El récord de José Luis Viejo
Desde 1976 mantiene la marca de ser el ciclista que ha ganado con más diferencia sobre el segundo de la etapa
A José Luis Viejo, hijo de un ganadero de Yunquera de Henares, su padre le compró una bicicleta para que subiera al canal, cada mañana, a pedir el suministro de agua para dar de beber a las vacas. Cuando era niño, jugaba al fútbol, y lo hacía bien, pero subido a la bicicleta se dio cuenta de que aquella máquina le daba libertad, y además les ganaba a los demás vecinos que ascendían al canal en motocicleta.
De adolescente se juntó con El Rubio, con Chiquilín, el Rufo, Chamusca, Gorín y Piñolas, y entre todos se lo tomaron más en serio. Ya vivía en Azuqueca. Ganó la primera carrera que disputó en su pueblo, y quedó séptimo en la segunda, que organizaba la fábrica de cristal en San Antonio, y vio que podía ganarse la vida en el pelotón. Los demás lo fueron dejando.
Le llamó Bahamontes, para el equipo de aficionados de La Casera, y el segundo año acabó segundo la Guillermo Tell, en Suiza, tercero en el Mundial y estuvo en los Juegos Olímpicos de Múnich, donde terminó en el puesto 31º y vivió la decepción de su compañero Jaime Huélamo, que acabó tercero, pero no subió al podio porque dio positivo por coramina, un producto que la UCI no prohibía, pero el COI, sí. Luego se hizo profesional, primero con La Casera, y luego con Super Ser, el equipo de Luis Ocaña.
Acudió al Tour de 1976 como su doméstico, pero el conquense se desinfló en los Alpes, así que el director, Gabriel Saura, que había sido ciclista de la generación del hambre y seleccionador en la época en la que España no brillaba, decidió intentar salvar los muebles. Convocó a los corredores que quedaban y les pidió que dieran leña y buscaran un triunfo de etapa. José Luis Viejo se tomó la consigna al pie de la letra.
En la úndécima, entre Montgenevre y Manosque, de 224 kilómetros, salió decidido a cumplir ese propósito. Todo el Super Ser, con Ocaña a la cabeza, se arremangó para cumplir la tarea en una etapa que se esperaba tranquila. Después de la primera meta volante, en Embrun, Casas, el compañero de Viejo fue el primero en responder a Danguillaume, que probó fortuna. En el kilómetro 63, en Savines-Le-Lac, se unió también el protagonista del día. Perseguidos por el pelotón, Casas no aguantó el ritmo, mientras Viejo aceleraba para coger 1m40s de ventaja poco después.
Al final, el pelotón decidió rendirse. Las fuerzas estaban muy justas y nadie quería trabajar. Sólo José Luis, que en el kilómetro 90 llevaba diez minutos de ventaja. En el col de Saint Jean, la diferencia aumenta a más de 12 minutos, y en La Javie, era de 22. Asombrosamente, Viejo no bajaba su ritmo, pero el pelotón sí, y en el control de avituallamiento en Digne (kilómetro 150), la diferencia era ya de 27 minutos. Empezó a llover y José Luis Viejo pinchó la rueda delantera.
La crónica de la agencia Alfil la debió escribir algún redactor poco ducho en francés, traduciéndola a su manera: “En Crevaison debió cambiar su rueda”. Crevaison significa pinchazo. En Francia no hay ningún pueblo que se llame así. Ya cansado, en los últimos kilómetros perdió algunos minutos, pero llegó a Manosque con 22m50s de adelanto sobre el segundo clasificado, Kartens. El pelotón entró a 23m07s. Nadie ha conseguido superar su marca.
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