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Carrusel de vidas
Columna
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Ángel, un trabajador del gol

Tras pasar por ocho clubes a sus 30 años, ha encontrado su sitio en el Getafe, donde ha marcado uno de cada tres tantos del equipo

Ángel celebra el tercer gol del Getafe al Celta en el Coliseum Alfonso Pérez.
Ángel celebra el tercer gol del Getafe al Celta en el Coliseum Alfonso Pérez.JuanJo Martín (EFE)

Ángel Rodríguez no tiene pompa. No asombra por su técnica, tampoco por su velocidad o físico. Se le da mucho mejor trabajar y sudar por cada gol. Siempre los hizo, a veces hasta el empacho. El caso es que ahora ya suma once, un tercio de todos los que lleva un Getafe que sueña con un arreón final que le permita competir por Europa. Está ante el mejor momento de su carrera profesional.

Junto a Jorge Molina conforma una de las parejas con mejor producción del campeonato. Es una de las grandes claves del equipo. Son un dúo futbolístico con papeles intercambiados. Normalmente el pequeño asiste y el grandote ejecuta. Ellos lo hacen al revés. Molina, con su 1,90 y casi 36 años, genera y Ángel la enchufa. Ahora suman juntos, pero un día se dieron el relevo en el Elche CF de José Bordalás. Molina la rompió en Segunda y se ganó el fichaje por el Betis. Ángel llegaba de abandonar su hogar, el Tenerife.

El canario es un trotamundos nacional. Ha conocido ocho casas a sus 30 años. Añoraba la continuidad en Primera, y ahora la tiene.

Ángel empezó a jugar en el Casa Venezuela, junto con su hermano gemelo, Juanjo. Tenían siete años. Alejandro es su hermano mayor, protector pero también el más crítico con el juego del delantero. Se cuenta que una vez su hermano hizo catorce goles en un partido. Ángel salió orgulloso con el balón debajo del brazo al encuentro de Ale, que con la obsesión de que mantuviera los pies en el suelo, le recriminó haber fallado un gol hecho. De niño siempre destacó. Llegó a cerrar una temporada de benjamines con 92 goles, cifra que le valió un trofeo de la federación que recogería junto a toda su familia.

Llamó la atención del CD Tenerife, la rompió en el filial y se optó por cesiones con éxito dispar. Cuando ya estaba fogueado, llegó al primer equipo, el sueño de cualquier niño de la Isla, pero le tocó la amargura del descenso a Segunda. Los que le conocen afirman que más duro que perder la categoría fue la decisión de tener que salir de Tenerife. Hizo la maleta y la realidad es que siempre marcó. En Zaragoza, en el Levante o Eibar, y mucho antes en el Elche, en la primera etapa y en la segunda, cuando acabaría por ascender.

Este verano tuvo muchas ofertas para llenarse el bolsillo lejos de la Liga, fuera del foco, pero la llamada de Bordalás lo cambió todo. A su mentor siempre se le había negado la oportunidad de dirigir en Primera, hasta ahora. En Vitoria asciende y el club no le renueva. En Alcorcón y Elche vive el play off y se queda a las puertas. Ahora el entrenador disfruta y tal vez por eso valora al que se lo trabaja. Ángel no le defrauda. Mañana toda su familia, con la que recogió el trofeo aquel día en Tenerife como niño prodigio del gol, estará con él en el Bernabéu. Han pasado dos décadas. Se lo ha ganado.

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