Marta Xargay: “Tuve que anteponer la persona a la deportista”
La exjugadora internacional de baloncesto, de 30 años, revela que sufrió bulimia a consecuencia del trato del ya exseleccionador Lucas Mondelo, en un testimonio que la federación frenó antes de los Juegos. “Lo cuento para ayudar a las niñas. Todos somos vulnerables, pero se puede superar”, explica
El 15 de julio, Marta Xargay (Girona, 30 años) anunció su retirada definitiva del baloncesto en activo. El punto y aparte que marcó en mayo del año pasado para “tomar aire” se convirtió ese día en punto final tras un tiempo de reflexión y reconstrucción personal. “El baloncesto me ha llenado de vida, pero no es oro todo lo que reluce”, contó en un comunicado que iba a ir acompañado de una confesión detallada de las circunstancias que la empujaron a renunciar anticipadamente a su pasión. “Antes de que estallara la pandemia tenía claro que lo quería dejar tras Tokio 2020. Después, con el aplazamiento, llegó el dilema de si perderme o no los Juegos y me alejé de las canchas para coger perspectiva. Ahí descubrí que ya estaba… que mentalmente no podía más. No echaba de menos jugar. Esa fue la gran señal. Estaba en paz conmigo misma y con mi carrera”, explicó la gerundense en una conversación con EL PAÍS cuya publicación quedó aplazada ese 15 de julio tras una llamada a la jugadora del presidente de la Federación Española de Baloncesto (FEB), Jorge Garbajosa.
A 48 horas de que la selección volara a Tokio para la disputa de los Juegos, el testimonio de Xargay, marcado por las consecuencias del trato del ya exseleccionador, Lucas Mondelo, fue considerado por la FEB un impacto a desactivar para no alterar la concentración del equipo durante la competición. En su último servicio como internacional, Xargay accedió a guardar unos días más sus confidencias. Ayer, la Federación destituyó a Mondelo por la “no consecución de los objetivos deportivos” este verano. El exseleccionador no ha respondido a las llamadas de EL PAÍS, mientras que la FEB, una vez conocidos los detalles de la entrevista, ha dado sus explicaciones a través de un comunicado (recogido al final de la pieza).
Esta es la intrahistoria del brillante currículo de Xargay y sus 12 temporadas en la élite. Con 14 títulos de clubes y siete medallas en ocho campeonatos con la selección absoluta (147 internacionalidades). Uno de los grandes talentos e iconos de la mejor generación española de jugadoras. El viaje que comenzó en las canastas del patio del Colegio Vedruna (Girona), tomó vuelo en Salamanca, pasó por Phoenix, Praga y Kursk y se hizo un hueco en la enciclopedia de la selección, tocó a su fin. Pero le quedaba un capítulo por contar en su biografía deportiva.
Un álbum de inicio precoz, recorrido glorioso y desenlace prematuro. Hace un año, Xargay relató un hastío general y una angustia vital que esta vez se concretan en la confesión de la experiencia que la llevó a replantearse todo definitivamente. “Llegó el momento en el que tuve que anteponer la persona a la deportista. No podía seguir aguantando cosas inasumibles”, cuenta en el inicio de un relato que desemboca rápidamente en la figura de Lucas Mondelo. “Hay límites que no hay que traspasar y él a mí me llevó a un límite muy heavy”, prosigue. “Es duro… He tenido muchos problemas con la comida por culpa de esta persona. Todo empezó en Rusia, en mi etapa en el Dinamo Kursk [en la temporada 2018-2019, en la que Mondelo entrenaba allí compaginando su puesto con el cargo de seleccionador]. Nos pesaban cada semana y él siempre estaba detrás vigilando todo. Hubo varias situaciones, en concentraciones del equipo, en las que se acercó a Sonja Petrovic y a mí y nos dijo que nosotras no teníamos postre porque estábamos gordas. En ese momento, yo pesaba 67 kilos, y mido 1,82m. Me encontraba bien físicamente, pero eso me generó mucha inseguridad, dentro y fuera de la pista. Constantemente me decía que estaba fuera de peso… Esto me causó una revolución física y mental”, detalla en su testimonio.
En mitad de esa revolución, Xargay afrontó el Europeo de 2019 entre la competición y la supervivencia, con ayuda psicológica, pero en silencio; con el apoyo fundamental de su pareja, Breanna Stewart, pero sin contárselo a sus padres hasta pasado el tiempo. “Mentalmente estaba out. Pero al acabar fue una liberación. Ya está, pensé. No tengo por qué aguantar más esto cuando lo he dado todo sin crear problemas, cuando he hecho siempre lo que me han pedido. No sé si es consciente de todo lo que me ha causado”, recalca. En un extraordinario ejercicio de disociación, Xargay ganó el oro con España, fue la máxima anotadora de la final ante Francia, la segunda que más minutos jugó en el torneo, y fue elegida en el quinteto ideal de campeonato. Resiliencia, lleva tatuado en el brazo izquierdo. “No sé de dónde saqué las fuerzas. Fue un: soy más grande que tú, voy a poder contigo. Me apasionaba jugar y quería otra medalla”.
Detrás de la gloria, meses de calvario personal. “Me sentía mal por comer, aunque fuera una ensalada… no disfrutaba de la comida, me ponía a comer con ansiedad y después me iba al baño… Mi psicóloga no me dejaba pesarme y en la concentración con la selección seguía ese control. Me creaba mucha ansiedad. Cuando sabía que a la mañana siguiente nos tenían que pesar, por la noche no dormía”, recuerda. El diagnóstico médico: bulimia y ortorexia (obsesión por la comida sana). “Podía pasarme dos horas en el supermercado mirando los componentes de todos los productos”, apunta. “Perdí el sentido de la realidad, de cómo era yo físicamente. Si estaba gorda o no. Si comía bien o no. Ahora vuelvo a quererme y aceptarme, pero llega un punto que se te mete eso en la cabeza. Aun a día de hoy, que ya no hago tonterías con la comida, noto que eso ha dejado huella y va a estar conmigo toda mi vida. El pensamiento vuelve de forma recurrente y la presión social con los prototipos de mujer ideal no deja de fomentarlo”, señala.
La retirada, entonces temporal, de Xargay hace un año fue la primera de las tres salidas notables que descapitalizaron el histórico grupo de internacionales de las siete medallas consecutivas entre 2013 y 2019. En enero, Anna Cruz anunció su adiós a la selección con duros reproches hacia Lucas Mondelo. “A la familia no se la trata así. Se me hace muy complicado lidiar con ciertas cosas que no se ajustan con la profesionalidad de este deporte: respeto y dignidad hacia unas profesionales que llevan una exitosa carrera a sus espaldas”, expresó Cruz. En mayo, Laura Nicholls renunció a participar en el Eurobasket y los Juegos por motivos personales. “Ha llegado el momento de dejar de anteponer el baloncesto a mi propia vida”, contó la pívot cántabra. La preocupación del ya exseleccionador ante semejante secuencia de renuncias fue separar los casos en sus contadas explicaciones, pero la confesión de Xargay incide en las denuncias que hizo Cruz.
“No ha sabido controlar su autoridad. En ningún momento me ha respetado, ni como jugadora ni como persona. Ha tenido muchos comentarios, públicos y privados, atacándome y metiéndose a valorar mi vida privada y mis relaciones”, subraya Xargay, que, más allá de su caso, habla de desconsideraciones y faltas de respeto generalizadas de Mondelo, con el que ha coincidido de forma recurrente, desde la selección sub-19 en sus inicios hasta el final de su carrera. ”Ir a la selección siempre era como ir de colonias y el hecho de llegar y ver que ese campamento de verano se había convertido en otra cosa fue muy duro”, completa.
Pero, tras la reconstrucción, Xargay ha alcanzado la paz y el equilibrio. “No quiero que se me recuerde por esto. Quiero que la gente se quede con la jugadora, con todo lo que demostré en la pista”, pide, anteponiendo en su confesión el ”deseo de ayudar más que el de denunciar”, recalca. “Lo cuento porque creo que puedo ayudar a muchas niñas que estén pasando por lo mismo. Para que sepan que nos puede pasar a cualquiera, que los deportistas no somos invulnerables, pero que se puede superar. Yo lo tenía todo y lo he sufrido. Ahora lo cuento por responsabilidad. Y ojalá ayude también a las compañeras, para ser más personas que jugadoras dentro de un equipo. Una cosa es la exigencia y otra, traspasar los límites”, añade Xargay. Su última canasta la anotó con las Phoenix Mercury en el training camp de la WNBA (la liga estadounidense femenina) en mayo. “Fue una manera de despedirme en uno de los mejores sitios en los que he estado, recordando una de las mejores experiencias que he tenido”, repasa en un balance final convertido en una declaración de amor a su deporte. “El baloncesto ha sido mi pasión y mi todo. He sido una afortunada de vivir todo lo que he vivido. Estar ahí y ganar tanto es muy difícil y yo lo he podido hacer. Poder jugar en la WNBA, ganar una plata olímpica. Me quedo con esos recuerdos de Río, con la Euroliga en Salamanca, con mi segundo año en Praga… con aquel triple en el partido por el bronce contra Bélgica en el Mundial de 2018, con el último oro… con cómo nos hemos superado siempre, con mi regreso a Girona el año pasado para estar cerca de la familia. Me quedo en paz y con una sonrisa”, cierra.
Anna Cruz: “Podríamos haber tratado mejor a la persona”
El día que Marta Xargay anunció su retirada temporal de las pistas, Lucas Mondelo terció a su comunicado con un amable mensaje en su cuenta de Twitter. “Como cualquier persona, Xargay necesita un tiempo muerto. Ha sido un placer disfrutar del trabajo y los éxitos contigo. Sigues siendo un referente y parte de la familia”. Al instante, Anna Cruz salió al quite con un contundente mensaje en defensa de su compañera: “El peloteo por redes sociales me da arcadas. En vez de tanto tuit, podríamos haber tratado mejor a la persona cuando la teníamos al lado, en lugar de intentar ser un bienqueda públicamente”. Dos tuits que ahora adquieren una relevancia especial. Pero el mensaje que Xargay quiere que prevalezca en su despedida es el de agradecimiento a su profesión y su pasión.
🚨 OFICIAL | La Federación Española de Baloncesto muestra su apoyo a @Martaxargay y condena cualquier conducta abusiva.#LaFamilia #SomosEquipo
— Baloncesto España (@BaloncestoESP) August 8, 2021
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