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CARTAS DEPORTIVAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Puerto Rico y sus padres

Nombres como Freddy Borrás, o ‘Willo’ Galíndez se vuelven imprescindibles si queremos entender el crecimiento de nuestro deporte en los años 50

Piculín Ortíz ante Norris, en un Madrid-Barça de 1990
Piculín Ortíz ante Norris, en un Madrid-Barça de 1990efe

El sábado se sortearon los grupos de la primera fase del Mundial de baloncesto. España ha quedado encuadrada en lo que Scariolo ha definido como “un grupo asequible, con equipos a los que debemos respetar”. Creemos que el seleccionador se refiere más a la selección de Puerto Rico que a las de Irán y Túnez, por una lógica cuestión de historia. La selección caribeña lleva participando en los mundiales ininterrumpidamente desde el año 1986, precisamente cuando el campeonato se disputó en nuestro país. El entrenador actual de la selección caribeña, Eddie Casiano, fue compañero de batallas de José Piculín Ortíz o Ramón Rivas, dos de los jugadores que dejaron un imborrable recuerdo en el baloncesto ACB de la última década del siglo XX. Casiano tiene como uno de sus referentes a Gian Clavell, escolta de Estudiantes y ha tenido en la preselección a un hijo de Ramón Rivas, con una biografía claramente menor a la de papá.

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Recuerdo una tertulia con exjugadores, de esas que siempre acaban con la necesidad de contar batallas de juventud. Joe Arlauckas acabó sacando una historia de Rivas, compañero suyo Baskonia. Una de esas cosas que sucedían por dentro, donde se batían los machotes. Rivas tenía, por lo visto, un pique bastante duro con mi compañero Orenga, que no era el pívot más querido por los rivales, lo cual tampoco era de extrañar; le pagaban por ello. Ramón había crecido en ambientes donde ser hijo de alguien era muy poco recomendable. Allí había que crecer como un padre. Tras un partido calentito previo, le anunció a Joe sus intenciones. “Este tipo se va a enterar. Aquí no me hace lo que en Madrid, ya verás”. Y nada más salir, comenzó la puesta en escena. “¡hey, you, —se acercó a Juan en el calentamiento—; aquí, hoy, durante todo el partido, me vas a llamar papá! ¡Lo entiendes! ¡Aquí me vas a llamar papá!”.

Los más jóvenes de nuestros aficionados deben saber nuestro baloncesto tendrá siempre una deuda pendiente con Puerto Rico. Mucho antes del aterrizaje de jugadorazos como Piculín Ortíz o Ramón Rivas, de aquel país habían llegado los primeros extranjeros que impulsaron por ejemplo la historia del Real Madrid de baloncesto. Nombres como Freddy Borrás, o Willo Galíndez se vuelven imprescindibles si queremos entender el crecimiento de nuestro deporte en los años 50. Y ellos dos, junto a Rafa Deliz, fueron en realidad los teloneros deportivos de uno de los jugadores extranjeros que dejó mayor impronta entre aquellos pioneros. Solamente tres temporadas estuvo entre nosotros Johny Báez, y en ese corto período de tiempo (1957-1960) fue capaz de dejar el nivel de baloncesto de aquellas primeras ligas nacionales a una altura que solamente los jugadores norteamericanos podrían superar después. Aquellos primeros padres boricuas habían venido a España con la única ambición de completar sus estudios (fue el caso de Borrás y Galíndez), o de vivir nuevas experiencias, como el caso de Báez. Probablemente sin querer, nos despertaron la necesidad de explorar un crecimiento de nuestro baloncesto que ya se hizo imparable. La llegada de Clifford Luyk y Wayne Brabender unos años después al Real Madrid, con el trabajo de Raimundo Saporta y Pedro Ferrándiz, dio origen a un equipo de leyenda. Y la casi inmediata conversión de ambos en jugadores seleccionables probablemente cambió la historia de nuestro baloncesto para siempre. Una historia que no podría explicarse sin aquellos jóvenes estudiantes caribeños, convertidos en padres de aquel baloncesto español.

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