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A Mondo Duplantis le abandona el duende en Liévin

El prodigio sueco falla en su intento de elevar el récord del mundo de salto con pértiga a 6,19m

Carlos Arribas
Duplantis, durante uno de los saltos en Liévin.
Duplantis, durante uno de los saltos en Liévin.Michel Spingler (AP)

Los flamencos lo llaman duende, y, no lo tienen en la garganta, como decía Lorca, sino que les sube por dentro desde la planta de los pies, y aunque lo tengan, si no se presenta no hay nada que hacer y Camarón no es Camarón y Paco de Lucía toca muy bien y nada más, y Mondo Duplantis lo tiene, y en el febrero único de 2020, año bisiesto, le había invadido todas las veces que lo había reclamado, en Torun (Polonia), el 9 de febrero, y en Glasgow, una semana más tarde, ocasiones en que batió en dos ocasiones (6,17m y 6,18m) la plusmarca mundial de salto con pértiga. Hasta el miércoles 19 de febrero, en que falló en sus tres intentos de superar los 6,19m.

Por primera vez Mondo lanzó su carrera sobre un pasillo de tarima flotante, elevado sobre la pista, el elemento hueco que ofrece ventaja para el salto a algunos atletas, los que saben manejarse y le encuentran el truco, por su perceptible efecto trampolín, y que a otros descoloca. Es el tipo de pasillo que figuró en todos los récords en pista cubierta de Bubka y Lavillenie. Antes de fallar ante 6,19m, había superado a la primera 5,60m, 5,80m, 5,90m y 6,07m, y lo había hecho con tal holgura que, según los especialistas, habría superado sin problemas el record en cualquiera de ellos.

Lo hizo ante 5.000 espectadores en la abarrotada pista de Liévin, al norte de Francia, más cerca de Bruselas que de París, el mismo lugar en el que Bubka lo había batido, con 6,14m, el 13 de febrero de 1993. Con estos tres nulos, el febrero de Mondo ya no resiste la comparación con la perfección absoluta de los 40 días de 1991 (entre el 9 de febrero y el 23 de marzo) en los que Bubka batió cuatro veces su récord del mundo (en cuatro ciudades diferentes: Volgogrado, San Sebastián, Donetsk y Grenoble) haciéndolo crecer cinco centímetros, de 6,06m a 6,11m.

“Llevo tanto tiempo haciéndolo que saltar con pértiga es para mí tan natural como andar en bici”, dice Mondo, quien en 2018, a los 18 años, se proclamó campeón de Europa con un salto de 6,05m, en una entrevista que publica L’Équipe. “El salto de calidad lo he dado, creo, gracias a mi mejor preparación física, soy más rápido y más fuerte. La tecnología no tiene nada que ver, uso las mismas zapatillas que los demás y las pértigas son las mismas que ya usaron Bubka o Lavillenie”.

Antes de que naciera Duplantis, Serguéi Bubka, había dejado la plusmarca en 6,15m en 1993, seis años antes de que naciera Duplantis en Lafayette (Louisiana, Estados Unidos). Y este, que había aprendido a saltar con un palo de escoba sobre un sofá casi antes de aprender a andar, ya dijo a los seis años, cuando Bubka parecía tan intocable como Marte, que él batiría el récord del mundo. Hasta 2014 no lo pudo superar el hombre, lo hizo el francés Renaud Lavillenie en 2014, y lo dejó en 6,16m. Duplantis, pertiguista como su padre, Greg, quien también le entrena, y también ágil, potente, único y sueco por parte de madre, Helena, heptatleta, está destinado a alcanzar 6,25 antes que tarde, según los especialistas, siempre que recupere el estado de gracia de los anteriores intentos.

Al duende los deportistas lo llaman ahora flow, y se dicen unos a otros, estoy en flow, todo fluye, todo es fácil, no pienso en lo que hay que hacer, no me invento estrategias, no razono, lo hago, y sé que si lo pienso no lo hago; “corro sin cadena”, dicen los ciclistas, y todos los golfistas del mundo --quizás los deportistas que más se parecen a los pertiguistas, que un día doblan la garrocha con precisión como quien no quiere la cosa y otros ni son capaces de saber cómo hacerlo— lo llaman inspiración y sueñan aún con Seve Ballesteros, el genio que en los días suyos veía golpes que nadie había tenido la capacidad de pensar siquiera que podían existir, y otros días, unos cuantos, no podía controlar el vuelo de la bola. Txema Olazabal, el alumno aventajado de Seve, lo expresaba: “hay veces que me coloco y sé a dónde va ir la bola y otras me coloco igual y ya sé que no va a ir donde pretendo. Es así”.

Duplantis, quien como Ballesteros fue Seve, ya es Mondo, sin más, lo expresa con saltos que solo se pueden definir como increíbles por su perfección, con ritmo, amplitud, agresividad, convencimiento y equilibrio. Es la consecuencia de su dominio absoluto de la disciplina para la que vino al mundo, para la que está dotado de un talento innato, un don que ni se adquiere ni se aprende, pero sí se perfecciona, y él lo ha hecho con miles de saltos desde que nació. Y como los artistas Mondo confiesa, perplejo: “No tengo ni idea de dónde están mis límites”.

El domingo 23, en Clermont Ferrand, la casa de Lavillenie, su amigo, su ídolo, volverá a ponerlos a prueba, y si el duende le vuelve a ascender desde la planta de los pies, volverá a superarlos. Y todos seguirán intentando adivinar hasta dónde llegará.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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