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Kwiatkowski regala el maillot rojo en las Alpujarras

El francés Rudy Molard, nuevo líder de la Vuelta tras una etapa con fuga en la que se impuso el australiano Clarke

Carlos Arribas
Simon Clark celebra su victoria en Roquetas de Mar.
Simon Clark celebra su victoria en Roquetas de Mar.MANUEL BRUQUE (EFE)

“Y aquí están los Yeith… Los Yateh, eso”, dice la joven granaína a la amiga con la que se pasea en la salida de la Vuelta cuando pasan por delante del autobús del Mitchelton. Simon Yates, pues hablan de él y de su simétrico Adam, el hermano más salvaje, deja huella. Cuestión de estilo, de su alergia al cálculo, dicen en su equipo, donde quieren templarlo poco a poco para hacerlo más eficiente. El primer paso es dar fondo a su bravura, el segundo será obligarle a medirla para evitar lo que le pasó en el Giro, donde, dominador espléndido durante 19 días, se hundió víctima del derroche, y de su emoción incontrolable. El día duro de los barrancos de Alfacar, solo la cuarta etapa de la Vuelta, el inglés ya buscó el liderato con un ataque de los suyos, de cuando parece que lo peor de un puerto ha pasado y a todos les duelen las piernas y la cabeza, y un poco el estómago, y él sale para hacer daño y recordar que lo peor aún tiene que llegar, pero antes de salir de Granada mira el perfil de la etapa, le dicen de que van las Alpujarras, al sur de Granada, al sur de Fiñana hacia el mar, y los paisajes calcinados de precipicios sobre pruelos blancos colgados, y las hondonadas que son hornos, y se toma un paracetamol para bajar la temperatura de su cuerpo ya ardoroso. Para él, como para los favoritos de la Vuelta, el día será de pura supervivencia. Sin alardes y con mucho sudor.

Para eso, para el dispendio energético, están los fugados, que son 25 y cuentan con la bendición del Sky de Kwiatkowski, que tiene ganas de ceder el liderato a un secundario con ganas y quitarse de encima la obligación de trabajar. El elegido es un francés, Rudy Molard, que está a solo cuatro minutos en la general y, sin ser figura, tiene calidad suficiente y moral para mantener el peso unos días, hasta el domingo de La Covatilla, por lo menos, donde Simon Yates y los demás mejores volverán a ser protagonistas.

Molard, que no es abusón, dejó a otros que lucharan para ganar la etapa, acción en la que se impuso un australiano veterano, Simon Clarke, que ya tenía experiencia triunfadora en la Vuelta (la etapa de Valdezcaray y el reinado de la montaña en 2012) y que se manejó a la perfección con los dos con los que llegó al paseo marítimo de Roquetas, el holandés volador Mollema y el pelirrojo del Véneto De Marchi, lo que no era muy complicado. De Marchi no es el mismo que impresionaba hace años y Mollema es un amigo

Cuando al formarse una gran fuga sus habitantes comprueban que Mollema viaja con ellos sonríen felices y hasta aplauden. No hay ciclista más generoso en un esfuerzo que sabe inútil, pues siempre llega hasta el final y nunca gana. Es la esencia del desprendimiento que acelera y deja que todos aprovechen su sudor ascendiendo el Marchal aterrador en la sierra de Gádor, donde el aire es de mar y mueve los grandes molinos de energía eólica, y el mar verdadero, el Mediterráneo cálido que genera la brisa que refresca las piernas y las voluntades, se adivina cercano en el descenso vertiginoso, más allá del mar de plástico y los invernaderos que apestan a pesticida, a abono químico y a explotación, y a calabacines sosos, y del mar de cemento y los apartamentos para turistas que ciegan el horizonte.

Mollema, como Nibali como Porte como Zakarin, era uno de esos que habían anunciado que pensarían en la general si eran capaces de resistir delante los primeros días de la gran criba, y que no resistió. No llegaba a la Vuelta especialmente motivado después de acabar el Tour tan desprendido y generoso en las fugas como sigue en la Vuelta y como siguió en la Clásica de San Sebastián. Los que han resistido ya respiran más aliviados, más aún y los Sky, sin el peso del maillot rojo que querrán recuperar con Kwiatkowski llegado el momento. El jueves toca una etapa por la costa que promete ser menos calurosa…

 

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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