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El fútbol se abre paso en la Supercopa femenina entre el lío por el convenio colectivo

El torneo, con un formato de final a cuatro igual que en el masculino, debuta en el calendario dentro de un clima enrarecido por el retraso de la firma del acuerdo

Lorenzo Calonge
Amanda Sampedro (i) y Alexia Putellas, en el Barça-Atlético de este año de Liga.
Amanda Sampedro (i) y Alexia Putellas, en el Barça-Atlético de este año de Liga.Getty

Después del esperanzador Mundial del pasado verano, el fútbol femenino ha quedado atrapado en los despachos. Nadie es capaz de resolver su gran problema: la firma del convenio colectivo, su gran hito y a la vez su principal obstáculo. Desde el otoño, se habla más de papeles, contratos y macroeconomía que de goles. Pero, en este enjambre, se abre paso, por fin, el juego puro y duro con la disputa del primer título del año, la Supercopa de España.

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El torneo debuta en el calendario femenino y lo hace con el mismo formato que en el masculino, una final a cuatro, aunque este no se celebra tan lejos ni, sobre todo, en un lugar con tantas connotaciones para los derechos de la mujer como Arabia Saudí. Se queda en el viejo Helmántico de Salamanca, que hace dos semanas no pudo abrirse para el Real Madrid en la Copa del Rey, pero sí acogerá esta cita. Si el fútbol de ellas persigue acercarse lo más posible al de ellos, al menos que cuenten con las mismas competiciones. La primera semifinal, Real Sociedad-Levante, es este miércoles (20.00); el jueves se celebra a la misma hora la segunda, Atlético-Barcelona; y el domingo (12.00), la final. Todos los partidos serán retransmitidos por Teledeporte.

Con un Barça inabordable en el día a día -es líder liguero con nueve puntos de ventaja tras ceder solo dos empates y seis goles-, el sistema corto de competición y sin margen de error abre una ventana a sus rivales. Por ejemplo, al Atlético, campeón de las tres últimas Ligas, pero sacudido por una temporada muy convulsa, con tres entrenadores en medio curso y amenazado por el Levante para la segunda posición (las rojiblancas son segundas con 41 puntos por 39 las levantinistas), una cuestión nada menor porque ese puesto da acceso la próxima campaña a la Champions. El cuadro granota viene como un cohete: ocho victorias y dos empates desde que salió goleado (5-0) en noviembre del Estadi Johan Cruyff, rapapolvo que, en realidad, han sufrido casi todos los conjuntos este año. Para llegar a la final se las verá con la Real Sociedad, que acude como campeona de la Copa de la Reina, el primer laurel de su historia, gracias a una Nahikari García cuya incidencia en el equipo es absoluta: suma 10 tantos pese a haber estado lesionada dos meses. Todos contra un Barcelona muy superior hasta ahora en juego y recursos, y que tampoco anda corto de hambre: no levanta un trofeo desde la Copa de 2018.

Esta Supercopa se anunció hace apenas un mes y medio, y como casi todo lo que rodea al fútbol femenino en los últimos tiempos llega con ruido. Esta vez, a cuenta de las fechas elegidas porque coincide en días y horarios con la Copa del Rey masculina, una circunstancia que llama la atención al ser dos citas organizadas por la Federación Española. Por ejemplo, la semifinal con más cartel, el Atlético-Barcelona, se encuentra encajonada entre los dos duelos de Copa más atractivos (Real Madrid-Real Sociedad, a las 19.00; y Athletic-Barça, a las 21.00). Y si el cuadro femenino donostiarra pasara a la final, casi chocaría con el derbi vasco de la Liga del próximo domingo (14.00). Un obstáculo añadido para la visibilización de un mundo que reclama un hueco propio en la agenda futbolera. El organismo presidido por Luis Rubiales argumenta que no ha sido posible otra alternativa en el calendario. De lo que se han felicitado todos es de los premios económicos. Nadie desvela las cifras, pero sí advierten de que son muy superiores, por ejemplo, a la última Copa de la Reina, que le terminó costando dinero, incluso, a los finalistas.

Y sobrevolando este escenario, la nube del convenio colectivo. Una especie de boina de contaminación que todo lo impregna. Aspira a convertirse en el primer texto en una Liga europea femenina de fútbol que fijaría negro sobre blanco los derechos y deberes de las jugadoras; sin embargo, el nudo de intereses de las partes no termina de hacerlo posible. Cuando, al fin, los sindicatos y la patronal cerraron un pacto tras unas negociaciones muy largas (más de un año) y muy duras (con una huelga por medio), todo ha quedado encallado en el imprescindible acuerdo de los derechos televisivos, el que debe aportar el dinero necesario para hacer frente a ese futuro marco laboral. Las futbolistas ya han advertido de que están muy cansadas de esperar. El balón mandará estos días en Salamanca, pero el tema no dejará de estar presente en el escaparate de la Supercopa.

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