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La Copa que lo cambió todo en Miranda

El equipo burgalés recibió un impulso decisivo para su transformación tras llegar a semifinales en 2012

Jon Rivas
Los jugadores del Mirandés, tras ganar al Sevilla.
Los jugadores del Mirandés, tras ganar al Sevilla.CORDON PRESS

Todo cambió en Miranda de Ebro el mes de enero de 2012. Fueron unas semanas de magia y de ilusión en la Copa del Rey que habían comenzado, tal vez, antes de las navidades de 2011, en El Madrigal. Hacía un frío intenso aquellos días; hasta el monumento a los sanjuaneros se puso la bufanda roja del Mirandés. En Quincoces de Yuso, un pueblo del Valle de Losa, a 49 kilómetros de Miranda, y muy cerca del País Vasco, el centrocampista Pablo Infante, el héroe de aquellas jornadas inolvidables, hacía números por la mañana en su despacho de director de la sucursal en la Caja del Círculo, comía y después iba a entrenarse al campo anexo de Anduva. Licenciado en Administración de Empresas, diplomado en empresariales, era feliz en aquellos momentos. “En estos tiempos de paro, yo tengo dos empleos”, decía.

En las oficinas del Mirandés, entonces en la Ronda del Ferrocarril, también hacían números: “Vamos fichando lo que otros no quieren, tenemos que mirar cada euro”, comentaba Carlos Pouso, el muñidor del milagro desde el banquillo. Este equipo de Segunda B eliminó a tres equipos de Primera. Primero en dieciseisavos al Villarreal (1-1 en Anduva y 0-2 en El Madrigal); en octavos al Racing (2-0 en Anduva y 1-1 en Santander); y en cuartos al Espanyol (3-2 en Cornellà y 2-1). Esta última eliminatoria la superaron en el minuto 92. Después, en semifinales, llegó el implacable Athletic de Marcelo Bielsa, para poner las cosas en su lugar (1-2 en Anduva y 6-2 en San Mamés), pero el Mirandés y Miranda de Ebro cambiaron con aquel impulso copero, se transformaron. Eran líderes entonces de su grupo en Segunda B, y la Copa les dio el empujón definitivo para su primer ascenso de la historia a la categoría de plata.

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De nuevo el Villarreal se cruza en su camino (miércoles, 21.00, DAZN), como entonces, pero ahora el primer equipo de la provincia de Burgos está en Segunda División (11º clasificado). Ya se encontraron después de aquel primer contacto, cuando el equipo castellonense cayó en picado desde la Champions. Entonces el Mirandés no tuvo opciones, pero esta vez es otra historia, porque la Copa, a partido único incluidos los cuartos, iguala las fuerzas de nuevo.

Y el equipo burgalés ya no es un club, sino una sociedad anónima deportiva, obligado por la Ley del Deporte, pese a que llegó al fútbol profesional saneado y sin deudas. El de la transformación fue, posiblemente, el momento más crítico del club, cuando se pensó incluso en el descenso administrativo, porque no era capaz de completar los 2,2 millones de capital social que exigía LaLiga para la conversión. Los socios habían comprado acciones por 900.000 euros, un 40% del total.

Un empresario, Vicente España, apareció como la solución. En junio de 2013 aseguró que aportaría el 60% del capital restante. Unas semanas más tarde, reconoció que no había sido capaz de hacerlo, y el Mirandés estuvo a un paso de descender a Segunda B, pese a haber terminado el campeonato en una posición cómoda. Entre los jugadores y los directivos salvaron la situación. Ellos aportaron el capital para mantener al club a flote. El rescate lo lideró entonces el presidente actual del Mirandés, Alfredo De Miguel, que durante la presente campaña ha tenido algunos desencuentros con su afición por el precio de las entradas, sobre todo en la Copa. “Si no se puede cobrar las entradas porque sienta mal, entonces no vamos a ningún lado porque luego también se quiere tener un equipo competitivo”, argumenta. “Cada uno es libre de venir o no venir, pero las cosas tienen un precio y hay que pagarlo. El que no, que se quede en casa”, decía antes de la eliminatoria ante el Celta (también han eliminado al Sevilla).

Los mirandeses siguieron en Segunda hasta 2017, cuando los cuatro entrenadores que contrataron sucesivamente no pudieron evitar la debacle, pero las cuentas estaban saneadas. El Mirandés ganó la Liga en su grupo de Segunda B, pero perdió en la promoción. La temporada pasada fue tercero, aunque en esta ocasión sí que superó la fase de ascenso.

El equipo fronterizo contrató a Andoni Iraola como entrenador, y siguió con su política de economía de guerra. Frente al Villarreal llenarán Anduva (5.800 espectadores) otra vez, pese al precio de las localidades (20 euros para los abonados; entre 30 y 40 para los no abonados). “No estamos subvencionados por estamentos públicos que nos den cantidades como pasa en otros equipos y nosotros tenemos que buscar la economía, y nos dice que hay que cobrar. Este verano acometeremos el drenaje del terreno de juego, que cuesta medio millón de euros, y la iluminación, que sube a otro millón. Estas cosas se hacen con dinero”, afirma el presidente.

El Mirandés contrató a 19 nuevos futbolistas para este curso. Siete de ellos llegaron con la carta de libertad, 11 están cedidos de otros equipos y uno más estaba sin equipo. El Mirandés cambió aquel lejano mes de enero de 2012, pero algunas cosas siguen igual. “Tenemos que mirar cada euro”, dicen.

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