“Sabonis acojonaba a los americanos”
Chechu Biriukov evoca la figura del gigante lituano, de 2,21m, con el que jugó en la URSS y el Madrid
José Biriukov Aguirregaviria, 57 años, de padre moscovita y madre vizcaína (Clara, una de las niñas de la guerra), fue un deportista precoz en la URSS de Breznev, despuntó rápido en el baloncesto y fichó por el Real Madrid apenas cumplidos los 20. Pero antes de nacionalizarse y hacer carrera vestido de blanco —con la conquista de cuatro Ligas, cuatro Copas, dos Recopas, una Korac y una Copa de Europa en 11 temporadas—, ya había tenido tiempo para lucirse en las categorías de formación de la Unión Soviética, disputar 22 partidos con la absoluta y conocer allí a un gigante que iba a marcar época: Arvydas Sabonis (Kaunas, Lituania; 55 años). Una figura con la que compartió equipo en sus inicios y en el final, en 1995, cuando, tras ganar la Euroliga, Biriukov se retiró “con las rodillas machacadas” y Sabas decidió prolongar su leyenda y su epopeya física en la NBA.
“Desde que llegó a la selección júnior ya se veía que era un fuera de serie. Uno de esos jugadores tocados por la mano de Dios. Alucinábamos con las cosas que hacía. Imagínate un Sabonis con 18 años, ágil, rápido, creativo, con tiro, pase… “, rememora Chechu, 67 veces internacional con España. El restaurante que ahora regenta en Las Tablas (Madrid), Biriukov Bistró, es a un tiempo epicentro de infinitas tertulias con excompañeros y museo de fotografías históricas, un puñado de ellas junto a Sabonis. “Era casi dos años más joven que los de mi generación, pero pasó rápido de cadete a júnior y, como ya era una gran estrella, Aleksandr Gomelsky no dudó en llevárselo al Mundial de Colombia 82 con la absoluta”, comienza Biriukov en su repaso al álbum.
Justo después de ganar el oro en Colombia, la URSS tenía que disputar una gira por Estados Unidos contra las mejores universidades del país. Los jugadores del CSKA debían reincorporarse a la disciplina de su club para jugar la Copa de Europa y la selección se completó con talento joven. Allí coincidieron Sabonis, Tikonenko y Biriukov, entre otros. “Arrasamos con todo. Los americanos fliparon viéndonos jugar y alucinaron con Sabonis, que ejerció de estrella absoluta. De 12 partidos solo perdimos tres y uno de ellos fue por un claro robo arbitral. Aplastamos a la Indiana de Bobby Knight y no podían consentir más victorias nuestras”, cuenta Biriukov. “Fue un mes maravilloso. Salíamos todas las noches además. Se juntó la libertad de los ochenta con el descubrimiento de los estadounidenses de que los rusos no éramos el demonio”.
Por aquel entonces, Sabonis “era un 2,10 que hacía de todo”, relata Birukov. “Era versátil y dominador. Fue la antesala de aquel torneo de Navidad del 84 en el que anotó setenta y tantos puntos en tres partidos y se cargó hasta el tablero”, añade. Cuenta la leyenda que Sabonis comenzó a jugar al baloncesto como escolta hasta que un verano dio un estirón de 14 centímetros. Ahí se convirtió en pívot, pero mantuvo todas las virtudes de un jugador exterior. “Estuvo creciendo hasta su último año con el Madrid, me contó Alfonso del Corral. Al Fórum Valladolid llegó midiendo 2,18m, con 24 años. Cuando fichó por el Madrid estaba en 2,19 y alcanzó los 2,21m. Creció hasta pasados los 30”. Un físico duramente castigado por las lesiones desde que, en 1986, durante la preparación del Mundobasket de España, sintiera unas molestias en el tendón de Aquiles del pie derecho que acabaron enviándole al quirófano y pusieron en peligro su carrera.
“Portland le había elegido en primera ronda del draft y, para rescatarlo, le costearon seis meses de recuperación en EE UU con los mejores especialistas. El dueño de la franquicia, Paul Allen —cofundador de Microsoft—, era un enamorado de Sabonis. Pudo llegar incluso a los Juegos de Seúl de 1988”, detalla Biriukov.
Después de año y medio parado, con andares achacosos y las rodillas forradas para apuntalar al gigante, Sabonis se exhibió ante el mundo. “Su semifinal contra EE UU fue un auténtico espectáculo. No fue el máximo anotador pero arrasó en la zona. Se comió a David Robinson, a Danny Manning y a todo el que se le puso por delante. No eran una banda, todos acabaron siendo all stars, pero estaban acojonados ante Sabas, al final ni se acercaban”, recuerda Biriukov. En Seúl, Sabonis completó la triple corona con la URSS y sumó el oro olímpico al del Mundial 82 y al del Europeo 85. En Barcelona 92 y Atlanta 96 alcanzó el bronce ya con Lituania.
“Nunca hablamos de sus lesiones, pero fue una pena que le hicieran perder tanta movilidad. Cuando coincidimos en el Madrid tenía el pie derecho deformado, siempre hinchado, y la rodilla derecha también tocada pero como tenía un conocimiento tan brutal del baloncesto y tanta habilidad… jugaba prácticamente con una pierna y le bastaba”, prosigue Biriukov. “Siempre se dice ‘tenía que haber fichado antes por el Madrid, tenía que haber ido antes a la NBA [se fue con 31 años]’…, pero al final le dio tiempo a todo. Tenía mucha clase y era un gran luchador en la cancha. Sabonis está entre los más grandes, entre los 10 mejores pívots de la historia del baloncesto”, sigue Chechu antes de rememorar aquellos partidos de playoff de Sabas contra los Lakers de Shaquille O’Neal: “Le volvía loco”.
La Copa de Europa de 1995 fue la culminación de la misión de Sabonis en el Madrid. Tras su marcha se desarmó el equipo y se jubiló Biriukov y su carismático “tiro plano”. A Sabonis le quedaban aun siete temporadas en la NBA, una retirada triunfal en el Zalgiris como héroe nacional de Lituania a los 40 años y la entrada en el Salón de la Fama.
Sabonis y Biriukov están ahora reunidos en un grupo de amigos en WhatsApp, junto a Sarunas Marciulionis, Rimas Kurtinaitis, Aleksandr Volkov, Igors Miglinieks, Heino Enden y Serguei Tarakanov entre otros. “Sabas escribe poco. Siempre que puede, suele estar cazando o pescando en Kaunas”, cierra Biriukov.
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