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Jon Rahm: “Ser padre me ha hecho mejor jugador”

El número uno del mundo habla en Valderrama del profundo cambio en su mentalidad que ha supuesto el nacimiento en abril de su primer hijo

Jon Rahm, en el Open de España.
Jon Rahm, en el Open de España.Mariscal (EFE)
Juan Morenilla

A las 12.15 del pasado 3 de abril, Jon Rahm comenzó a ganar su primer grande. Ese día y a esa hora nació Kepa Cahill Rahm, el primer hijo del golfista y de su mujer, Kelley. Pocos días después el vasco disputó el Masters de Augusta. Y aunque volvió a rozar la victoria, quinto en la lucha por la chaqueta verde, en su mente había germinado la semilla que meses después le haría vencedor del US Open. Un cambio de mentalidad, otro grado de madurez en el crecimiento acelerado de este hombretón que a los 26 años ha vivido de todo: la promesa a los 13 de que sería el número uno del mundo, la marcha de su Barrika a la residencia Blume en Madrid, el gran salto a Estados Unidos, la llegada a la élite, los grandes éxitos... Todo a velocidad de vértigo. Jon Rahm siempre ha querido comerse el mundo, y así lo ha expresado siempre públicamente por más que esos sueños de grandeza pudieran confundirse con cierta fanfarronería (o bilbainada, como él dice). Y cuando las cosas no han salido como él pretendía, un mal golpe, una mala ronda, a veces hasta un segundo puesto, ha aflorado ese carácter tan pasional que con el tiempo ha aprendido a canalizar mejor. Sin dejar de ser él mismo.

En ese aprendizaje humano y golfístico, el pequeño Kepa Cahill ha jugado un papel importante, según Rahm, que dice orgulloso que a los seis meses el bebé es un adelantado y está a punto de gatear. “Kelley me lo dijo: ‘Cuando seas padre, ganarás tu primer grande’. Ella vio que eso me haría mejor. Y así ha sido”, expresó este martes el número uno mundial en el campo de Valderrama, donde desde este jueves se disputa el Estrella Damm Andalucía Masters (la primera jornada en Movistar Golf de 14.00 a 19.00), segundo torneo seguido de Jon en España después del Open jugado en Madrid. “Ser padre me ha hecho mejor persona y creo que también mejor jugador. Desde abril ha habido bastante cambio en mí mentalmente. Ahora hablo menos con Joseba [del Carmen, su preparador mental]. Desde 2014 hemos hecho bastante trabajo. Hoy me siguen importando mucho las cosas, pero si un día me sale todo mal y estoy de mala leche, veo a Kepa y todo cambia. Para él da igual cómo haya jugado, soy su padre, le cambio el pañal y le duermo. Me ayuda a ver que el golf no lo es todo. Ya me lo habían dicho. No sabes cuánto te quieren tus padres hasta que tú eres padre. Por eso hoy tengo un grado de apreciación mayor hacia mi familia”.

Relativizar el número de golpes de una ronda de golf, sea en un grande o en el Open de España, ha sido más fácil con Kepa en brazos. Pensar en su hijo (que ahora está en Estados Unidos con Kelley) también le ha servido para dejar atrás la frustración de no ganar el Open nacional después de una mala jornada del sábado y una remontada que no llegó el domingo. El título le hacía especial ilusión porque suponía igualar los tres campenatos nacionales de Seve Ballesteros y por el tirón tremendo de aficionados (42.371 acudieron los cuatro días al Club de Campo) que generó. “Lo difícil fue que se juntaron las ganas de la gente de que yo jugara bien y mis ganas de jugar bien. Es difícil manejar tanta energía porque nunca me ha pasado jugar ante tantos miles de personas viéndome casi solo a mí. Recuerdo cuando Tiger tenía a su padre enfermo y se ponía mucha presión para ganar por él en el Masters. Su padre le dijo que nunca más volviera a jugar por nadie más que no fuera él. A mí me pasó en el Open. Quería jugar y ganar por el país más que por mí. Y me salí de mí mismo”. Fue 17º, a seis golpes de Rafa Cabrera Bello.

El desquite puede llegar en Valderrama, donde cumple su 20ª semana como número uno del mundo. Curiosamente el campo donde todo empezó. Jon tenía dos años cuando un amigo de Edorta, su padre, acudió invitado a la mágica edición de la Ryder de 1997 que Seve convirtió en una histórica victoria ante Estados Unidos. Aquel amigo regresó tan entusiasmado que convenció a sus colegas, con los que esquiaba, jugaba al pádel y subía montañas, para probar el golf. “Y por esa familia mi familia empezó a jugar y por eso estoy yo aquí”, explicó Rahm. “Ahora sería único ganar en Valderrama por la historia que tiene este campo, por lo bien que ha jugado aquí Sergio García y porque es un campo muy difícil en el que cualquier problema que tengas con tu juego se va a acentuar”.

La noche del lunes, Jon Rahm cenó con su amigo Aritz Aduriz, exdelantero del Athletic. “Me está preparando para cuando vaya a Bilbao”, contó Rahm; “ya me ha sorprendido cuando salía en Madrid a comer un poco de tortilla y jamón y me reconocían. Ojalá ahora haya niños que acaben siendo golfistas porque me ven a mí. Aunque ya lo dije, yo pienso que soy el mismo chaval de Barrika”.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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