La venganza de Ramos
Clave en el triunfo del Wanda, el capitán del Madrid se reivindica con más goles que nunca frente a quienes le criticaron por influir negativemente en Lopetegui
Hernández, Morata, Giménez, Arias y Thomas le cubrían cuando salieron despedidos por el efecto del choque ascendente. La cabeza de Sergio Ramos emergió del torbellino de cuerpos para peinar el balón que le enviaba Kroos desde el córner como si supiera que daba igual lo que pasara en el área porque el centro alcanzaría su objetivo. Bingo. Ramos prolongó la pelota y Casemiro —despejado el camino— remató a gusto.
Si el 0-1 del derbi del sábado llevó el marchamo del capitán, el 1-2 de penalti fue la apoteosis. Sumó su gol número 11 esta temporada, cifra que le coloca en el mejor promedio goleador de su carrera, y lo hizo el día que cumplía con su partido liguero 414 como madridista. La cota que alcanzó José Antonio Camacho, ídolo de juventud de su padre y referente personal de la capitanía.
En la celebración, de carácter esotérico, haciendo un escorzo en equilibrio sobre un pie, sin reparar en hinchas ni compañeros, se reivindicó representando el aislamiento mental del que hace gala para salir airoso de la presión a la que vive sometido. Como si el ritual llevara implícita la frase que pronunció el 6 de octubre de 2016, tras cometer un penalti en un Italia-España que coincidió con una ola de críticas en su contra en los programas deportivos de telerrealidad. “Que aprovechen ahora los que me quieren rajar porque al final acabarán callados como siempre”, dijo.
Hay jugadores que, al margen de su circunstancia, prosperan o se apagan en el Madrid bajo una campana de silencio. Si se van, lo harán con la misma discreción conque llegaron y nadie les dedicará una ovación o un silbido. Toni Kroos es el paradigma de esta especie. En las antípodas se sitúa el grupo que es permanente objeto de juicios sumarios en palcos, tribunas y platós. Se trata de héroes, como Marcelo, o incluso de ídolos, como Casillas. Gente que vive al día. Conscientes de que cualquier tropiezo puede costarles un disgusto, cuando no la progresiva marginación. El paradigma de esta figura hoy la encarna Sergio Ramos, jugador sobre el que se ha consolidado la vibrante recuperación del Madrid tras la depresión en que cayó en el primer tercio de la temporada.
Llamado a consejo de improviso por el club en vísperas del fichaje de Lopetegui, a Ramos le cargaron luego el sambenito del fracaso del entrenador. Como si la idea de contratar a Lopetegui hubiera sido suya, primero, y como si bajo su influencia el técnico vasco hubiera tomado decisiones perniciosas en materia de viajes, concentraciones o convocatorias. Durante semanas, Ramos vivió señalado por dirigentes, periodistas y aficionados que le consideraron responsable principal de la crisis. Desde el 3-0 en Sevilla.
“Valiente en todo”
Nadie recuerda ya que, de no haber sido por la intervención de Ramos en las postrimerías del 5-1 del clásico del 28 de octubre, Antonio Conte habría reunido todas las papeletas para entrenar al Madrid antes de Navidad. El italiano reconoció hace dos semanas en La Gazzetta dello Sport que el Madrid intentó ficharle. Si la negociación no siguió el curso previsto fue porque tras el 5-1, preguntado por la inminente llegada de Conte como recurso extremo de mano dura, el central levantó un cortafuego respecto a la conveniencia de líderes autoritarios en el vestuario: “Todos saben el tipo de entrenador con el que hemos conseguido títulos importantes en este club. El respeto aquí se gana, no se impone”.
Iván Helguera había conquistado dos Ligas y dos Champions cuando en 2005 Ramos llegó al Madrid. Ahora el veterano se confiesa admirado ante su sucesor: “No existe alguien como Sergio en el fútbol mundial. Es una bestia físicamente, es coordinado, y tiene una valentía anormal. Desde que llegó se le veía. Tiene tan poco miedo que parece uno de Los Vengadores de Marvel: ‘Lo que me pongáis, me da igual’. En mi vida he visto alguien tan valiente en todo. A la hora de jugar el balón, a la hora de querer el balón… Cree tanto en lo que hace que no le importa fallar”.
A sus 32 años, Ramos ha vuelto a sobreponerse a la rajada sin salir nunca del cuadrilátero. Si él brilla, el Madrid da miedo.
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