_
_
_
_
_
CORREDISSES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La faja del Barça

El equipo azulgrana se ha destensado y acomodado en las áreas en lugar de jugar y presionar en campo rival.

Ramon Besa
Messi, en el último partido del Barcelona ante el EIbar.
Messi, en el último partido del Barcelona ante el EIbar. Juan Manuel Serrano Arce (Getty Images)

LaLiga se ha acabado con dos goles más de Messi. El campeonato ha sido más que nunca un monólogo del 10. No hay un jugador en el mundo más regular que el argentino de Rosario. Ha marcado 36 goles y ha sumado su sexto Pichichi, tantos como Zarra. Ahora aspira a ganar su sexta Bota de Oro y su sexto Balón de Oro.

Más información
La pinza de Valverde
La Champions no lo es todo

LaLiga ha pasado a ser el torneo por excelencia del Barça desde que está Messi: 10 títulos conquistados sobre 15 disputados con el argentino y 16 sobre 73 sin él para un total de 26. Un asunto diferente es la Copa: el argentino ha ganado seis sobre 30 a la espera de la final del sábado contra el Valencia.

La fortuna azulgrana dependerá más que nunca del argentino (50 tantos en total) si se toma como referencia el partido del domingo pasado en Ipurúa contra el Eibar. No cuenta el Barça con más delanteros después que algunos se hayan esfumado cuando está a punto de comenzar la Copa América.

Muy pocos pensaban que el equipo competiría por la Copa cuando se hablaba de ganar la Champions Había quien incluso invitaba a renunciar al torneo español para no condicionar el europeo hasta que se adivinó la posibilidad de aspirar al tercer triplete en la historia del Barcelona.

Hasta que llegó el partido de Anfield y, una vez eliminado de la Copa de Europa, al equipo azulgrana y al barcelonismo le cuesta Dios y ayuda acabar la temporada con el partido de Sevilla. La gente parece estar más pendiente de los fichajes de la próxima temporada que de la Copa.

¿Y qué debería hacer la directiva que preside Bartomeu? Asegurada la contratación de De Jong, trata de convencer a De Ligt –cosa difícil si su representante no rebaja su comisión por el traspaso-, se supone que incorporará a Griezmann y buscará un lateral zurdo que pueda alternar con Jordi Alba.

La prioridad es rejuvenecer a la plantilla y aumentar su competitividad después que se haya comprobado que no alcanza con Messi para ganar la Copa de Europa. Las posibles incorporaciones invitan al optimismo siempre que se recupere la idea de juego y el trabajo de campo que hicieron único al Barça.

El estilo exige dos cosas: una presión alta, solidaria y sincronizada, y una buena circulación de balón, plan que precisa de la intervención en ataque y en defensa de los 11 jugadores, y no solo de 8 o 9, y una presencia continua en capo del rival, muy lejos de la portería de Ter Stegen.

El Barcelona se ha ido destensando con el tiempo, como si fuera una faja o unos pantalones de chándal cuya goma se afloja de tanto usarlos, suficientemente fuerte todavía en cualquier caso para ganar los partidos en las áreas y conquistar tanto la Liga como la Copa.

Los protagonistas son el guardameta y los dos centrales por una parte y los delanteros por la otra, especialmente Messi. Únicamente hubo un intermedio que dio resultado: el tridente, campeón en Berlín 2015 después de un gran año de Neymar. El brasileño se fue y desde entonces el Barça no reconquista Europa.

A veces parece incluso que el Barça juegue para que no se eche en falta a Neymar en lugar de recuperar la versión original que preveía que los delanteros fuesen los primeros defensas tanto en el campo como en los entrenamientos; Villa podría contar muy bien cómo iban las cosas en el Camp Nou.

Entonces no se buscaban futbolistas altos y fuertes, físicamente comparables a los de la selección francesa campeona del mundo o al Liverpool de Klopp, sino jugadores rápidos de piernas y mente, a plena dedicación y al servicio de la causa del equipo, siempre reconocible, incluso cuando perdía.

Las derrotas de Anfield y Roma, para no recordar las de Turín, París o Madrid, obligan a revisar la política deportiva de la junta de Bartomeu, heredero de Rosell, y no a llenarse la boca diciendo que no habrá otro Xavi ni otro Iniesta y, por tanto, conviene evolucionar, para acabar perdiendo por 4-0 en Anfield.

Tal vez las cosas funcionarían mejor si Ter Stegen tuviera que intervenir menos, el juego de Piqué y Lenglet se localizara más en el medio campo y Luis Suárez se preocupara también de defender los saques de esquina que concede el Barça. Cuando la idea falla se cae en la personificación y entonces incluso se acaba por hablar demasiado de Messi.

Messi no necesita amigos sino compañeros de equipo que se maten para jugar a su lado y le lleven hasta la victoria; eso sí, firmada con sus goles.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_