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La revolución española del 17

Las Guerreras, semifinalistas del Mundial, iniciaron hace dos años una profunda renovación con la salida de históricas como Marta Mangué y Macarena Aguilar

Lorenzo Calonge
Alicia Fernández, en una acción contra Rusia.
Alicia Fernández, en una acción contra Rusia.HIROSHI YAMAMURA (EFE)

No fue en la pista, sino arremolinadas alrededor de una tableta en un restaurante de Kumamoto. Separadas en varias mesas pequeñas americanas durante la cena, el feliz desenlace del Montenegro-Suecia (26-23) durante los postres reunió a la expedición junto al dispositivo y puso a todo el mundo a saltar. España acababa de clasificarse para las terceras semifinales de su historia en un Mundial. “Ha sido un subidón total”, celebró la capitana Nerea Pena, a punto de retirarse a la habitación.

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Un buen campeonato necesitó un rebote para que la selección femenina de balonmano entrara en la zona VIP. La victoria de las balcánicas sobre las nórdicas ya en la noche japonesa de este miércoles reflotó a un conjunto que a esas horas andaba preguntándose cómo un balance casi inmaculado (solo una derrota en la última jornada de la segunda fase, contra Rusia 26-36) no le daba más que para pelear por el quinto puesto. Finalmente, lo hará por un lugar en la final, este viernes ante Noruega (12.30, Teledeporte). “Ellas no están en su mejor momento y tenemos que aprovecharlo. Vamos sin ninguna presión”, advirtió Pena.

Al margen de esta carambola, y mucho más con ella, el Mundial de Japón supone un paso adelante para un equipo que en las tres últimas citas (Europeo 2016, Mundial 2017 y Europeo 2018) no superó el undécimo lugar. La profunda renovación iniciada hace dos años, en la que varias jugadoras de la mejor generación del balonmano español fueron relevadas por un puñado de jóvenes, ha dado los primeros frutos. Iconos como Marta Mangué o Macarena Aguilar desaparecieron de las listas y, en su lugar, surgieron Jennifer Gutiérrez, Maitane Etxeberria, Alicia Fernández, Eli Cesáreo, Silvia Arderius o Sole López. Estas debían mezclar con las supervivientes de la vieja guardia (Nerea Pena, Silvia Navarro, Shandy Barbosa o Carmen Martín) con el ojo puesto en los Juegos de 2020 y, sobre todo, en el Mundial de 2021 que organizará España.

La traumática eliminación en Río 2016 y el mal Europeo seis meses después empujó a la Federación a un relevo en el banquillo. Jorge Dueñas, el tótem que había dirigido a las Guerreras en sus cuatro medallas (dos platas y dos bronces entre 2008 y 2014), fue sustituido por Carlos Viver a principios de 2017. Pero no solo se trató de un cambio de persona. También de plan. El vallesano se preparó para la tarea más delicada, comprometida y, seguramente también, estimulante de un técnico: dejar a un lado a leyendas y ventilar el vestuario con aire fresco. “No siento que me la jugara. Fuimos consecuentes con lo que pensamos”, explica el entrenador desde Japón.

Viver, de 46 años, no vaciló y emprendió la tarea. En la convocatoria para su primer gran campeonato, el Mundial de 2017, ya no estaban la máxima goleadora y la que más veces había vestido la camiseta, Marta Mangué (1.034 tantos en 301 partidos), ni una referente como Macarena Aguilar (638 dianas en 240 encuentros). Tenían 34 y 32 años, respectivamente. La segunda ya no se encuentra en activo. Tampoco fueron incluidas otras con tanto cartel como Nely Carla Alberto (346 goles), Patricia Elorza (126 internacionalidades) y Naiara Egozkue (75 duelos), nombres que figuran en muchas de las gestas de la selección. Eli Pinedo (441 goles), retirada hacía un año y medio, también era historia, y Eli Chávez (185 encuentros) disputó ese Mundial, pero ya no regresó más. “No creo que haya sido una situación fácil para Carlos [Viver], pero no podían ir todas a esa edad. Era un proceso natural”, apunta Imanol Álvarez, entrenador del Bera Bera y seleccionador júnior.

Todo este poso y horas de vuelo fueron ocupados por algunas jugadoras que, al comienzo de ese campeonato celebrado en Alemania, apenas sumaban cuatro partidos con España, como era el caso de Jennifer Gutiérrez o Maitane Etxeberria, presentes en Japón. La cifra media de internacionalidades había pasado de 103 en el Europeo de 2016 (similar a los Juegos) a 60 en el Mundial de 2017. Había que crear otro equipo para la saga, justo el que ahora ha asomado. Estos dos años de experiencia han elevado algo la media (69 en el torneo nipón), aunque solo una (Silvia Navarro) aparece entre las diez con más partidos (206, la sexta). La gran mayoría figura en la lista histórica del puesto 50 para atrás.

Ninguna de las que dejaron de ir renunciaron ni el seleccionador dijo que no las volvería a llamar, pero ya no ha habido marcha atrás, pese a que los primeros resultados no fueron buenos (undécima en ese primer torneo y duodécima en el Europeo de 2018). Las semifinales de Japón validan el plan renove y han servido también para reforzar el papel de la clase media, a la sombra en la época dorada y obligada a más protagonismo. La más destacada de este grupo es Ainhoa Hernández, que ya estuvo como principiante en el Mundial de 2015 y que en la cita de 2019 ha despuntado sobre el resto. “Cuando estamos al completo, podemos competir con cualquiera. Con sus virtudes y sus problemas, este equipo se agarra a la cancha”, comenta Carlos Viver, que en paralelo a las Guerreras dirige el grupo de trabajo Objetivo 2021, en el que han participado más de 70 jugadoras de la Liga con la intención de acortar la distancia entre el torneo doméstico y la selección.

Así quedan las semifinales

Rusia - Holanda (viernes, 9.30)

Noruega - España (12.30, Teledeporte)

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