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Y que la tabla de Lucas Eguibar se deslice veloz en los Juegos Olímpicos de invierno

Los últimos días de la preparación del campeón del mundo de snowboard cross los días previos a su competición olímpica, y la importancia de elegir bien las ceras

Carlos Arribas
Juegos Olimpicos de Invierno
Lucas Eguibar (segundo por la izquierda), en el Mundial de 2019.MIKE SEGAR

El pescadero levanta el rodaballo que no para de deslizarse hacia el fondo y coloca un papel absorbente sobre el hielo inclinado del puesto. El pez, tan resbaladizo sobre su piel carente de escamas, se queda quieto. Así, como la piel del rodaballo, brillante como lubricada con aceite, escurridiza, quieren los skimen de Lucas Eguibar que esté la base de la tabla de snowboard del guipuzcoano, el campeón del mundo de cross, en sus descensos hacia la victoria en el circuito olímpico de Genting, en la montaña de Zhangjiakou, que comienzan en la madrugada del jueves, a las 4.15 (Eurosport), y que se deslice sin más freno que el que aplique la técnica del donostiarra, sin papel adherente debajo.

“El trabajo del skiman ha sido fundamental”, dijo Regino Hernández después de conseguir el bronce en el cross de los Juegos de Pyeongchang. Rendía tributo al técnico especialista en encerar la base sobre la que se desliza el rider, que escupa el agua, que no haya la más mínima adherencia, que el roce sea mínimo. La victoria está en décimas de segundo, y, con el frío que hace en la montaña azotada por el viento a 1.800 metros de altitud, la nieve producida, artificial, del parque de Genting tarda mucho en transformar, y es abrasiva como el papel de lija. Y el enceraje perfecto marca la diferencia. Es una obsesión fundamentada, no una locura.

Aunque en las montañas de Pekín no puede estar su entrenador, Mario Fuchs, positivo por covid la semana pasada, el rider donostiarra no está solo ante la prueba más importante de su vida deportiva. Le acompañan a Eguibar, que hoy cumple 28 años, dos skimen, el esloveno Marko Mihic, que siempre viaja con él, y José Prieto. Y todos llevan cuatro días testando docenas de mezclas de ceras químicas diferentes, planchando tablas, ya con ceras fluoradas menos agresivas para la salud y el medio ambiente, y probándolas en el circuito, un quehacer acelerado compartido con los demás competidores. Es un trabajo de chefs de cocina. Cada uno tiene tiene sus recetas secretas. Ninguno las comparte.

El snowboard es el deportista y su tabla, la nieve y el circuito.

El aragonés Mati Szul, fisioterapeuta de Eguibar, también está allí, en la villa olímpica, convivencia permanente, y preocupación por los detalles en la búsqueda de la perfección de herramienta y persona. “Lo hemos preparado muy bien”, dice Szul. “Los primeros días estamos estado centrados en buscar las tablas más rápidas y los productos más rápidos. Vinimos con tiempo para eso, y también para adaptarnos al cambio horario e integrarnos en la burbuja covid de los Juegos, donde nos sentimos más seguros que en Europa”.

Y también para cuidar del cuerpo del deportista, mermado a comienzos de temporada por un dolor de espalda que le obligó a infiltrarse a mediados de enero. “Pero ahora está muy bien. La espalda le responde muy bien. Llegó cargado del vuelo desde Milán poco después de competir en la Copa del Mundo de Cortina. Soltamos la espalda en las primeras sesiones. Los días se pasan muy rápido. Entre ir a pistas, testar, volver, comer, tratar en la camilla, se nos van las horas”, dice Szul, que también colabora en el reconocimiento de una pista, 1.310 metros de longitud, en la que ya compitió en noviembre pasado y que los especialistas consideran menos exagerada, menos espectaculares sus montículos, y no tan rápida como la de Pyeongchang. “Es un circuito muy muy exigente, muy largo. Los deportistas llegan deportistas cansados al final. Se trata de no quemar fuerzas en los reconocimientos. Que Lucas coja sensaciones. El primer día, pulimos detalles. El segundo, hicimos ya un simulacro de carrera pero sin forzar. El día de la carrera será muy largo. Entrenamientos, clasificación, series… y final”.

Aunque se ha quedado en su Austria, el entrenador Mario Fuchs está en contacto permanente con su rider. Explica Szul que la cobertura de Internet es muy buena en toda la pista, que graban todas las pruebas, y a los rivales también, y que el técnico tiene en casa al segundo todas las imágenes. “Lo analiza rápidamente todo y nos da en directo su feedback, casi como si estuviera aquí”, dice el fisioterapeuta del campeón del mundo. “Ya ensayamos el dispositivo en Cortina y nos fue muy bien. Sabemos dónde Lucas es muy fuerte. Sabemos los puntos que se pueden pulir. Ahora se trata de descansar, de desconectar, de acabar de pulir detalles”.

Hoy, la víspera, Eguibar quiere dejar de pensar en su competición y aplaudir y animar a Queralt Castellet, que disputaba esta madrugada la clasificación de snowboard acrobático en halfpipe, y a Javier Lliso, en la final de esquí big air. “Lucas está preparado totalmente. Después, más análisis. Y el día de la competición, la rutina de siempre: estirar, vendaje de espalda…”, recita Szul. “Y tomárnoslo como una carrera más, y a tope”. Y que la tabla resbale.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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