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Los salvajes Yates, domados

Simon ha cambiado de mentalidad para ser un líder sólido en esta Vuelta

Carlos Arribas
Simon Yates, en la meta del Monte Oiz.
Simon Yates, en la meta del Monte Oiz.Manuel Bruque (EFE)

Los hermanos gemelos Adam y Simon Yates son tan salvajes que se negaron a pasar por la factoría industrial del Sky, temiendo que sometieran su personalidad libre; son dos fuerzas de la naturaleza, dos superdotados a los que les sentaban mal los consejos que les daban los entrenadores del Mitchelton.

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“Como son superdotados, pensaban que cuando les decías algo les estabas diciendo que hacían las cosas mal, y seguían en la suya”, cuenta Manuel Rodríguez, médico del equipo australiano, y domador de vocación. “Nos ha costado domarlos, pero creo que vamos por el buen camino”.

El nuevo Simon Yates, el que, a los 26 años, está a tres etapas de ganar la Vuelta, nació de un hundimiento con pinta catastrófica, el que sufrió en la antepenúltima jornada del Giro. “Aquel día comprendió que correr todos los días a tope, como si no hubiera mañana, lo que había hecho toda su vida, le conduciría siempre al desastre en las carreras de tres semanas”, dice su director, Matt White. “Para recuperarse necesitó cuatro semanas de descanso absoluto en el mes de junio, algo inusual en las preparaciones de ahora, pero muy necesario. Y de ahí, salió un Simon diferente, capaz de ser paciente”.

La semilla de tal convencimiento se había plantado, sin embargo, cinco meses antes, en enero, en una curiosa carrera, la Barcelona-Desierto de Tabernas (Almería), 11 días, nueve etapas, más de 1.000 kilómetros, que emprendió un buen número de corredores del Mitchelton. “Fue una manera novedosa de organizar la habitual concentración de principios de temporada. En ella los corredores se organizaban como en una carrera normal, engrasaban bien los hábitos de ir en grupo, el reposo, la alimentación y hasta los días de descanso”, explica Rodríguez. “Y le fue muy bien, a él y a su hermano Adam, porque sabíamos que lo que más necesitaban era empezar a construir su base aeróbica, su resistencia. Habían comenzado en un velódromo y eran muy buenos anaeróbicamente, para esfuerzos cortos, y su entrenamiento posterior era también siempre a tope, porque salían a entrenarse juntos y son supercompetidores y convertían cada salida en una carrera de uno contra otro. Adam todavía está un poco asilvestrado, pero Simon ya está pasando por el aro”.

Desde la óptica del Mitchelton, el Giro fue demasiado duro, demasiado largo, para que el nuevo Simon llegara hasta el final. “Las etapas del Giro son más largas que las de la Vuelta, y en ellas se notaban más las carencias de fondo de Simon. En las etapas llanas, para ir a ritmo de marcha de normal, Simon gastaba más energía, era menos eficiente que los corredores con más entrenamiento de fondo toda su vida. Su motor consumía mucho”, dice Rodríguez. “En la Vuelta, todo es diferente. Las etapas son más cortas, con más viveza, más adaptadas a su motor”.

Y en la Vuelta, Simon cuenta con Adam, perdido en la general, que corre obligado la carrera y que sencillamente ha estado entrenando y durmiendo con su hermano, y llega a los últimos días preparado para ser su mejor gregario.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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