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Locura y orgullo de Nairo a 2.642 metros de altitud

El colombiano del Movistar vence tras un ataque en solitario en la gran etapa alpina del Galibier. “Ese no era el plan”, afirma Landa. Bernal es segundo en la general a 1m 30s de Alaphilippe

Carlos Arribas
Saint Michel de Maurienne -
Nairo Quintana entra vencedor en la meta de Valloire.
Nairo Quintana entra vencedor en la meta de Valloire.Thibault Camus (AP)

La etapa sale junto al lago, en Embrun, donde el aire pesa y la humedad multiplica el calor, y donde aparcan juntos, culo con culo, los autobuses del Movistar y el Ineos, dos mundos. La fantasía y la cordura alojada en sus cerebros hablan por sus bocas en una pequeña batalla de lances entre los habitantes de ambos vehículos. Txente DracarysGarcía Acosta, uno de los estrategas del Movistar, cree en la fantasía, en un ataque lejano, en el Izoard nada menos, de su Landa, lejano en la general de los mejores, y después que llueva o truene, caerán minutos y vamos a por todas; Xabier Artetxe, que conoce a Landa, porque fue su entrenador en el Sky, y conoce a Egan, porque lo entena ahora en el Ineos, niega la posibilidad de la fantasía. Todo son números, dice Artetxe, son segundos, y ni siquiera cuando era ciclista creía en sus sueños. “Era demasiado malo para ello”, dice. Arrieta, otro estratega del Movistar, busca conciliar ambas vistas: hay que lanzarse al vacío pero no levantar los pies de la tierra, viene a decir el navarro, y no vamos a hacer el trabajo para que se aprovechen otros, y serán otros los que tengan que debilitar al líder Alaphilippe.

Nairo no habla. Nairo actúa.

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Nairo es orgullo herido con piernas y un corazón que le desborda, un empecinado, y pedalea ligero, bien firme sobre el vacío, ahí, a su derecha, en el valle desmesurado sobre el que traza sus curvas empinadas el Galibier, el col que permite a los franceses pasar al otro lado, a la vieja Saboya, y pedalea con la pechera de un guerrero, manchurrones rojo oscuro que parecen sangre, pero no es tanto, son restos de gel desparramados. Pero la sangre no sobraría. Nairo, sanguíneo, zanja la batalla teórica con un ataque de locura que tapa la boca a sus jefes, que borra sus cuadernos de táctica. Que no le gusta a Landa. Nairo corona solo y se lanza solo en un descenso infinito. Y gana en Valloire, donde antes solo había ganado Merckx.

La mirada habla por Landa más que la boca. La noche anterior, en su habitación cercana al lago ha visto un par de veces y ha repasado con cuidado las imágenes del ataque hermoso de Andy Schleck en 2011 en el Izoard, camino del Galibier. No ganó el Tour, pero hizo tambalear a Evans y destrozó a Contador. Un ataque canónico y valiente que Landa tiene en la cabeza por la mañana, y esperando junto al autobús, Andy Schleck en persona pide a la gente de Landa que les diga que va con él, que cree en su ataque, que le deseen suerte.

Cuando llega Landa al Izoard, Nairo y un grupo de escapados más grande que el pequeño pelotón de favoritos, y sus compañeros Amador y Verona, hace seis minutos que han pasado. Marchan delate para hacer de puente del ataque de Landa. Así creen todos.

La maquinaria del Movistar se pone en marcha, Marc Soler, que crece en sabiduría, talento y ciencia ciclista con cada pedalada que da en julio, acelera la marcha y la acelera y la acelera, y a su espalda oye las palabras de Landa y Valverde, que le piden más, y la de los rivales, que desfallecen. En la Casse Déserte, donde siempre hay que hablar de Louison Bobet y de Fausto Coppi, las piedras son restos de yeso ocre y blanco esculpidas por el viento, es polvo y cantos humildes arrastrados que parecen nubes, etéreos, y a nadie habría sorprendido que se licuaran por el calor, por las maravillas que se pueden pensar a más de 2.000 metros de altura en los Alpes sedientos. En la Casse Déserte cesa todo. Se han acercado a 4m del grupo de Nairo. A Soler le dicen que levante el pie. Despegue abortado. “Aceleramos porque habíamos visto a algunos muy flojos, pero no los soltamos”, dice Arrieta. “Y pensamos que todos los favoritos tenían gente delante y que no sacaríamos mucho atacando. Y teniendo a Nairo allí, fuerte, decidimos ir a buscar la etapa”.

Landa revive su pesadilla del Izoard. En 2016 se sentía fuerte, pidió permiso a su jefe, Froome, para atacar y buscar el podio. Froome se lo negó. Tres años después, Landa ve cómo le vuelven a cortar las alas. “Nairo no era el plan”, dice. “Pero él ha tirado para adelante”.

Amador, el mejor de los gregarios, enseña a los jóvenes a ser tan buenos como él. La primera lección que les da es la de que un gregario nunca mira adelante: cuando está en fuga un gregario siempre mira atrás, esperando al jefe, atento a lo que quiera, guardando fuerzas para regalárselas.

Cuando está en fuga, Nairo no mira atrás. Es un campeón. La fuga es complicada. Hay muchos ataques dentro de ella. Nairo necesita a Amador para que le deje en su sitio. “Compañerito”, le dice, “tienes que cerrar ese hueco”. Amador se olvida de pensar en Landa, que nunca llegará volando. Llegando a Briançon y al valle del Lautaret, Amador trabaja fuerte, fuerte. Acerca a Nairo a toda y Nairo observa que muy pocos van bien. Su fe crece y se multiplica cuando se alcanzan los 2.000m y el aire es ligero, escaso, enrarece el cerebro y deja al sentimiento libre, y no hay vegetación, solo piedras viejas y una luz terrible, y las montañas hacen un circo a su alrededor. La carretera gira a la derecha y se entra en el viejo Galibier. Nueve kilómetros de ascensión hasta los 2.642m. Es su territorio colombiano. Su aire. Ataca fuerte a los dos últimos que le resisten. Se va. Y no mira atrás como hace cuando ataca en vano y no puede mantener la tensión más de 100 metros. Se siente tan grande como le creen todos los suyos, los que le llaman Nairoman y dicen que hasta Superman le envidia.

Séptimo en la general

Detrás, gana la cordura, hasta que la sangre colombiana actúa. Subida al paso de Van Baarle, el último gregario de los Ineos. Alaphilippe resiste. Intenta romperlo Egan con un ataque al que le invita Thomas, su jefe, que rompe a todos y también a Thomas, y adelanta a todos en la general, menos a Alaphilippe. Sí, a Thomas, que intenta inútilmente ir a por él. Y no puede.

Nairo gana con casi 6m sobre los favoritos (5m 18s de reloj más 18s de bonificaciones). Ya es séptimo en la general, un minuto por delante de Landa. El podio lo tiene a 2m 19s. Su Movistar pasará una noche volviendo a debatir sobre fantasía y orgullo. A los Alpes de más de 2.000m les quedan dos días. Hoy toca el Iseran, el gigante más gigante (2.770m), donde el aire es tan fino que casi ni se respira. A 2.700m nació Egan.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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