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Carlos Alcaraz cae en el descontrol

El murciano cede en su estreno en Montecarlo frente a Korda, superior en un partido irregular y extenso (7-6, 6-7 y 6-3, tras 3h 02), marcado por el viento

Carlos Alcaraz Masters de Montecarlo
Carlos Alcaraz se lamenta durante el partido de este miércoles contra Korda en Montecarlo.DENIS BALIBOUSE (REUTERS)
Alejandro Ciriza

El viento, no es ningún secreto, también juega en Montecarlo, donde el desplome rocoso y la exposición directa al Mediterráneo definen a un torneo tramposo y puñetero. Ya lo ha comprobado Carlos Alcaraz, que en su primera aparición se topó con el buen hacer de Sebastian Korda y una climatología que transformó el duelo en una guerra de guerrillas. En esas, el estiloso gigantón de Florida salió airoso (7-6(2), 6-7(5) y 6-3, tras 3h 02m) y progresó hacia los octavos, frenando en seco el extraordinario momento del español, que venía de conquistar el Masters de Miami y de ganar 23 de los 25 últimos partidos. Esta vez, sin embargo, le cayó un jarro de agua fría. No le faltó actitud, pero sí un punto más de inspiración y de control.

Sirvan de síntesis los guarismos de un partido fragmentado en mil pedazos, irregular, de arriba abajo y de abajo arriba. Muy áspero. Siete breaks logró el vencedor, por los seis del murciano; 54 errores de un lado y 36 del otro; nueve dobles faltas firmó Korda, mientras Alcaraz se diluyó con la escasez de réditos con los segundos saques, un discreto 45%, frito en los restos; se añade otro factor diferencial, en tanto que el norteamericano casi dobló en la estadística de golpes ganadores, 43-24. En medio de ese vaivén, Korda fue mejor e hizo más méritos, así que se medirá el jueves con Taylor Fritz (6-3, 4-6 y 6-4 a Marin Cilic). Entretanto, el joven de 18 años pondrá rumbo a Barcelona para competir en el Godó y extrajo una valiosa lección.

“Estoy un poco decepcionado conmigo mismo porque tuve muchas oportunidades de dominar el partido y estuve cerca de ganar en algunos momentos”, expuso, subrayando a continuación la exigencia en la transición de rápida a la arcilla. “A veces estas derrotas son buenas de sufrir. Ahora hay que seguir jugando para acumular partidos. El primer partido en tierra siempre es duro y las condiciones fueron difíciles. Ya solo pienso en jugar más partidos en esta superficie, no en las expectativas que genero ni nada de eso”, precisó Alcaraz, undécimo en el ranking mundial.

El primer set se tradujo en un entretenido debate, con una constante exposición de argumentos por una y otra parte. En cuanto ambos cogieron el pulso a la superficie, la temperatura del juego adquirió grados y se sucedieron las alternativas. Primero apretó Korda, uno de esos tenistas que no hacen ruido, pero que van horneándose poco a poco y, sobre todo, en la dirección adecuada para convertirse en un aspirante a cosas importantes; luego metió los codos en el intercambio Alcaraz, que se sacudió la tensión y empezó a enseñar esa derecha a la que tanto teme la pelota, violenta como pocas, zurriagazo va y latigazo viene, de un lado para otro el rival.

Un laberinto continuo

Era su estreno en el Principado y abundaron las palmas. El tenis disfruta del vuelo del chico y este sigue dejando exquisiteces aquí y allá. Pocos, muy pocos jugadores son capaces de sortear el 1,96 de Korda con una parábola tan perfecta y tan limpia. Y eso que el viento, de nuevo, volvió a enredar y dificultar la trayectoria de la bola. También se hizo notar el sol, muy molesto a uno de los costados de la pista. Pero nada impidió un reñido toma y daca que transcurrió al revés; es decir, el español atrincherado en el fondo y el estadounidense asomándose con frecuencia a la red y tirando dejadas estupendas.

Tiene Korda (21 años, 42º del mundo) hechuras de gran jugador, calidad, golpes y mucho temple. No hay situación que le altere. Es un diésel. Primero demarró él, soberbio al resto y con el revés, ya fuera cruzado o paralelo, pero se rehízo de inmediato Alcaraz, que dispuso de un primer turno de saque para cerrar el set y después de otro, pero en ambos no atinó. La indulgencia le costó cara. Llegó desordenado al tie-break y el norteamericano impuso con claridad su velocidad de crucero, poniendo la rúbrica con clase, retador, como acostumbra a hacerlo el murciano: dejada de revés, liftada y un milímetro sobre la cinta, y Alcaraz clavado en el fondo.

“¡No puede ser, no puede ser! ¡Como voy a ganar el partido si no meto un primero!”, vociferó el de El Palmar. Cosa rara. Por mucho que vengan mal dadas, rara vez levanta la voz. Ocurre que la tierra batida es un constante ir y venir, un sinfín de viajes en un mismo partido, y de la misma forma que había perdido el mando lo recuperó en el inicio del segundo parcial, 3-0 arriba de arranque. Sin embargo, no escapó del laberinto. Incómodo y sin llegar a coger ese puntillo que le gusta, no conseguía despegarse y Korda, siempre frío, siempre erguido, le discutía un peloteo tras otro. Siempre estuvo ahí.

Punto de inflexión... o no

Tiene el estadounidense la virtud de hacer fácil lo difícil y también la de no perder el foco. A cada estirón de Alcaraz se agarró con uñas y dientes. El murciano no consiguió validar las cuatro primeras opciones para hacerse con el set –dos puntos mal jugados y precipitación con el revés–, pero abortó dos arremetidas –doble ocasión de Korda para el 6-5– y sí logró dar la dentellada en el segundo desempate. Todo apuntaba al punto de inflexión anímico definitivo, dada esa capacidad que tiene el español de rehacerse e imponer su cabeza dura.

En cualquier caso, uno y otro navegaban en aguas revueltas. Las rachas condicionaban y en el ejercicio de adaptación, Korda fue superior. Y eso que comenzó a remolque en la resolución, perdiendo el servicio de entrada. Poco le importó. Seguía Alcaraz sin adueñarse del pulso y, por el contrario, el estadounidense reivindicó definitivamente la victoria con dos acelerones y la solidez en la recta final. Alcaraz, pues, se despidió de Montecarlo después de tomar nota y aprender una nueva lección: el viento de la Costa Azul, travieso por naturaleza, es otro elemento a tener en cuenta y otro obstáculo al que sobreponerse.

Apeado él y también Pedro Martínez (6-3, 4-6 y 6-4 para Hubert Hurkacz), la representación española confirmó el avance de Albert Ramos y Pablo Carreño. El catalán, finalista del torneo en 2017, se impuso por 6-4, 2-6 y 6-4 (en 2h30) al número 10 del mundo, el británico Cameron Norrie, mientras el asturiano se benefició de la baja de Alexander Bublik cuando cuando el marcador reflejaba un 4-6, 7-6(3) y 4-3 a su favor. Se enfrentarán este jueves a Hurkacz y Alexander Zverev o Federico Delbonis, respectivamente.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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