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Pione Sisto, una ‘fuga’ de 3.000 kilómetros

El atacante del Celta quebranta la cuarentena y se desplaza de Vigo a Dinamarca en coche sin permiso del club. Hijo del conflicto de Sudán del Sur, sorprende al vestuario por sus hábitos a contracorriente

Alejandro Ciriza
Pione Sisto disputan el balón con Semedo durante el Barcelona-Celta de esta temporada.
Pione Sisto disputan el balón con Semedo durante el Barcelona-Celta de esta temporada.Gorka Leiza (Diario As)

“Es supersimpático y muy majo, pero sí, también es peculiar…”, transmiten desde el entorno del Celta. “Buena gente”, le describe otra persona que le conoce de cerca. “Va al revés del mundo, solo le falta llevar el volante al otro lado. Es joven, está fuera de casa y casi siempre solo…No sale de fiesta casi nunca, ni cuando vamos de cena se toma una copa”, exponía el pasado mes Iago Aspas, el gran símbolo celeste.

Acostumbrado a ir a contracorriente, Pione Sisto (Kampala, Uganda; 25 años) ha vuelto a desmarcarse con otra maniobra difícil de comprender. El atacante, que aterrizó hace cuatro años en Vigo y circula por el vestuario del equipo gallego como un elemento singular, si no extraño, se convierte en noticia porque en pleno periodo de confinamiento decidió abandonar la ciudad y, ante la imposibilidad de hacerlo en avión, recorrer los casi 3.000 kilómetros de recorrido hasta Dinamarca en coche, saltándose así las directrices impuestas por las autoridades sanitarias tras el decreto del estado de alarma.

Comenzó todo hace unos días, cuando el director deportivo del equipo gallego, Felipe Miñambres, llamó al futbolista numerosas veces y no recibió respuesta alguna. Preocupados, varios responsables del club se trasladaron hasta su domicilio para comprobar que todo estaba en orden y cuando llegaron allí vieron que la casa estaba cerrada a cal y canto, y que el vehículo no se encontraba aparcado. Sisto, vigilado con lupa por algunos episodios de indisciplina, terminó unilateralmente su cuarentena y se desplazó a su país junto a su hermana, que le acompañaba en los últimos días.

Ahora, pues, se expone a la apertura de un expediente disciplinario o un castigo más severo en otro capítulo que subraya la particularidad del jugador, sui generis de “personalidad compleja” y que el año pasado disparó las alarmas a través de un vídeo en el que reconocía haber estado 21 días consecutivos alimentándose exclusivamente de fruta; práctica que, lógicamente, choca con la actividad profesional de un futbolista de élite. “Llegué a perder el control y creí que iba a volverme loco”, contó a través de Instagram. Poco a poco, fue convirtiéndose en un enigma para sus compañeros, que le veían portar libros de filosofía —entre ellos, El despertar de la inteligencia— y alucinaban con sus reflexiones existencialistas.

Paseos de madrugada y soledad

En los mandos del club, mientras, costaba encontrarle sentido a su introspección —“te conviertes en lo que piensas”, publicó en sus redes— y a los largos paseos de madrugada por la ciudad; también a las llamadas a altas horas a los fisioterapeutas o a determinadas dinámicas personales que dejaban boquiabierto al vestuario. Inmerso en la soledad, recibiendo solo visitas esporádicas de su hermano (a su vez, agente) y algunos familiares, Sisto reconocía a principios de temporada haber sufrido un tropezón anímico, que se añade al oscuro pasado de sus padres, quienes tuvieron que huir de la sanguinolenta guerra civil de Sudán del Sur.

Reclutado en 2016 procedente del Midtjylland, danés, a cambio de seis millones de euros, el extremo ha ido dibujando curvas desde su aterrizaje en España con la misma facilidad que desborda rivales sobre el verde. En los dos primeros cursos se asentó en el once del Celta y reforzó su presencia en el césped con buenos números —firmó 12 goles y 14 asistencias entre la 2016-2017 y la 2017-2018—, lo que le permitió disputar el Mundial 2018. Sin embargo, su fútbol luego empezó a perder efervescencia y su juego decayó, desapareciendo progresivamente de los planes de Juan Carlos Unzué, Miguel Cardoso y Fran Escribá, predecesores de Óscar García Junyent en el banquillo.

Sin embargo, la llegada el entrenador catalán el pasado mes de noviembre fue devolviéndole la luz. Con él regresó al terreno de juego e incluso volvió a ser definitivo, en medio de una situación muy complicada para el Celta, que hasta el parón peleaba por escapar de las llamas del descenso. Firmó el gol de la victoria contra el Sevilla y se reenganchó, pero el frenazo de la pandemia y la reciente fuga a Dinamarca han vuelto a ponerle en el disparadero.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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