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De saltar la valla a ser internacional con España en rugby

El camerunés Thierry Futeu relata su increíble historia: atravesó media África, saltó la valla fronteriza de Melilla y ahora es jugador de la selección española: "El rugby me salvó la vida"

Robert Álvarez
Thierry Futeu, en el Centro de Alto rendimiento de Sant Cugat.
Thierry Futeu, en el Centro de Alto rendimiento de Sant Cugat.MASSIMILIANO MINOCRI

Thierry Futeu, Titi, se fue de casa en septiembre de 2013, cuando tenía 18 años. Recorrió media África, desde Camerún hasta Marruecos, saltó la valla fronteriza de Melilla y le llevaron a una ONG en Miraflores de la Sierra, Madrid. Seis años y medio después de su partida desde uno de los barrios más pobres de Duala, es jugador profesional en el Stade Français, uno de los clubes con más solera de Francia, y compite con la selección española de rugby. Una vez expuesto su fascinante y sobrecogedor relato, responde a una última pregunta. ¿Te has planteado qué sería de ti ahora de haber seguido en Camerún? “Viendo donde vivía allí, no sé si ahora estaría vivo”, reflexiona. “Era un barrio, digamos, un poquito peligroso. Había peleas entre bandas, drogas, robos… Allí existe lo que llamamos la justicia popular: cuando pillan a alguien robando, la gente le pega hasta que lo matan. Así he perdido varios amigos. Si siguiera en Camerún… no sé. El rugby es mi pasión, me ha salvado”.

De Eto’o, al oval. “Jugaba al fútbol como la mayoría de los niños de Camerún. Mi ídolo era Eto’o (el exjugador, entre otros, del Barça, el Madrid y el Mallorca y la selección camerunesa nació en Duala, como él). Pero había que pagar una cuota. Yo, en los estudios no iba muy bien. Mi padre (Jean-Claude) se enfadó y me dijo que se había acabado el deporte. Pero un amigo me llevó a un campo de rugby. Yo era un niño inquieto, peleón. Me gustó el ambiente, la batalla en el campo. Empecé en el Union Rugby Club Bilongue. Pero no había ninguna competición allí. Me llamaron para la selección Sub 20 y pensé: ‘tal vez tenga un futuro en este deporte’. Un amigo nos llamó desde Marruecos para que fuésemos allí”.

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Marcharse de casa. “A mi padre, que era muy estricto, le dije que me iba a jugar un torneo. Cogí una mochila, puse dos pantalones, unas camisetas y la ropa de rugby y dejé la familia (su padre, su madre Clarisse y sus hermanas Syntiche y Huilda). En Camerún, los niños nos ganábamos un dinerillo sacando arena de la playa que luego se dedica a la construcción, o ayudando a llevar las bolsas a los que compran en el mercado. Ahorraba para comprarme una bici. Cogí ese dinero y me fui a Marruecos. Pensé que era una cosa fácil. No sabía lo largo y duro que iba a ser el viaje. Tomamos un autobús; luego, hasta la frontera con Nigeria, un taxi; y allí, otro. Yo no tenía móvil, mi amigo sí. En Nigeria se me acabó el dinero. Me llegó el mensaje de mi padre para que volviera. Me envió dinero. Fue un momento difícil. Si volvía, sabía lo que me esperaba. Tenía que seguir. Atravesamos Níger, un desierto, en parte en taxi y en parte andando. En Argelia estuvimos más de una semana. Trabajamos recogiendo naranjas para sacarnos un dinero”.

Saltar la valla. “Cuando llegamos a Marruecos nos dimos cuenta de que nuestro amigo no estaba jugando a rugby. Su objetivo era entrar en España. ‘¿Estás loco?’ le dije. ‘¿Cómo vamos a cruzar la frontera?’ Nos llevó de noche al monte Gurugú (en la costa norte de Marruecos). Señaló y nos dijo: ‘¿Veis aquellas luces a lo lejos? Es España’. Allí, en el monte, estuve desde septiembre hasta mayo. Nos construíamos tiendas cortando árboles, con piedras y plásticos. Pasamos mucho frío. Había gente de diferentes países, Camerún, Nigeria, Senegal, Costa de Marfil…. Intenté saltar la valla la primera semana, pero no pude. Lo conseguí a la tercera. Hay que correr. Y si la policía marroquí te pega, es igual. Si te cogen, te llevan a Rabat o a otra ciudad. Durante un tiempo estuve con una familia en Fez. Tenían un restaurante y les ayudaba con la tierra y llevando comida. Pensé que no iba a poder llegar a España. Busqué un equipo en Marruecos. La madre de la familia con la que vivía me vio en la cara mi deseo de intentarlo una vez más. Me dio dinero y me dijo que si no lo conseguía, que volviera.

Sin papeles y en un equipo de policías

Tras saltar la valla y vivir los primeros meses en Melilla, Titi fue trasladado. “Nos enviaron a Madrid. Primero fuimos en un barco hasta Málaga y, desde allí, en autobús hasta Miraflores de la Sierra. Allí nos acogió una ONG, Movimiento por la Paz. Teníamos que estar unos seis meses allí. Luego, te dan 300 euros y te buscas la vida. En mi caso, por edad, me permitieron estar un año, primero allí y luego en un piso en el Pozo (Madrid). Encontré un equipo, el Grifón. Siempre he tenido muchísima suerte. No estaba en su programa, pero me ayudaron a pagar el transporte hasta Ciudad Universitaria donde nos entrenábamos. El primer día fui pronto. Estaba esperando y de repente veo venir a varios con uniforme de policía. Y yo, siendo ilegal y sin papeles, pensé que iban a hacer un control. Empecé a temblar. Resulta que eran mis compañeros de equipo. Aún me entró más miedo. ‘¡Madre mía, dónde me he metido!’, me dije. Lo que me faltaba, siendo ilegal y entrenando con la policía nacional. Les contaron mi historia y me dijeron, ‘Bueno, Titi, si algún día te para la policía, llámanos’. Desde entonces, empecé a ir por Madrid sin miedo. Era un equipo de Rugby XIII, una especialidad en la que no había competido. De allí, un amigo me llevó al Barbarians y, después, al Majadahonda. Se me acababa el tiempo en la ONG. Luego me llevaron al Alcobendas, de Primera División. Allí estaba Txiki Inchausti, un entrenador muy importante para mí. Yo por entonces pesaba unos 85 kilos y jugaba de tercera o segunda línea. (Mide 1,85 y trabajó en el gimnasio para ganar músculo. Ahora pesa 115 kilos. Es explosivo y veloz). Txiki me convenció para que jugara de primera línea”.

Los efluvios de la Champions. Nunca lo olvidaré. Fue el día 28 de mayo de 2014. A las 5.30 de la mañana, que es cuando suele haber menos policía. Además creo que había sido la final de la Champions (el 24 de mayo el Real Madrid ganó el título ante el Atlético) y estaban un poco relajados. La policía de Marruecos es la que más pega para impedir que saltes la valla. Se asustan porque vamos muchos. Éramos unos 2.000. Solemos probar por países. Aquél día fuimos con los senegaleses y los somalís, que se tiran a saco, sin mirar dónde está la policía. Entramos unos 450. En el lado español, si te coge la Guardia Civil o la Policía Local te echan. Para nosotros, lo mejor era encontrarnos con la Policía Nacional, nos encanta, porque ellos sí respetan que, una vez en suelo español, ya tienes unos derechos. Me corté un poco en una pierna. Nada importante. Entramos corriendo y gritando ‘¡Libertad, libertad!’, y así fuimos hasta el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes). Allí te ponen una pulsera de identificación, te hacen exámenes médicos, te dan un paquete con ropa y artículos de higiene personal y te asignan una habitación o una tienda. Tienes que estar entre tres y seis meses. Te dan clases de castellano y de informática. Yo estuve tres meses y en Melilla me entrené alguna vez con un equipo en la playa”.

Los papeles y la selección. “Ya en Madrid, cuando estaba en el Alcobendas, expliqué que necesitaba trabajo y papeles. Los papeles no me los podían tramitar porque tienen que pasar tres años desde que llegas a España. Al tercer año empecé a subir el nivel y pudieron ayudarme (el año pasado ganó la Copa con el Alcobendas en una final ante el Barcelona). La Federación me quería para la selección. Para mí, era una manera de devolver lo que habían hecho por mí. Consiguieron los papeles, negociaron con la World Rugby, me admitieron para estar con la selección española y debuté contra Alemania (17 de marzo de 2019). Cuando volví ya me empezaron a llamar clubes de Francia. El Stade Français me envió billetes para que pasara la prueba (junio de 2019) y me firmaron por dos años. Era mi idea inicial, ir a jugar a Francia, donde tienen más nivel. Allí sí que puedes vivir del rugby. Además me reuní de nuevo con mi novia francesa, Rehane, a la que había conocido en Madrid, donde ella estuvo estudiando. El Stade Français es otro nivel”.

El sueño y la película. “Mi sueño es llegar a disputar el Mundial con la selección. Tengo solo una nacionalidad, soy de Camerún. Me gustaría tener también la nacionalidad española. Tengo problemas para viajar. A veces, en los controles en los aeropuertos, mis compañeros pasan por un lado y yo tengo que ir por otro. Eso me afecta, me da un poco de vergüenza. Este verano volveré a Camerún. Estoy comprando material para ayudar a los equipos de allí. Mi ilusión es montar la escuela de rugby más grande de Camerún, un centro aquí (el de Alto Rendimiento de Sant Cugat, donde se entrenó la selección varios días), en el que los niños puedan vivir, ir a la escuela y aprender este deporte. Me han propuesto hacer una película sobre mi historia. He dicho que no. Antes, quiero completar mi historia: ir al Mundial y demostrar lo que puedo hacer en Francia”.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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