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El Athletic se lleva tres goles de la Real Socidad y la bronca de Anoeta

El conjunto 'txuriurdin' le saca los colores al equipo de Ziganda y el público rebaja su pitada a Iñigo

Lekue despeja de cabeza ante Raúl García y De la Bella, en el césped.
Lekue despeja de cabeza ante Raúl García y De la Bella, en el césped.Ion Alcoba (©GTRESONLINE)

Hay tópicos que se resuenan en cada derbi desde hace un siglo. Este por ejemplo: “Es un partido que a los jugadores les gusta jugar”. ¡Umm!, no está claro. Al menos en el caso del Athletic que se lo tomó como un trámite oneroso, una cruz en el calvario particular de esta temporada, donde sufre y sufre, no aporta ni una cerilla de luz en su juego ofensivo y en el área propia demuestra en ocasiones una incapacidad que raya con el infantilismo. La actitud de Lekue en el segundo gol de la Real, abandonando el marcaje de Oyarzabal cuando este se adentraba en el área, es de una irritante apatía. Que Januzaj, en plena forma, pueda una y otra vez con Balenziaga tiene pase y explicación; que el juego aéreo ante Kepa sea un sorteo que siempre sale a favor del rival contando con defensores como Núñez o Íñigo Martínez, una pareja que huele a desorden.

El Athletic parecía una explanada por la que la Real, bien organizada, sin prisas, paseaba con la calidad de sus tres medios puntas, ágiles, intuitivos, técnicamente dotados, por las inmediaciones del área como francotiradores hambrientos. Los tres, Januzaj, Canales, Oyarzabal, han crecido en el tramo final de la temporada de forma descomunal. Y aún disfrutan más si les pones el resultado entre dos hileras de flores. Y la flor la regó Mikel San José con un autogol tras un saque de esquina, errando la pierna del despeje y batiendo sin apelación a Kepa. Todo era ya más fácil. Incluso los pitos insistentes a Iñigo Martínez bajaron el diapasón. Y la bronca le cayó al Athletic, pero no se la dio el público, sino la Real con un fútbol fluido, inteligente, práctico y a la espera de que los goles de San José a Kepa le fueran engordando el estómago. Dos le hizo el centrocampista navarro, ambos en sendos córners. Dos intentos de despeje tan fallidos que dejaron a Kepa con dos palmos de narices. Con este doblete el medio del Athletic se convirtió en el primer jugador de la historia del club rojiblanco en hacerlo. Fue su cuarto tanto en la portería equivocada, tres de ellos contemplados por el público de Anoeta.

Mientras Moyà vivía una plácida tarde (hasta que llegó el diluvio universal), Kepa tuvo que desviar al larguero un cabezazo de Aritz. Luego el poste se encargó de repeler un remate de Navas. Y cuando la Real olía la sangre, con tres goles en el marcador, habiendo hecho solo uno, aunque merecido dos más, resulta que el Athletic se encontró con un penalti cometido por Llorente parando la pelota con la mano como un guardia de circulación, brazo arriba.

Y levantó el ánimo el equipo bilbaíno, que presionó (novedad), atacó (¡oh sorpresa!) y remató (un cabezazo de Williams lo esparció el poste). Fueron minutos para imaginarse una de esas remontadas incomprensibles. Fue un espejismo. Contras realistas frente a insistencia rojiblanca. El partido se aburrió, porque se embarulló, se encastró entre el resultado y la calma hasta que una tángana le devolvió al infierno. La entrada de Rubén Pardo (un minuto en el campo) fue terrorífica e innecesaria impropia de un futbolista de su talante y de su talento. Pero todo estaba acabado. Había acabado mucho antes, muy pronto.

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