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Juan Pedro López, nuevo líder del Giro de Italia de 2022

El ciclista, de 24 años, llega segundo en la ascensión al Etna y se convierte en el primer español con la ‘maglia rosa’ desde Alberto Contador en 2015

Juan Pedro López, del Trek-Segafredo, celebra este martes en el podio su liderato en el Giro de Italia 2022.
Juan Pedro López, del Trek-Segafredo, celebra este martes en el podio su liderato en el Giro de Italia 2022.JENNIFER LORENZINI (REUTERS)
Carlos Arribas
Rifugio Sapienza (Etna) -

Se subía al Etna en mula para arrancarle la nieve, propiedad del obispo, y transportarla al puerto de Trapani, donde la comparaban los pescadores, que la necesitaban para conservar el pescado, o los pasteleros, para hacer helados y granizados. Se sube en coche para descender con esquís por las laderas de su cráter, siempre de fuego, y se sube en bicicleta para bajar volando, sintiendo en el rostro la libertad del viento, o para tocar la gloria del Giro de Italia, que es una camiseta color de rosa y qué bien le sienta a Juan Pedro López, ciclista de Lebrija, Sevilla, donde Juan Peña y el buen pan de Domi Vélez.

Queda segundo de la etapa en el Rifugio Sapienza, rozando los 2.000 metros, tocando la nieve casi, y al frío no le engaña el sol muy brillante. Le gana el alemán Lennard Kämna, su compañero de fuga, en un mano a mano falsificado –ambos ciclistas ya se lo han hablado, el viejo acuerdo, para ti la etapa, para mí la maglia--, y pese a ello a punto están de chocar en la última curva, muy cerrada, y el sevillano da un puñetazo, de rabia, de furia, alegría, al manillar de la bici. “Me lo decían en el coche, que iba a ser maglia rosa [el líder, Mathieu van der Poel, ya se ha quedado en Biancavilla, a las puertas del Etna, y llega a 23 minutos], pero no me lo creía”, dice, y emocionado se echa a llorar. “He pasado momentos muy difíciles. El hijo de un amigo, pues, está en el cielo, y nada [y se seca las lágrimas con la bocamanga de su rosa], creo que va por él, por mi familia”.

López, Juanpe para los aficionados, tiene 24 años, 1,70 metros, 60 kilos, es pura voluntad y uno de los ciclistas españoles que llegan para llenar un vacío muy hondo y se ha trabajado a fondo la gloria, que le llena tanto, o más, como la emoción que sintió cuando su Betis le ganó la Copa al Valencia. Todo lo hizo con inteligencia y una frialdad que parece imposible en su voz emocionada en la meta, cuando solo acierta a decir que no se lo cree, que ha tardado 10 minutos en asimilarlo y que solo piensa en gozar el rosa, disfrutarlo cada kilómetro que lo vista. “Y cuando tenga que trabajar para mis jefes, Ciccone o Mollema, pues lo haré, es mi oficio”, dice el ciclista lebrijano que empezó a ser ciclista en el equipo juvenil que organiza Alberto Contador y corre desde hace tres años con el Trek de Luca Guercilena. “Ya me dicen todos que Contador fue justo el último español que vistió la maglia rosa, cuando ganó el Giro de 2015, y también que Contador también se vistió de rosa en el Etna en 2011, pero por aquel entonces yo no seguía el ciclismo, solo el fútbol, tenía 13 años. Luego lo he visto todo en vídeos”.

Juanpe se cuela en la gran fuga, 14 ciclistas, a la salida de la playa de Avola, donde los almendros y la una tinta de Avola, y su vino, que los griegos ya gozaban en Siracusa. El Etna no es aún más que una gran masa borrosa e incierta, un gran telón detrás de Catania, y sus casas se agolpan en sus laderas y tienen el color de la ceniza que llueve regular cuando el volcán arde. La fuga se emborrona cuando la carretera se empina, tan lejos de la cima aún, y las líneas del volcán se aclaran, y las definen los ciclistas por sus carreteras limpias, y es más negra que su asfalto la ladera de lava seca, y los muros de ladrillos de basalto que renacen todos los años, como la naturaleza, pinos, nuevos robles, y los grafiti que brotan todas las mañanas como en las tapias de las vías del tren, y el viento frío de cara. Unos de la fuga miran para atrás, esperan la llegada de sus capitanes, tan tranquilos en el pelotón todos salvo el otro López del Giro, Superman, que se ha retirado porque le duelen las piernas desde hace días.

Otros miran para adelante. Quieren ganar la etapa. Juanpe es uno de ellos. Tiene las ideas tan claras como las líneas del volcán. Deja que todos se muevan que se declaren, que se gasten y solo cuando la carretera más se empina, y alcanza el 14%, a falta de 12 kilómetros, sale de la protección del grupo, ya solo son seis, de supervivientes de la fuga y se lanza decidido a por Oldani, uno que atacó demasiado pronto y se queda seco. Juanpe avanza solo. Ya piensa en la victoria de etapa, en la maglia rosa, en todo. “Ataqué ahí, en lo más duro, cuando me lo aconsejó el director”, dice Juanpe. “Yo no conocía la subida”. El director es Adriano Baffi, italiano de Cremona, que es sabio y veterano. Y solo cuando la soledad le pesa recibe Juanpe el auxilio de Kämna, un alemán de 25 que llegó brillante y animado al ciclismo, que le ganó a Carapaz una etapa en el Tour a los 23 y que a los 24 sintió el vacío y el agobio de la presión. Tanto talento tiene que nadie se conformaba con nada de lo que hacía. “Estuve un año sin correr, buscándome”, dice. “Descubrí que me gustaba demasiado el ciclismo, que tenía solo que cambiar el enfoque. Ya no pienso en ganar la general de las grandes. Me divierto mucho más buscando las etapas”. Para buscar la etapa sale en búsqueda de Juanpe a siete kilómetros de la meta. Lo alcanza a 2,5. Ambos se apoyan, se protegen. Hablan. Cuando hay premio para todos, nadie se niega a colaborar. Es el ciclismo de siempre. Para uno la etapa. Para el otro la maglia. Y una frase lo resume, la dice Juanpe: “Creo que este es uno de los momentos más felices de mi vida”.

Detrás de ellos, los favoritos del Giro se olvidan de los cabeza de puente que han lanzado y de la lucha por la etapa. No es el Etna, demasiado tendido, tanto viento, lugar para atacar, sino para ir a rueda. Richard Carapaz y sus Ineos lo sabe. Deciden hacerles la vida imposible a los ruederos. Tiran fuerte. Todos. De uno en uno. Narváez, Sivakov, Castroviejo, Porte. Un tren que va dejando atrás vagones sueltos. Valverde, Bilbao, Mikel Landa, los españoles se enganchan bien. También Yates y Kelderman, pero Guillaume Martin, llegando a su querido Rifugio Sapienza, pierde más de un minuto, Nibali, dos, y Dumoulin, el más tocado, más de seis. Segundo asalto montañoso, el viernes, camino de Potenza por la cresta de los Apeninos. Donde, probablemente, Juanpe López, un chispilla de Lebrija, seguirá de rosa, feliz.

Ahora, López, producto de la factoría Contador —donde debutó como ciclista amateur en 2016—, aventaja en 39 segundos al segundo clasificado de la general, Kämna, y en 58 al tercero, Rein Taaramae. Pello Bilbao es séptimo, a dos minutos de López, y duodécimo, a 2:15.

La cuarta jornada de la ronda italiana estuvo marcada, además, por el abandono de otro López, Miguel Ángel, tras unas molestias que le impidieron continuar.

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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