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Aquella maldita tormenta en el Menté

Ocaña, líder destacado tras desplazar a Eddy Merckx, tuvo que abandonar en 1971 tras una caída en medio de la tormenta

Luis Ocaña, tras su caída en el col de Menté en 1971.
Luis Ocaña, tras su caída en el col de Menté en 1971.
Jon Rivas

En Albi, una crono, gana Merckx, pero apenas le recorta 11 segundos a Ocaña, que sigue de amarillo, con siete minutos de ventaja, cada vez más cerca de París. Es el Tour de 1971. Pero llega la tragedia. El 12 de julio se disputa la decimocuarta etapa, entre Revel y Luchon, 214 kilómetros por los Pirineos. Se asciende el Portet d´Aspet, todos juntos. Después llega Menté, el calor es abrasador, luce el sol. Merckx ataca varias veces a Ocaña, el español responde. Su único pensamiento es llegar primero a la cima del Portillon, el col que separa Francia de España. A un lado Bagneres de Luchon, al otro el valle de Arán, el lugar al que Luis Jesús llegó siendo un niño, escapando de la miseria. Quiere demostrar a los aficionados que todo aquello ha cambiado, que ya no es un pobre perdedor, sino un ganador. En realidad, quiere demostrárselo a sí mismo.

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Sube Menté, siguiendo a Merckx con la cabeza en el siguiente puerto. En los últimos kilómetros se empiezan a cerrar las nubes, que amenazan con una de esas súbitas tormentas que se generan en las montañas. Comienza a llover con fuerza, el asfalto no absorbe toda el agua, rezuman de barro las cunetas. Empieza el descenso y los frenos no responden porque las zapatas están empapadas. Delante va Fuente. En una curva hacia la izquierda se cae Merckx. Aterriza en la hierba. Ocaña no puede salvarle y choca contra una piedra; Guimard, por detrás, elude a los caídos y sigue. Eddy se levanta rápido, coge la bicicleta. A Luis le cuesta un poco más, pero empieza a incorporarse cuando Joop Zoetemelk, que tampoco puede frenar, le arrolla. Agostinho cae encima de ambos y vuela hacia los arbustos.

“No le sigas, Luis”, le había dicho su director, De Muer. “Llevas una ventaja importante, déjale ir”, incidió Johny Schleck, su fiel gregario, pero no les hace caso. Por la radio, Josiane escucha que se ha caído el líder. Llama a Cescutti, un amigo, que recoge con su coche a la mujer de Luis. Se presentan los dos en el hospital de Saint Gaudens. No es grave, pero sí lo suficiente como para tener que retirarse y perder un Tour que tenía ganado. En el Portillon, la gente que espera a Ocaña la toma con Merckx, le insultan, le hacen responsable de la caída, pero Eddy no tiene ninguna culpa. Cuando llega a la meta, después de la victoria de José Manuel Fuente, es el nuevo líder, pero se niega a ponerse el maillot amarillo. La azafata se lo pone delante, para la foto, pero solo eso. ¿Ha ganado el Tour?, le preguntan. Y contesta: “No, al contrario, hoy lo he perdido”. Al día siguiente, la organización le permite que no se vista de amarillo, en una excepción al reglamento.

Dos días más tarde, Labourdette, el amigo de Ocaña, gana en el Aubisque bajo una tormenta similar a la de Menté. Le dedica el triunfo a Luis. También es un día negro: un espectador ha muerto alcanzado por un rayo. La siguiente etapa parte de Mont de Marsan, la ciudad de Ocaña. Eddy Merckx, en una acción un tanto publicitaria, acompañado de los periodistas, acude a la casa de Luis. Se sientan juntos en el sofá, sonríen, pero no se dicen nada.

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