Nadal, ante un asalto insólito a la tierra
El campeón de 20 grandes abre la gira de arcilla en Montecarlo habiendo jugado un solo torneo y menos partidos que nunca. Repuesto de la espalda, debuta con Delbonis y apunta a su duodécimo título
La primavera, ya se sabe, viene acompañada de la tierra batida y con ella, la escalera de oro: Montecarlo, Barcelona, Madrid, Roma y París. Es decir, el Edén de Rafael Nadal. Todo es igual, pero todo es distinto. Al campeón de 20 grandes se le hace raro girar el cuello y ver a su orfebre y tío Toni sentado en el banquillo de otro jugador, Félix Auger-Aliassime; también le resulta extraño pasear por el Monte-Carlo Country Club, a orillas de la Costa Azul, y que a mediodía no rechinen las copas ni la cubertería de los aficionados que almuerzan mientras transcurre el tenis, o que las mascarillas, geles y sobre todo el silencio dominen uno de sus paraísos preferidos, donde este miércoles (hacia las 15.30, #Vamos) abre fuego contra Federico Delbonis en la primera estación de la gira que tantos y tantos éxitos le ha reportado.
Llega la tierra, irrumpe Nadal y en estos tiempos de pandemia se suceden los sobresaltos. Ayer, la ATP comunicó que el ruso Daniil Medvedev, con el que se había entrenado el domingo, dio positivo por covid-19 y, por tanto, debía retirarse inmediatamente del torneo. “Rafa pasó un test el lunes, al igual que Moyà [Carlos, su preparador] y Maymò [Rafael, su fisio], de modo que esto no le afecta en nada. Confiemos en que no haya sustos y el torneo se dispute con normalidad”, tranquilizan desde su equipo mientras el tenista sigue poniéndose a punto, afilando la raqueta y encarando el punto dulce de la temporada en una situación insólita: nunca antes, Nadal había jugado tan poco antes del desembarco en la arcilla.
Este año, son cinco partidos en la ficha, todos ellos en Australia. Fueron hace casi dos meses, 56 días desde que cayera en los cuartos de Melbourne frente al griego Stefano Tsitsipas, el 17 de febrero. Afectado por un problema en la zona lumbar desde entonces, el mallorquín optó por la vía más conservadora para reponerse y decidió eliminar de su calendario Róterdam, Acapulco y Miami, así como una opción barajada a última hora en Dubái. El objetivo, no hay secretos, es meridiano. Nadal avista tierra, y enfoca hacia Roland Garros. Allí, dentro de un mes y medio si no se tuercen las cosas, podría elevar el que sería su 21º título de un Grand Slam y, en consecuencia, desmarcarse de Roger Federer en lo más alto de la historia.
“Estoy bien, mi cuerpo está en forma. Honestamente, tengo confianza”, concedía hace unos días. “Es cierto que no he jugado mucho, pero al mismo tiempo, también es cierto que en el pasado he tenido éxito sin haber jugado mucho. Mi mentalidad es siempre la misma. Intento estar preparado e ir día a día. Creo que he hecho el trabajo correcto para estar listo”, valoraba el balear, que solo ha perdido cinco partidos en el Principado (71-5) y aspira a su duodécimo trofeo en el torneo.
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— ATP Tour (@atptour) April 12, 2021
Abordará Nadal el reto sin rodaje competitivo previo, una circunstancia que en realidad no es nueva para él ni tampoco significa un freno: debido a una lesión en el psoas ilíaco del muslo derecho, en 2018 asistió con solo siete partidos en las piernas (cinco en Australia y dos de la Copa Davis) y se llevó el premio, y desde hace tiempo ha demostrado que, lejos de mermar su rendimiento, los parones tienen efectos beneficiosos para un campeón de 34 años que debe vigilar al milímetro su preparación e intervenir ya a la carta.
Para muestra, el último asalto a Roland Garros, al llegó después de una pausa forzada de siete meses por la pandemia, habiéndose engrasado únicamente con tres partidos de Roma. “Este es uno de mis torneos favoritos. Echo de menos al público, pero estoy contento de que todavía podamos jugar. Estar aquí siempre es una buena noticia para mí”, comenta el de Manacor, repuesto ya de la espalda y que domina con holgura el historial. Frente a sus 11 coronas, el grupeto que figura por detrás (Thomas Muster, Björn Borg y Guillermo Vilas) posee tres. Novak Djokovic, que también reaparece este miércoles (hacia las 13.00, Movistar) ante el amenazante Yannik Sinner, tiene dos.
La presencia del número uno será otro de los grandes alicientes. Después de competir en Melbourne, también optó por dosificarse al máximo. “No he hecho una preparación especial”, expresó Nole, de 33 años. “Me siento bien físicamente, y mentalmente echaba en falta competir”, añade el jerarca actual del circuito y residente en Montecarlo. Ambos son las referencias de una cita que no cuenta con uno de los grandes especialistas sobre tierra, el austriaco Dominic Thiem, y a la que tampoco asiste Roger Federer. El año pasado, la gira sobre arcilla, cancelada de principio a fin, quedó como una hoja en blanco; ahora, Nadal se frota las manos con el polvo de ladrillo.
DAVIDOVICH TUMBA A SU PRIMER ‘TOP-10’
La jornada de este martes ofrecía el estreno de Toni Nadal en el banquillo de Félix Auger-Aliassime, después de que la semana pasada se confirmase el vínculo entre los dos. Pero el resultado no fue el deseado, puesto que el canadiense, de 20 años, cayó por 7-6(3) y 6-1 contra Cristian Garín.
También se despidió el catalán Albert Ramos, finalista en 2017 y vencido por el italiano Yannik Sinner, por 6-3 y 6-4. Sí logró progresar Roberto Bautista, firme ante Taylor Fritz (6-2 y 7-5), y a la par avanzó Pablo Carreño, que se impuso por 7-5 y 7-6(4) a Stefano Travaglia.
La campanada del día fue protagonizada por el malagueño Alejandro Davidovich, que apeó a Matteo Berrettini, ocho del mundo y primer top-10 al que bate (7-5 y 6-3).
El español, de 21 años y que no había podido competir desde Melbourne debido a una lesión abdominal, sigue creciendo y se enfrentará en los octavos al ganador del duelo entre Lucas Pouille o Alexei Popyrin.
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