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Un buen Madrid

Benzema, con clase y eficacia, lidera a un Real muy fluido que golea con autoridad a un Leganés chato en el debú de Courtois

José Sámano
Benzema y Ramos celebran un gol del francés.
Benzema y Ramos celebran un gol del francés.Inma Flores

Emigrado Cristiano y pasado el mal trago de la Supercopa europea, el Madrid pinta bien. Habrá que medirle con adversarios más crudos, pero ante rivales de la graduación del Getafe, el Girona o el Leganés se quedó el curso pasado en la cuneta de LaLiga. Hoy golea y le fluye el fútbol. Dure lo que dure, por ahora se atisba un equipo gremial, mosquetero, con todos a una, ya se movilice a Keylor o a Courtois, a Isco o a Modric. Y una constante para alivio del Madrid postCristiano: Bale y Benzema golean y golean. Falta Asensio, pero el balear apunta a una nueva especialización: frente a un Leganés en los huesos le hicieron el tercer penalti en dos jornadas.

El fútbol, como juego que es, tiene guiños imprevistos. Dicho está: no pocas veces su lógica es la ilógica. Como muestra los prolegómenos en Chamartín con dos escenas chocantes. Al tiempo que Keylor exhibía el galardón de la UEFA que le distingue como el mejor portero de la pasada temporada, Courtois calentaba como titular. Un extraño cruce de caminos entre un portero sin tachas para ir a la reserva y otro con una trayectoria muy meritoria para ser titular. Al costarricense le han buscado curso tras curso un relevo por una sola causa: porque sí.

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De Courtois solo hubo focos en el minuto 23, cuando por arte de magia al Leganés, muy forastero en el Bernabéu, le dio por pisar por primera vez el área madridista. Casemiro derribó a Eraso de un rodillazo. Carrillo mandó al portero belga a un costado mientras la pelota iba en dirección opuesta. Courtois aún tardaría unos minutos en estrenar los guantes. Síntoma del devenir de un partido inconsecuente. Solo un milagro le procuró al Leganés un empate al descanso. Del fútbol se encargó en exclusiva el Real.

Poco a poco va cuajando el observatorio de Julen Lopetegui. Al equipo le gusta abrochar el balón sin retórica, con los menos toques posibles. Al tiempo, se impone colonizar al rival en su rancho para birlar rápido la pelota, con los laterales al auxilio ofensivo y defensivo en campo ajeno. Y como aliño, una movilidad constante de Benzema, Bale y Asensio, que van y vienen, entran y salen del área. Como resultado, un juego fluido, muy vistoso por momentos. Y con variantes, como los cambios de ruta con pases en diagonal de Sergio Ramos. En el primero casi logra hilar con Bale. En el segundo, Carvajal —esta vez más agitador que Marcelo— descolgó el balón de cabeza y Bale, a bote pronto, armó la pierna derecha y dobló las manos de Cuéllar. Un gol ahijado del juego, que ya pudo llegar antes tras un do de pecho de Asensio, exquisito en el control con el esternón y menos fino en el remate de cuchara ante Cuéllar.

Nadie daba el cante en el Madrid, mientras que del Leganés no había más pistas que el improductivo intento de rastrear a Carrillo para que desahogara al equipo por vía aérea. Nada de nada, hasta que a Casemiro le pudo el ímpetu ante Eraso y propició el penalti. El inopinado empate de los pepineros alumbró durante un rato al único Madrid chato de la noche. Pero el cierre del primer acto resultó premonitorio. Cuéllar respondió con reflejos con un despeje con el pie derecho tras un remate de Benzema, protagonista del segundo acto.

Lejos de que la espantada de Cristiano haya supuesto una sobredosis de presión para Bale y Benzema, ambos destilan cierta liberación. Tres goles en liga lleva el galés y cuatro ya el galo. CR ya no es el punto final indiscutible. Ahora las obligaciones están repartidas, a ellos les toca ser lo que son, estupendos futbolistas, no los mensajeros del genio portugués. Tan a gusto se siente Benzema que ya ni siquiera es relevado de forma perpetua. Lopetegui le da carrete hasta el final. De momento, se lo ha ganado. Su segundo tiempo fue para rebobinar y rebobinar. Un simposio de clase —la que siempre tuvo— y eficacia —la que muchas veces le faltó—. Pero hoy está clínico con el gol.

Apenas regresado del intermedio, Benzema cabeceó con tanto afán como precisión un centro de Asensio. El árbitro interpretó que el francés había anudado a Silva, zaguero visitante. El VAR le desmintió. Tanto hizo de yudoca Benzema como su alguacil.

Lanzado el Madrid, y ya en ventaja, el equipo se dio un paseo feliz con Benzema como hilo conductor. Él selló el tercer tanto tras una maniobra geométrica con Modric. Y el cuarto fue certificado por Sergio Ramos, que va de penalti en penalti. Por tercera vez en dos jornadas, Asensio fue atropellado en el área. En esta ocasión fue Bustinza quien le arrolló. Con todos enchufados, salvo Courtois, al que el Leganés le concedió un abanico, el Madrid calcó su partido de Girona. La misma goleada y los mismos goleadores. Al contrario que el curso pasado, en LaLiga, de momento, no es un equipo garrafón.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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