristif Milak, el retador
Ledecky, como la heroína local Katinka Hosszu en las pruebas de estilos combinados, sueña con unirse a la lista de nadadores que han logrado cinco campeonatos mundiales seguidos en una disciplina. Hasta ahora solo tres lo consiguieron: Grant Hackett en 1.500, Ryan Lochte en 200 estilos, y Sun Yang en 400 libre.
El panteón de los más persistentes y fiables todavía no acoge a Dressel, tantas veces paralizado en su adolescencia por episodios de alteración emocional. El Duna Arena no puede constituir un recinto más propiciatorio. En sus aguas, durante el Mundial de 2017, Dressel se convirtió en el hombre más rápido del mundo. Allí estableció el récord americano en 100 libre y allí se convirtió en el primero en proclamarse tres veces campeón mundial en un día: 100 mariposa, 50 libre y relevo de 4x100.
Hace cinco años en Budapest, Dressel igualó el récord de siete oros de Phelps en los mundiales de 2007. Su regreso al lugar que le vio despegar cierra un círculo brillante. Repetir los cuatro oros individuales en 50 y 100 libre y en 50 y 100 mariposa, como hizo en 2017, 2019 y 2021, parece una tarea más sencilla que en Tokio. La renuncia de Kyle Chalmers, el velocista australiano, le coloca ante un único retador a la altura de su prestigio. Kristof Milak, el rey húngaro de la mariposa, récord mundial de 200, promete la carrera más apretada del programa: la final de los 100 metros, prevista para el viernes 24.
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